sábado, 20 de abril de 2013

CRÓNICAS DEL SPANGO. Capítulo I

ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general, que contiene los artículos que hemos editado en “DEL CIPANGO AL SPANGO". PARA LLEGAR A ELLOS, hacer clik sobre:  https://delcipangoalspango.blogspot.com/2023/01/indice-de-articulos-de-del-cipango-al.html

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EN IMÁGENES, SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Mi mujer y yo en los años ochenta en que recorrimos España fotografiándola, hablando con las gentes, estudiando sus costumbres y documentando su pasado. Ello, porque en estos días (algo más de dos décadas atrás), nuestro país dejaba de ser Hispania, para convertirse en Spain... . Por lo que entonces, decidimos mi mujer y yo viajar cuanto pudimos por todo el territorio, con el fin de fotografiar sus campos y pueblos, estudiar su arquitectura popular, hablar con sus últimas generaciones nacidas y vividas allí; recopilando cuanta información pudimos de la "Iberia auténtica" -península que por entonces se transformaba-. Así, a fines de los ochenta vistábamos de continuo pueblos que habían sido restaurados gracias a la colaboración y ayuda de personas con gran cultura, quienes se preocuparon de recuperar el patrimonio (sin destruirlo, ni transformarlo con extranas restauraciones). Arriba, junto a mi mujer hace unos veinticinco años, subiendo a un campanario de Atienza, donde Luis Carandell promovió diferentes recuperaciones. Abajo, en los mismos días hablando los dos con un natural de Palazuelos (sito junto a Sigüenza).
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Comenzamos de este modo un nuevo ciclo en el cual iremos narrando nuestros recuerdos y experiencias en la España a finales de los años setenta y ochenta. Un país que por aquel entonces entraba en un nuevo ciclo de prosperidad y avance, todo lo que le obligaba a dejar, olvidar y cancelar una enorme parte de su pasado. Un ayer hispano que en su gran mayoría se superó en esas décadas, por cuanto había sido duro, triste y hasta cruel. Pese a ello, en aquella Historia de España y en sus modos de vida que en los ochenta se olvidaban (dejándolos en el pasado), existieron también maravillosas particularidades, costumbres y artes -gentes y mentes populares (o ciudadanas) de una sublime genialidad-.

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Por todo cuanto vimos, intuimos por entonces que las personas y los pueblos de nuestra Península se iban a transformar en esos años (sino en pocos meses). Observando como entre 1980 y 1990 quedaban muchos de ellos despoblados, otros tantos derribados y los más, reconstruidos -que no, "restaurados"-... . Así fue como decidimos mi mujer y yo invertir nuestro tiempo en recorrer cuantos pudimos, para verlos, tomar imágenes, estudiarlos y hablar con los que allí habían nacido -con el fin de recopilar información, fotos, e historias de aquellos-.
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Todo en un momento en veíamos cómo "La Era" cambiaba; tanto que la "información en papel" tocaba a su fin. Por ello en estos días en que hasta los periódicos modificaban su manera de redactarse (para poder competir con otros medios), fui recopilando muchas de sus noticias, por cuanto de extraño tenían. Algo que en este blog iré también incluyendo, con el fin de dejar -o recoger- testimonio del modo de vida por aquellos años a los que nos referimos. Un tiempo en que nuevas generaciones nacían (o se educaban) en una España que dejaba se ser Hispania para convertirse en Spain. Una nueva nación en una naciente civilización, dónde la televisión, la imagen y el ordenador pasaron a ser el medio común de comunicarse, de estudiar, de entretenerse -y hasta de trabajar-.

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Decíamos que el título que este blog se correspondía con el recuerdo más curioso que de la filología tuve en mi infancia. Ello se produjo el día en que me enseñaron, explicaron -o intenaron convecer- de que España, como término, procedía de una voz fenicia que significaba conejo (palabra que se pronunciaba Sepán). Ello porque cuando pisaron por primera vez tierra ibérica los púnicos, quedaron asombrados de la proliferación de aquellos roedores por nuestros suelos; animal que para más curiosidades, se supone apenas existía allende procedían estos colonos (el creciente fértil, también llamado Canaan). Así y según expresaba el etimólogo que argumentó la teoría, el término "Sepan" (que significa "marmota" en hebreo) sería la raiz lingüística del nombre de nuestro país; pues el autor suponía que de forma muy similar debió decirse "conejillo" en fenicio. De tal modo y de todo ello, procedía Hispania (el paraiso de esta "rata cuclinski"); nombre de nuestro país que tenía un doble mérito, puesto que aquel radical semita implicaba no solo que los conejos -de mar, de monte o de urbe- ya abundaban en el siglo X a.C. por nuestras playas y campos... . Sino que también suponía cómo los fenicios habían valorado y degustado tanto el roedor ibérico -de un modo tan importante-; que les obligó a llamar "conejo-landia" al lugar que realmente se conocía como "la piel de toro".
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Sea como fuere, esta tierra tuvo una Historia y una cultura tan particular como exclusiva. Un pasado que quizás no tuvo parangón; sin concerse tales mezcolanzas de pueblos, civilizaciones y de gentes, en ningún otro lugar del Mundo. Siendo solo comparable nuestra Península con zonas como las de Asia Menor y de Oriente Medio, paso y cruce de culturas; por cuanto en unos y otros puentes terrestres se uníán genetes y Continentes, donde se reunieron, mezclaron y pegaron, "todos" y durante miles de años. Más aún, nuestra Piel de Toro que fue la puerta entre Europa, África, el Mediterráneo y el Atlántico -recibiendo continuadamente y desde sus más remotos tiempos la visita de gentes llegadas desde Oriente Medio-. Trás el siglo XVI se convierte en el puente entre "El Viejo" y "El Nuevo" Mundo (tanto como en el lugar de salida de navíos hacia Asia).
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Condiciones culturales , situación geográfica y hechos históricos que hicieron de nuestro país uno de las más ricos y plurales del Planeta. Tanto que en su territorio bastará con caminar cincuenta kilómetros, para encontrarse en lo que parece una nación completamente diferente: Con distinto clima, otra vegetación, su luz y humedad modificadas (y hasta con un idioma o culturas distintos). Contrates que evidentemente hicieron que unos y otros nunca nos hubiéramos entendido del todo; provocando los intentos continuados de disgregación -que nunca paran-. Pese a lo cual, también estas diferencias han hecho de España uno de los paises más ricos y variados -culturalmente hablando- . Situación e Historia que hasta los años ochenta en muchos rincones se había conservado de algún un modo; aunque desde dos décadas atrás (tal como era de esperar) los pueblos y sus costumbres fueron pasando a "mejor vida" -unos a "actualizarse", otros a pretender adaptarse y los más, a abandonarse-. Tanto fue así, que aquellas ancestrales costumbres, cosas y casas, que ni miles de años, ni las guerras y ni siquiera La Inquisición habían conseguido hacer desaparecer (ni erradicarlas); fueron destruidas por la despoblación y olvidadas o sustituidas por la televisión, las modas y la "evolución".
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COMENTARIO A LAS IMÁGENES SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Comienzo con dos reseñas publicadas por ABC: Una correspondía a la noticia que daba este periódico tras la muerte del emperador Hiro Hito; la otra a un anuncio que ponía un madrileño tras haber sufrido el robo de su reloj. Arriba podemos leer el mencionado "comercial" que un pobre sufridor de tirones se vió oligado a remitir (un sábado 5 de septiembre de 1987), cuando le desapareció el reloj en la Plaza de Colón. En verdad, es un documento que lleva implícita gran parte de la Historia de España; donde se unen la picaresca y el buen sentido del humor -por parte de quienes la sufren-. Algo que creo no se podrá producir en otros lugares del Planeta, ni en distinta cultura a la hispana; en la que quienes fueran víctimas de un robo son incapaces de adoptar posturas como esta que vemos (plena de ingenio, inteligencia, buen humor y personalidad).
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Eran estos años en que leíamos la anterior reseña, los mismos (o muy cercanos) a otros en que se comentaba cómo en Sevilla habían robado "el peluco" al rey, mientras daba la mano a las multitudes. Un rolex de oro, que según se afirmaba en los círculos hispalenses, le habían mangado en plena Plaza de España; cuando el monarca comenzó a saludar al gentío que se agolpaba junto a ellos. Reloj del que también decían había alcanzado un enorme precio en el mercado "der wueves". Historia, anécdota -o leyenda- que escuché cuando allí estuve de soldado, y donde algunos mandos nos aseguraban que habían visto vender el citado rolex en este mercadillo (evidentemente denominado "er wueve" por cerebrarse los jueves).

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Lo que narro es un testimonio más de lo que sucedía por Sevilla entonces (a comienzos de los ochenta); preciosa ciudad en la que viví año y medio -durante la mili-, y donde fuí advertido que nunca condujera sacando el brazo por la ventanilla (aunque tuviera mucho calor). Pues de hacerlo, podían venir listillos en una moto y coger la mano que sobresalía por la puerta, robándote el reloj. De ello, se puso de moda llevar el "peluco" en la muñeca derecha (para ventilar en antebrazo contrario sin peligro de hurtos); pese a que muy pronto los tironeros dieron solución a tal medida precautoria: Siendo así, los rateros se acercaban al conductor que sacaba el brazo -ya sin reloj- sobre la ventana abierta y al ver que lo portaba en el lado contrario, le quemaban un poquito con una colilla en el que apoyaba sobre la ventana. Aquel pobre, al verse con el pitillo apagado en el antebrazo izquierdo, se echaba la otra mano al lugar en que le habían abrasado, momento en que el tironero aprovechaba para atrapar esa muñeca derecha (en la que llevaba el reloj). Trás robárselo, huían en moto a la voz de: -"Ezo, por listo"-.
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Esta costumbre fue erradicada gracias al aire acondicionado, que salvó a la población de los tirones de muñeca en semáforos, de las quemaduras con colillas y de las visitas de extraños que se asomaban por las ventanillas; cuando durante los veranos todos las llevábamos abiertas. Estíos en los que hasta la expansión del "aire" todos combatíamos las terribles temperaturas abriendo los cristales de los vehículos a tope y sacando por ellos medio cuerpo (eso sí, sin llevar joyas, ni menos relojes). En referencia a este aparato enfriador del ambiente en los coches y semideconocido en España hasta principios de los ochenta, recuerdo perfectamente el día que me pidieron por primera vez que lo activara. Fue con el general del que era eventualmente chófer en la mili. Este me pidió que viniera a conducir para él en Navidades de 1982 y yo sin conocer apenas como funcionaba el vehículo me metí en la aventura de llevarle y traerle por todo Madrid. Fue así, como en pleno mes de diciembre me preguntó si me había estudiado el manual del coche, a lo que yo le contesté que sí (sin haberlo hecho). Tras ello, me solicitó que encendiera el aire acondicionaro y lo pusiera a veinte grados... . Fue entonces cuando comencé a sudar (no decalor sino de miedo) y sin saber que hacer, di al botón de la ventanilla y le dije:
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"-Mi General, con lo bueno que es el aire de invierno, en Madrid; cómo vamos a poner el acondicionado-"... . Aquel hombre (con fama de ser uno de los más duros del ejército) me miró asombrado y replicó: "-Mira... Porque tienes gracia, que sinó esta noche duermes en el calabozo y allí te lees el manual del coche de `pe a pa´. ¡Si es que no sabes ni dónde está el botón del aire acondicionado...! "-. No sabiendo qué contestarle, le di las gracias, le pedí mil perdones y apostillé: -Al fin y al cabo, en invierno para poner `el aire´ basta con ´saber´ darle al botón de bajar la ventanilla"-.
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Por su parte, cuando volví a Japón en 1991 (para residir allí) pude comprobar que en ese país y durante el verano, el aire acondicionado era tan imprescindible como los bares en España. Nadie entendía por qué el frío que manaba de aquellas máquinas me resultaba tan insano y me produjera dolor de cabeza. Considerando que mi comportamiento más bien correspondía a manías trogloditas hacia las nuevas tecnologías. Pero no era así y aún a día de hoy me resulta incómodo el aire acondicionado. Ello me hizo pensar que yo en Asia era (soy) de otro Mundo, obligándome a reflexionar que nunca debe uno intentar comportarse como un japonés (aunque esté en Japón) -porque otra civilización es como otro Planeta-. Muestra de ello es la siguiente noticia (que recojo bajo estas lineas) y que publicaba ABC -un 9, de enero de 1989- en la que explícitamente se comprende cuanto digo. Reseña en la que se expresa la consideración de divinidad del monarca nippón; un áurea mística que choca frente a la de "popular" que en España se otorga a los reyes y personajes ilustres. Divos a los cuales se les roba el reloj, la ropa o lo que haga falta... . Una tradición que quizás comience en tiempos de los relicarios, cuando el descuartizamiento de santos era el homenaje que el pueblo daba a sus hombres más queridos .

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Como venía comentando, en esos años ochenta hicimos centenares de miles de kilómetros fotografiando pueblos, campos y monumentos. Algunas de aquellas imágenes se perdieron en una triste inundación que sufrí en mi archivo un decenio después (donde también sucumbió parte de lo que había escrito y compuesto). Pese a ello, muchas fotos pudimos recuperarlas; teniendo fundamentalmente la suerte de que se libraran del agua las incalculables horas de video tomadas en esta España de hace más de veinte años. Imágenes en algunos casos muy interesantes, ya que contienen documentación sobre edificios y lugares hoy desaparecidos (o que por su "restauración -"reconstrucción"-, han sido semidestruidos).
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En ese periplo recuerdo que nos pasaron infinidad de anécdotas y vicisitudes; y es que por entonces viajábamos en un Skoda de los de antes -me refiero a aquellos que se fabricaban en la Checoslovaquia del Telón de Acero, con motor trasero y al que había que poner piedras en la maleta, para que no rampase o se levantara de morros contra el viento-. Por lo demás, eso de ir acompañado de japoneses a las gentes del campo les provocaba las más ilustres frases; pues por aquel entonces los únicos orientales que se habían visto en España eran los de la película de Bronston (55 días en Pequín). De tal modo recuerdo cómo una mañana entrando en el Teatro Romano de Merída me preguntó su celador si iba a casarme con una japonesa. Le contesté sí y tras ello, nos replicó con gran amabilidad:
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"-Eso está muy bien. Hay que mezclarse siempre; es muy bueno. Por muy feos que sean los otros-". Yo me quedé pasmado y antes de intentar explicarle que muy difícil sería encontrar una española tan guapa como mi mujer (pese a que él no comprendiera la belleza oriental); me encontré a ella partida de risa por la frase tan galante que aquel "ilustre" nos había regalado. Y es que no es fácil poder encontrar una mujer que además de guapa sea tan inteligente como para poder reirse de una burrada como esa. Recibimiento que el celador del Teatro Romano de Mérida nos dió, sin mala intención; aunque expresando lo que no se puede decir nunca... (a menos que quieras que tu interlocutor te tome por una acémila).
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Aunque no solo eran las personas de pueblo las que se atrevían a dar extrañas ideas sobre mi casamiento con una japonesa. Muy por el contrario, las de ciudad soltaban incluso peores ideas. Tanto que perfectamente recuerdo como en una boda de familiares se me acercó un invitado, quien me dijo:
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-"¿Tu mujer es Japonesa?"-. Yo le asentí con la cabeza; y este individuo, ante un corrillo de pesonas continuó hablando (de un modo rotundo, afirmando): -"Es que en nuestra época no había"-. Al oir aquello le pregunté qué era lo que no había en su época; trás lo que el ilustre conocido me explicó que: -"Entonces, cuando éramos jóvenes había suecas e inglesas (en la playa) y francesas (muchas). Pero japonesas, por aquel entonces, ninguna. No había japonesas"-. Todos nos miramos con asombro y mi mujer no daba crédito a la frase, ni menos a la idea que expresaba aquel "intelectual". Al poco de oirle y al haber entendido lo que decía, a todos nos dio la risa. Tan solo pude decirle: -"¡Pero qué bruto eres!"-. Y es que el celtíbero es así; un individuo con el concepto primitivo de cazador ante la hembra; que si es ajena a la tribu y su padres no nos conocen, se le debe dar un mazazo en la cresta para dejarla KO y llevársela arrastrándola hasta la cueva.
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ARRIBA Y ABAJO: Recogemos dos noticias de principios de los ochenta publicadas por ABC, de las que tristemente no conservé fecha ni página (aunque hoy en día y con la Hemeroteca no será difícil encontrarlas). En ellas se destaca que al menos dos mendigos, tras pedir limosna a las monjas en el convento donde regularmente acudían; estas les entregaron alimentos. Algo que al parecer a los pobres les pareció inadecuado, tanto como para emprenderla a tortas con sus benefactoras. En el primer caso, le rompieron las gafas a la pobre sor y en el segundo, el mendigo tras adoptar una postura obscena con la monja, le hizo proposiciones deshonestas; insultos de los que paso a pegarla, a romper parte de la entrada al lugar de acogida y hasta a robar algún dinero de allí. Todo lo que nos aclara la reseña de ABC, fue hecho por el pedigüeño bajo los efectos del alcohol (quizás desdeando hacer a entender que si aquel hombre no hubiera llevado tal cogorza, quizás simplemente se hubiera limitado a pedir para vino -o bien a robarlo de la sacristía-).
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He recogido esas dos noticias que guardaba desde niño (en mi colección de recortes) porque ellas y otras muchas eran las historias que se comentaban en las calles y en las reuniones de Madrid -por aquel entonces-. Recordando todavía los muchos comentarios que de hechos como esos todos hacían. Tanto, que días después de aparecer publicadas, cuando uno iba comiendo la merienda por la calle y se cruzaba con un pobre, los amigos te decían: -"A que no te atreves a darle del bocata". Y era así, porque tras estos hechos a ninguno más se le ocurría ofrecerles comida.... . De ello, la medida tomada por estos dos pedigüeños había tenido sus efectos, ya que desde entonces todos se limitaban a echar dinero a sus cestas (sin atreverse madrileño alguno a poner allí otra cosa que no fuera "metálico"). Por su parte, los mendigo desaparecieron durante algún tiempo de la zona en que el artículo indicaba se había producido la agresión (en la calle Velázquez). Puesto que de merodear en esta parte del Barrio de Salamanca les miraban mal, sin darles limosna por pensar que quizás eran amigos del que había atizado a las monjas (o incluso el mismo).
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Como veníamos relatando, en la década que transcurrió entre 1978 y 1988 el país se transformó radicalmente. Siendo uno de sus más característicos cambios la paulatina desaparición de gran parte del clero. Un estamento que hasta los años setenta en España había compuesto una alto porcentaje de la población, pero que tras la muerte de Franco comenzó a disminuir a toda prisa (tal como se encogían los vaqueros de antes, al lavarlos). Tantos "colgaban los hábitos" que en aquellos días se contaba el chiste un niño al que le preguntaban en el colegio la profesión su padre y este contestaba que "sacerdote". Tras lo que el profesor le volvía a cuestionar si su progenitor después de estudiar para cura, había "colgado los hábitos". El nene le respondía que no, que tan solo se los había "arremangado un poquillo". Chiste de finales de los setenta porque por entonces los curas se casaban y se marchaban de la Iglesia, tal como ahora salen los billetes de quinientos euros por la frontera... . Debido a ello se les denominaba con el feísimo término de "cura salido"; para dar a entender que aquel clérigo había colgado hábitos. Aunque en verdad fue también costumbre especificar -trás nombrarles de ese modo-, si el sacerdote salido "lo era" o "lo estaba" (pues gracias a la riqueza de nuestro idioma se puede saber si uno "es" o "está": Bueno, malo, ido o salido).
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Fueron aquellos años también los del clérigman, traje al que le llamaban "la matrícula" por el parecido del alzacuellos con una paca automovilística. Produciendo la risa a muchos observar a los clérigos vestidos de esa guisa, cuando los habían visto comunmente de sotana. Pese a ello, los del clérigman casi nunca lucieron sotana, ya que eran los más jóvenes y sobre todo "los modernos" entre los curas. Tanto que casi todos fumaban, hablaban de Marx; mencionando las películas de Igman Bergman y se referían al Cocilio Vaticano II (en todas sus conversaciones). Algo similar hacían las "Teresianas", que fueron las primeras monjas que enseñaron las rodillas; vistiendo sin toca (ni teja de ala ancha) y luciendo una faldita siempre hasta la rodilla. Ello combinado o aderezado con calcetines largos y una toquilla en la cabeza (normalmente y a poder ser todo en "gris inmaculado" -por cuanto no había quien manchara un color así-). Igualmente, "las teresianas" hablaban de Igman Bergman y enseñaban una nueva liturgia; en la que se cantaba a guitarra en la misa (cambiando a Schubert y aBach, por el jazz y por el chunda-chunda).
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Fueron estos, los años también del Arte Granda; que intercalaba un cubismo hortera en los relicarios y en todos los elementos litúrgicos. Un arte que sustituyó los preciosos sagrarios de Trento por unas cajas que más bien parecían botiquines de barcos (con unas sardinas multicolores en la tapa). Decorando las ventanas de las iglesias con vidreras de un igual estilo a las escaleras que había en los hoteles de tres estrellas de Benidorm. Poniendo a su vez en todas ellas unos nuevos bancos de maderas duras como piedras, en los que te sentaras como te sentases, siempre te hacías daño (en la espalda o en el trasero que se te quedaba como una peseta puesta en las vias del tren). Asimismo, había que cantar en los oficios esos nuevos tonos en los que las letras con cientos de años se entonaban con el ritmillo de las canciones más horteras y actuales (habiendo quienes incluían en la Misa hasta las músicas de los Cuarenta Principales -en versión eclesiástica-).
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Por lo demás, fueron esos años también, los del cambio de los clásicos "ejercicios espirituales" por unos "ejercicios sociales". Algo que digo porque en las citadas reuniones "ejercitantes" de lo que realmente se hablaba era fundamentalmente de política. Tanto que uno se enteraba por entonces de que lo más importante era tomar "conciencia social". Así comprendíamos que se podía ser muy buen cristiano si te interesabas y participabas de la política -aún siendo ateo-; aunque era imposible seguir una buena doctrina religiosa entonces, si lo que deseabas era no enterarte de lo que pasaba por el Mundo y retirarte como anacoreta (por mucho que creyeras en Dios o en Cristo). Siendo por aquel entonces cuando también los curas comenzaron a vestirse "de paisano", sobre todo en los ejercicios espirituales; todo lo que provocaba que muchas mujeres se quedaran más prendadas de sus confesores que de los actores de Hollywood. Y con tanta novedad, tanta nueva teoría y tan nobedosas vestimentas, al final no sabíamos si salidos lo estábamos todos, o solo lo éramos algunos.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Recogemos otras dos noticias de mis "recortes de ABC" de los años setenta-ochenta. En la primera se narra como un hecho importante que un loro hubiera logrado que su dueño ganara una partida de ajedrez. En la siguiente (abajo) podemos ver que un animal de este tipo actuaba como testigo en un juicio. En el primer caso le reseña explica el lugar y el nombre del amo de aquel ave, quien consiguió la victoria en el Ajedrez gracias a seguir el asesoramiento de su mascota (refiriendo hasta la procedencia de la agencia de noticias de Muscú). La segunda reseña se refiere a Dinamarca, donde un borracho que dormía la cogorza en plena calle y con un loro al hombro, fue detenido por la policía (al resultar sospechoso). Tras ello, los agentes cuestionaron al ave por su procedencia; pájaro que respondió su nombre y el de su verdadero amo. Por todo lo que se logró saber de dónde venía y que se trataba de un animal que había sido robado (con otros muchos) en aquella pajarería a la que el loro se refería. Aunque este artículo señala que pese a todo no había ayudado a dar con el paradero del resto de sus "hermanos" hurtados; ya que al haberle preguntado varias veces la policía dónde estaban esos otros pájaros que el borracho había sustraido, el loro no supo responderles... .

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Los loros, que hoy en día apenas vemos en las casas, eran hace veinte o treinta años mascotas tan comunes como puedan serlo actualmente los gatos. Ello porque por aquel entonces los felinos no estaban muy bien vistos dentro de las casas; tanto que se dejaban a la intemperie y vivían a sus anchas por los tejados, los graneros o las carboneras (en busca de ratones). Así, en el interior de los hogares solíamos tener perros enormes, que se usaban de guarda (entonces no había Prosegur). Canes que en su gran mayoría odiaban a los gatos de forma atávica, ya que no estaban tan civilizados -o democratizados- como hoy en día (en que se les vé convivir a unos y a otros bajo un mismo techo y sin problemas -cosa imposible hace tres o cuatro décadas-).
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Tal como decimos, en los años setenta y hasta los ochenta, en cualquier casa había loros; pájaros a los que se les enseñaba a pronunciar extrañas palabras. Al respecto, recuerdo que mi hermano no pudiendo hacerse con un lorito, se compró un "mina"; un cuervo de la India que igualmente era capaz de imitar todos los sonidos. Pero el "mina" era mucho más duro de oido que los papagayos, los guacamayos y que esa familia de aves americanas. Tanto que tras meses intentando que "el Bartolo" (así se llamaba) dijera "coño", no hubo forma de que repitiera sonido alguno. Finalmente y harto mi hermano del Bartolo -que ni hablaba ni hacía gracia alguna y solo parecía un cuervo con corbata-, lo llevó al lavadero; dejándolo allí "exiliado" (junto a la lavadora). Transcurridos varios meses, oimos con gran asombro que aquel pájaro imitaba el "run-run" de la lavadora y el de la secadora, casi de forma perfecta. Algo horrible, porque el Bartolo no paraba de centrifugar, secar y lavar (día y noche, noche y día). Todo lo que obligó a que no pudiéramos sacarlo ya nunca más de la cocina; a la vez que cuando llevaba horas haciendo "la lavadora" (con su salto de programa, entrada de agua, lavado, centrifugado y aclarado). Le teníamos que poner un gran trapo negro sobre la jaula, para que creyera que se había hecho de noche y cerrase el pico.
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Por su parte, hace treinta o cuarenta años, los loros salían a las terrazas en verano como los caracoles al sol. Así desde mayo a octubre, se podían ver colgadas sus jaulas en las fachadas de medio Madrid, donde siempre se paraban niños para enseñarles palabrotas. Siendo por entonces normal que al encontrar por las calles una de estas jaulitas, que todos hiciéramos un alto y dijéramos un improperio, por ver si el ave lo contestaba -o bien para lograr que un día lo repitiera-. Asimismo cuando veías un pájaro que silbaba y decía "guapa", sabías casi siempre, que era el de un viejo; mientras si lo que repetía era "lorito bonito", se trataba de la mascota de una vieja. En referencia a sus áreas, donde más loros se veían colgados de las paredes por Madrid, era la zona de los Austrias y la de El Rastro. Lugares donde nunca faltaba un local de comidas en cuya entrada estuviera colgada la jaula. Tras ello, si mirabas a la pared te solías encontrar un rótulo que ponía: "Bar el pirata"; o bien, "Mesón el papagayo". Allí se paraba uno, miraba al ave y con algo de sigilo se dirigía a ella, diciendo: -"Puta"-. Antes de que el loro pudiera contestarnos, siempre salía un camarero (o el dueño), gritando: -"¡Nene, no le digas eso que lo repite a los clientes... Anda y vete, que te voy a explicar yo con este palo cómo se le enseñan palabrotas al loro!" -
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EN LA IMAGEN SOBRE ESTAS LINEAS: Arriba recogemos otra de las noticias de ABC de los años setenta, en la que se comenta que un hombre hacía huir a los homosexuales valiéndose de petardos y tracas (con los que les asustaba). Terminando por explicarnos que el individuo se valía de esa "artillería" para dispersar a los que merodeaban por las noches en las cercanías de la Estación de Autobuses de Valencia. Evidentemente, vemos que ni fue detenido ni amonestado o multado, pues tras leer la noticia se comprende que aquel método había sido utilizado como un sistema disuasorio de "mariquitas"... Lo que quizás por entonces se veía normal -o comprensible-; algo así como el que pone un "espantapájaros escopeta" en su finca, para evitar con el ruido del disparo, que las aves se coman las cosechas.
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Como podemos ver en la reseña, uno de los temas más curiosos en aquellos tiempos era este del trato que daban por entonces a los homosexuales. Recuerdo que cuando salieron los aparatos de música Stereo, en los pueblos les decían Mono-Sexuales, pues esos hombres no eran en Stereo (de dos bandas) sino monos (de una sola linea). Asimismo, en algunos casos les utilizaban como el hazmereir del lugar, cuando no los trataban como payasos de ferias. Los más afortunados lograban trabajar colocándose en el espectáculo, pricipalmente en Andalucía (donde al menos las mariquitas tenían un lugar en la Sociedad). Sobre ello cuentan que cuando fue Estrellita Castro a ver una de las obras de Don Jacinto Benavente (tras recibir el Nobel), se acercó al autor y le dijo: -"Don Jacinto, no sabe cuanto le quiero. Yo tengo un hijo igual que Usted"-. El dramaturgo le preguntó si su hijo era escritor, a lo que la folklórica le replicó: -"¡Qué va!. Qué va a ser escritor; es Mari...cor; y buenísima gente. Vamos, que está "pa" darle otro Nobel."-.

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Como digo, por aquel entonces los "monosexuales" tenían su Calvario (penitencia que parecen no querer quitarles ni a día de hoy algunos obispos). Pese a ello, en ciudades como Sevilla conseguían integrarse y lograban llevar a cabo espectáculos donde tuvieron grandes éxitos imitando a las folkóricas. Actuaban vestidos de mujeres, con toda la pelambrera en el pecho y en las piernas, y cantando asi transformados por: Sarita, por la Piquer o por Estrellita Castro (contando geniales chistes y logrando hacer de aquellos antros, algunos de los más divertidos cafés teatros de España). Poco antes de los días en que fui a vivir a Sevilla -para hacer la mili- se extinguieron esos famosos teatrillos, entre los que destacó uno llamado El Oasis, en donde actuaban La Soraya, La Tornillo y La Rocío.
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El (la) primero/a de ellos/as -Soraya- decía que había sido repudiada por el Sha de Persia al tener matriz infantil. Se trataba de un sevillano que medía casi dos metros y pesaba como cien kilos; vestía un traje de faralaes que le venía pequeño, por cuyo escote salía más pelo que los de un gorila. Si te encontrabas a La Soraya sentado, los volantes del traje de gitana no le daban ni para taparle hasta la rodilla y por debajo le salían dos tubos peludos que más parecían las patas de King-kong; su verdadera profesión había sido la de camionero (aunque afirmaba ser la favorita del por entonces Sha -Rezza Pahlevi-). Estas y otras cosas eran las que ocurrían en aquel tiempo por España (antes Spango); una piel de toro que recogía extrañas costumbres y extrañisimas gentes. Unas buenas, otras mejores y muchas peores.