lunes, 13 de mayo de 2013

SOBRE BURROS, PERROS, CARROS Y CERROS (Crónica del Spango IV) Dedicada a mi hermana María José -Mico-, que me enseño a querer a los animales (con los que ella tanto disfrutó en Extremadura).

A María José Gómez-Morán Santafé (mi hermana, Mico)

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SOBRE ESTAS LÍNEAS: Mi hermana Ma. José -a quien le encantaban los animales-, montando en burro con unos ocho años (en Finestrat, Alicante, hacia el verano de 1965) . Contábamos en nuestra entrada anterior que quizás el lugar en que mejores momentos pasamos de niños fue en Extremadura (más concretamente en Madroñera). Allí, junto a los burros, las gallinas y las vacas, los caballos y los perros; la vida transcurría feliz. En ese lugar merecía la pena madrugar a pleno alba, tan solo por levantarse en mitad de campo escuchando los sonidos de su amanecer; con los pájaros cantando y los diferentes animales despertando. Así, entre esas peñas y montes con grandes berruecos de granito y entre aquellos rios y charcas que en Extremadura -durante su primavera- son estanques llenos de flores, ranas y peces. Muy cerca de Madroñera y de Trujillo, a pleno campo, pasábamos los mejores momentos de niños. Unos jugando a los indios, otros a los vaqueros y los demás a cuidar las vacas, caballos y gallinas... Todos en la salud plena que la Naturaleza entrega.
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Recordaba en mi pasada entrada los remordimientos que aún siento cuando pienso mi borrico. Se llamaba Perico y tanto me acuerdo de él, que uno de los días más tristes de mi infancia fue cuando mi madre tuvo que venderlo por quinientas pesetas (tres euros de hoy). Regresábamos a Madrid y se cerraba para siempre la casa que tenían mis progenitores cerca de Madroñera; por lo que nadie se podía hacer cargo del pobre asno. Aquel burrillo era un primor y listo como el rayo, porque había sufrido todo tipo de calamidades en su pasado. El tío José (Melitón como le decían en Madroñera) me había contado que tenía un carácter difícil porque cuando era aún pollíno -apenas con cinco meses- para divertirse en unas fiestas, lo habían arrojado a un pozo; de donde luego le sacaron con una soga. La cosa es que Perico era bien desconfiado, pero ni a mí ni a mi hermana (Mico) nos mordía nunca. Eso sí, en cuanto se cansaba de tenernos a la grupa, aceleraba el paso y al trote conseguía hacernos caer (por un lado o de frente). Más aún acostumbraba a hacerlo si íbamos dos encima; momentos en los que harto del peso en el lomo, comenzaba a dar saltos hasta que desde allí y emparejados, nos tiraba al suelo (mientras intentábamos uno y otro agarrarnos a parte alguna de la montura, del rabo, o de las crines). Porque el animalillo se aceleraba a paso de pura sangre cada vez que se cansaba de ser montado y para deshacerse de los que llevaba a cuestas daba más botes que un baloncestista.
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Una vez en el suelo, con el trasero hecho polvo y llenos de lo que fuera (porque uno caía lo mismo sobre una boñiga que sobre hierba, o un charco), le decíamos: -"¡Pero Perico, qué malo eres!". Entonces, el pollino se paraba, nos miraba allí derribados y se reía; abría la boca, rebuznaba y se volvía. ¡Malo era el pollino, peor que un rayo; pero para un niño la cosa más divertida que podía encontrarse!. Mi prima Paloma puede recordar esas andanzas del burro que no había quien lo domara y que tantas veces nos tiraba; hasta que desistíamos de subirnos a su grupa. Por su parte, yo me propuse educarlo y para conseguir que corriera o anduviera, me enseñaron que lo mejor era ponerle guindillas bajo el rabo. Así, cuando ya no quería andar; costumbre que tomó hacer cuando estaba diluviando o nos encontrábamos a muchos kilómetros de la casa (con frio, hielo, noche, o lo que fuera); tomábamos lo primero que hubiera para ponérselo bajo la cola y que echase a trotar. El éxito del experimento fue tal, que conseguí presentarme a las carreras de burros, en las que gané con el Perico gracias este "dopping": Dopaje que consistía en meterle bajo el rabo unas guindillas; por lo que cuanto más lo cerraba el pobre Perico -mucho debía picarle-, más se exprimía la "esencia de aquello" que iba a parar a "sálvese la parte" (todo lo que hizo de él un verdadero campeón).
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BAJO ESTAS LINEAS: Mi madre de joven (sobre 1948) con un chucho suyo; ella fue quien nos inculcó el cariño hacia los animales. Por cierto, la raza canina del perro que tiene su lado, es la que los ingleses tan finamente denominan "pointers" -porque apuntan o marcan "el point" del lugar en que está la pieza (de caza)-. Pese a ello, en España se les llamaba en el campo "perro puente". Nombre que al parecer -según me contaron y confirmaron- se debe a que tiene la nariz en forma de dos arcos; haciendo un "puente"; lo que les daría esa denominación... .
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Por todo cuanto narro, comentaba al principio, que aún siento vergüenza por haber martirizado de ese modo y de niño al birrito que me acompañó en tantos buenos momentos de la infancia. Pero eso sí, la verdad es que se lo merecía porque la terquedad de Perico nunca la conocieron en burro alguno extremeño (y mira que son testarudos los asnos). Se paraba y no andaba ni empujándolo entre cinco personas; por más que uno tiraba de las riendas, se quedaba en su sitio y hasta llegaba a romperlas. Además, como uno siguiera intentando montarle o hacerle caminar, ya se rebelaba, pegaba dos botes, tres coces al aire y se escapaba campo adentro (hasta la noche en que siempre regresó al establo a dormir y comer). Listo como el rayo, pero más malo que un dolor de cabeza en la Feria de Sevilla. Todo ello se debía -conforme afirmaba Melitón- a que "de niño" le habían tirado a un pozo. Algo que le marcó el carácter como a otros tantos asnos a los que les habían hecho "perrerías"; "cosas" que como su nombre indica, tan solo se deben de hacer a los perros... .
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Sobre este tipo de casos, aun recuerdo lo que me contó un primo -que es tocayo mío- y que de pequeño viajaba por los pueblos con su bajo y su orquesta. Comentaba como al ir a tocar en unas fiestas, una noche le había dicho un viejo del lugar que aquello de las cuchipandas y las discotecas, pues era un aburrimiento. Que ellos, de jóvenes y durante los festejos, no necesitaban de bailes y menos de discotecas; que se sabían divertir de verdad. Pues para entrenenerles no tenía que venir nadie de fuera; ya que hace años les bastaba con montar un burro a un carro. Así con el asno encima del carricoche, los mozos iban por todas las calles, para arriba y para abajo, acarreano del vehículo con el burro dentro... . Hasta que se cansaban, momento en que tiraban el asno y el carro al pilón... . ¡Eso sí que era una juerga! (según decía). Pero los tiempos han cambiado y muy mucho; tanto que ahora el divertimento en la ciudad y en el campo es casi el mismo. .
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BAJO ESTAS LINEAS: Mi hermana Maria José con su perro de campo (Cripi) y el de mi prima Paloma (detrás, Togo). Foto tomada hacia 1970 en Las Infantas; una casa que tuvieron mis padres entre Madroñera y Trujillo. Allí se divertían como nadie estas dos (Paloma y Mico) jugando a los vaqueros, con los perros y hasta con las lagartijas. Un día el tio Juan -que era como se llamaba el pastor-, les dijo que podían utilizar y vivir uno de sus chozos: El edificio que vemos en la parte trasera de la foto. Así que se dispusieron a arreglarlo para darle buen uso y lo primero que hicieron fue comprar materiales para encalarlo. Tras unas horas pintando allí, aparecieron las dos en casa con las manos como tomates, porque no habían dejado "cocer" la cal y se habían quemado hasta las ropas, encalando en vivo. No paraban de inventarse cosas y a cada cual más curiosa; yo -que era bastante más pequeño que ellas- las observaba con admiración (aunque solo fuera por el riesgo que conllevaban las picias que hacían).
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Como bien digo, las formas de divertirse antaño eran muy distintas. Por ejemplo estas dos -Paloma y Mico- tuvieron por costumbre durante una época jugar a los perros... . -Sí, sí; como lo leen; a los perros-. El jueguecito era bien barato y para llevarlo a cabo tan solo se precisaba de una correa y un collar; ya que consistía en salir a la calle haciendo una de perro, mientras la otra figuraba ser su amo. Así hasta que se cansaba la que iba a cuatro patas y encadenada; pasando el turno a la que estaba de pie, quien tomaba el relevo y se ponía a simular el can. Ello no sería muy raro si no hablásemos de un Madrid de los años sesenta, en los que era bastante curioso oir a los vecinos decir a mi madre: -"Maria Teresa, el otro día ví a tu hija con tu sobrina. Iban las dos muy monas, estuvieron toda la mañana por mitad de la calle Narvaez; una parecía un perro y la otra sujetaba la cadena-". Mi madre no sabía dónde esconderse y se hacía la despistada... . Lo peor de aquello era el regreso a casa, tras una jornada canina; porque venían con las ropas de un color más negro que la radiografía de un grillo. Así que a la vuelta siempre les tocaba regañina, echar la ropa a lavar y meterse en la ducha; tras los consabidos gritos de todas aquellas a las que les tocaba limpiar esa prendas que -trás haberlas arrastrado por medio Madrid-, habían quedado peor que las de un carbonero.
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Aunque en Extremadura no existía este problema; porque no había que bañarse (por lo menos, yo estaba exento de esta obligación higiénica). Para mí de niño aquello era el paraiso porque no me tenía que meter en la ducha, ni visitar una bañera durante todo el tiempo que estábamos allí; ya que apenas había agua en la casa. Estábamos en pleno campo y no había forma de subir más agua que la que daba un triste pozo; la que se usaba para abastecer a las personas que más la necesitaran. Así, que como yo era muy niño (menor de siete años) me excluyeron del zafarrancho de baño y hasta me "escaqueaba" a veces de lavarme los dientes. Eso lo contaba yo en el colegio y ni se lo creían; al oirme, todos decían con admiración: -"Cuando Ángel se va al campo, puede estar hasta dos semanas sin tener que lavarse; ni las manos siquiera... .¡Qué lujo, como en el verdadero Oeste!"-.
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IMAGEN BAJO ESTAS LÍNEAS: Mi prima Paloma con su perro Togo, en Las Infantas (Madroñera). A ella le gustaban los animales más que las personas y siempre afirmaba que eran mejores los canes que los seres humanos. Para demostrarnos su axioma tenía un sistema irrefutable, preguntando qué nos daba más asco, si una caca canina o una de persona. Todos contestábamos que las cagarrutass perrunas eran menos asquerosas; así que la conclusión cierta obligaba a suponer que la canina era superior a la especie humana... . Algo de razón tendría (¿Digo yo?).
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Mucho se hablaba a los de mi clase en el cole, sobre aquel sueño que yo vivía, relatando que Extremadura era como en el "Far West"; sin necesitar uno lavarse y todo el día bajo el cielo raso. Tanto fue así, que algunos no se lo creían; por lo que muchos de mis compañeros vinieron a ver ese paraiso con sus propios ojos. Por fin allí lo experimentaron. ¡Era verdad!. Nos dejaban hacer lo que quisiéramos, tanto que nada más levantarse, uno se ponía la ropa y al campo a jugar con las lagartijas (sin necesidad de tener contacto con aquel líquido elemento que de niños tantas alergias nos causaba). Aquello llegó a ser tan del Oeste y tan de película, que entre los amigos decidimos que no había que lavarse ni los dientes (quién imaginaba a un verdadero vaquero con un cepillo de dientes, entre el Winchester y la canana de balas...). Fue por entonces cuando debíamos de oler ya como chotos; tanto que a mi madre se le hacía insoportable. Así que un día nada más levantarnos nos colocó a todos en fila -creo recordar que éramos cuatro: Carletes, Quique, Juan y yo- y nos dijo que habíamos de lavarnos al menos los dientes, que los teníamos peor que el zurrón de un soldado.
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En ese momento mi compañero Carlos dijo: -"No puedo, no tengo"-. Mi madre algo enfadada contestó: -"¿No tienes cepillo?. Pues te doy uno. Y si lo que te falta es pasta, en el cuarto de baño la hay"-. Seguidamente el Carletes respondió sonriendo: -"No tengo dientes"-. Y abrió la boca enseñando que se le habían caido todos los de leche a la vez, quedándole apenas alguna muela en la boca. Fue ese momento en el que dijimos los demás: -"¡Qué suerte! . No tiene dientes y no van a obligarle a lavárselos"-. Seguidamente fuimos todos al baño a darnos con el cepillo y Carlos también, pese a que nadie entendía por qué mi madre le obligaba a lavárselos a él, si no le quedaba ni uno... . La cosa es que no comprendimos nunca por qué sin tener dientes, había que cepillarselos; ya que las muelas y la boca, no entraban en el concepto de higiene bucal (un exceso, en nuestra opinión). Por lo demás, cuando regresábamos a Madrid y nos obligaban a tomar el primer baño. En ese momento hacíamos un concurso muy divertido, que consistía en de ver cual de nosotros dejaba el agua de la bañera más sucia. Finalmente tal concurso fue quitado del "programa de regreso", porque siempre había "tongo", ya que algunos cerdos vaciaban las botas llenas de arena en el agua del baño, para que les puntuaran más.
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BAJO ESTAS LÍNEAS: En la imagen, foto del Puerto de Santa Cruz, monte que se veía desde Las Infantas y donde los pastores me habían contado que estaba enterrado Viriato. Muchas eran las historias sobre este pastor lusitano que se narraban entre las gentes del campo entonces, y hasta había algunas de "mucho miedo". 
Recuerdo una muy impresionante para un niño, que les escuché; contando aquellos cómo al echarse una oveja a los hombros Viriato, oyó una voz a sus espaldas. Se volvío y viendo que no había nadie, se dió cuenta de que era el cordero quien le hablaba. Mirándole asustado preguntó al animal si era él quien profería esas parabras, a lo que este (aún sobre sus hombros) le replicó: -"A que tú no tienes los dientes tan lindos como yo"-. Tras lo que la oveja de Viriato empezó a reir de una forma horrible (los pastores entonces imitaban esas risas, con "voz de oveja que enseña los dientes" y a mí me daba mucho miedo... Yo es que siempre he sido bastante"cagón").
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Esa historia tan boba, de niño puede impresionarte; una leyenda que me ha venido a la memoria al escribir lo de mi amigo y el cepillo dental. Por lo demás y como ya dije; cuando llegué a Extremadura lo único que quería en la vida era ser pastor, como Viriato. Además allí (en el campo) ya me informaron de que para esa profesión que había elegido, no hacía falta seguir estudiando; así que hacia los cinco o seis años decidí jubilarme, o terminar el colegio. Mis padres no me dejaron (lógicamente) y ello fue un terrible fracaso para mí; que cada vez que regresaba a Madrid y tenía que ir al "cole", lo hacía deprimidísimo. Por lo demás y para demostrar que quería ser pastor, comencé a hablar en castúo a todas horas (principalmente en Madrid); imitando perfectamente no solo el habla de los pastores, sinó también sus tacos... . Lo cual me supuso que me llevara más de un manotazo, porque en la capital no era normal eso de decir en la mesa: -"¡Qué caraju, que joío y que rico esta estu"!-.
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Para darse cuenta de que uno es tonto a veces no hay más que ir al campo. Allí hablando con las gentes -de pueblo o del monte (normales y corrientes)-, se siente vergüenza ya desde pequeño de los complejos y de las tonterías que uno tiene en la cabeza. Pese a ello, sin esas "boberías" es que no hay quien se adapte a la ciudad, porque en las urbes las chorradas son la alegría de la huerta -y muchas veces hasta el motivo de vivir-. Este es un hecho que experimenté por primera vez a los siete años y tras haber hecho la Primera Comunión. Recuerdo que fue un mes de mayo de 1968, y cuando regresé a Extremadura, el fin de semana siguiente de haberla celebrado. Allí,  como siempre hacía por las mañanas, me acerqué al vaquero a por leche. Se llamaba Luis el que encargaba del ganado del "Señor Isaías" -al que por rico todos denominaban "Judaías"-. Estaban a unos metros de casa; donde ordeñaban a diario a la Lucera, que era la que tenía la leche que más me gustaba. Así, esperando que Luis me llenara el cubo, le enseñé el regalo que me habían hecho mis padres por la Comunión; se trataba de era un reloj Seiko de acero y acuático -una novedad por aquel entonces-.
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El vaquero lo vió con asombro y luego me dirigió una mirada un tanto despectiva; trás ello me dijo con mucho aplomo: -"Mi reloj también es acuático"-. Me dicuenta de que llevaba un Festina de los más baratos, con correa de cuero; siendo imposible que "eso" resistiera bajo el agua; así que le pregunté: -"¿El tuyo es acuático?"-. Se quedó observándome con ojos de juerga y replicó: -"¡Toma claro; no lo ves!. Aquí estoy ordeñando con el Festina puesto; no solo es acuático, es lechático. Además cuando llueve también lo puedo llevar"-. Fue en ese momento cuando le intenté explicar que acuático significaba que aguantaba bajo el agua, tanto que yo en esos días ya podía hasta consultar la hora en la bañera... . Entonces y dándole la risa me contestó el vaquero: -"Ay Angelito; qué tonto que te estás poniendo; me gustabas más cuando querías no ir al cole y ser pastor. Eso sí, como sigas mirando la hora bajo el agua te vas a quedar calvo. Todos los que consultan el reloj en la bañera se quedan calvos, porque el asunto afecta al `torrao´"... .
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Sin saber lo que era el "torrao", me quedé muy preocupado y regresé a casa con el bote de leche; esa mañana me preguntaban qué me pasaba, porque me veían raro cuestionándome por las cosas que hacían daño al "torrao" y las que producían la calvicie. Decidí entonces nunca más mirar la hora en la bañera (aunque me encantaba, era la única ilusión que tenía en aquel "lugar de tortura"); y sobre todo, quitarme ese reloj tan elegante en Extremadura, para que no se rieran más de mí. Lo guardé y solo lo usaba en Madrid -para enseñárselo a los "niños pijos"-, aunque resultó que los shabía tan "requete-pijos" que me informaron de que llevaba "una patata con pulsera" (pues solo eran buenos los Rolex). Desde aquel entonces no uso reloj, no sea que alguien se moleste... .
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BAJO ESTAS LÍNEAS: Nuestro perro Kabul en la casa de Extremadura: Este chucho era de lo más especial y como puede verse en la fotografía, se sentía guapísimo. Un complejo de superioridad que resultaba de los más incómodo ya que no consentía mancharse ni en el campo. Había que lavarlo más que a una patena, peinarlo más que a Bob Marley y era un can tan presuntuoso como Liz Taylor -con toda la gracia que puede tener un perro que se siente el Robert Redford de su especie-. Su conciencia de que era más bonito que los demás le llevaba a granjearse las envidias de otros, que con más pinta de lobo que de perro, le soltaban unas colmilladas que lo aviaban. Aunque el Kabul, como buen presumido, se gastaba unas malas pulgas de cuidado, y no se achantaba ni ante los mastines más rudos del campo. Por lo demás, allí (en Madroñera) tenía su novia, que era la perra del pastor; ella de raza "siete leches ibérica" y que no levantaba más de treinta centímetros del suelo. Y es que el amor no conoce límites.
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Continuando con las historias que narrábamos -de mi hermana y su íntima amiga (la prima Paloma)-; recuerdo también que entre sus entretenimientos de entonces, estaba el de condecorarse con rabos de lagartijas. Ello consistía en que cada vez que veían un infeliz reptil de estos, se avalanzaban sobre aquel y le quitaban la cola; rabo que luego se pinchaban en la solapa -con un imperdible- como si fuera una verdadera medalla. La gracia estaba en que la cola de lagartija no paraba de moverse sobre la tela donde la habían fijado y parecía aquello un bicho; con lo que todos quedaban muy impresionados. Eso y llevar ratones blancos en cualquier sitio -en los bolsillos del pantalón, de la chaqueta, en las mangas o bajo el gorro- eran las más "normales" costumbres que tenían aquellas dos niñas (que por aquel entonces no habrían cumplido los catorce años). Quienes además se reían haciéndoles leer a los ratones el periódico, algo que consistía en tomarlos por el cuerpo y pasearlos sobre las hojas de prensa; de tal manera y como las ratas hacen el gesto de ir oliesqueando, parecía que realizaban una lectura minuciosa de lo allí escrito.
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Para terminar narraré otra extraña costumbre de antaño (muy extendida entre todos nosotros por aquellos días); que era la de guardar los escorpiones en cajas de cerillas. Una manía imbécil de niño y que por suerte no produjo nunca un accidente. Ya que de vez en cuando, el alacrán allí encerrado sacaba "el pincho" -tras conseguir abrir la cajita-; de lo que como uno lo llevase en el bolsillo del pantalón, podía ser picado junto al "peor sitio". Por suerte nuestros padres nunca se enteraron de que llevábamos escorpiones en las cajas de cerillas y por mayor fortuna, un hecho tan idiota no produjo jamás un accidente (que pudo haber sido fatal).
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Finalmente, me gustaría recordar otro sucedido bastante curioso y que se refiere a un tiempo algo anterior; cuando mi hermana mayor hizo la Primera Comunión. Siendo estos los años en que mi padre aún no había llegado a Madroñera y trabajaba de arquitecto municipal de Coria y Plasencia. Así resultó que tras hacer la mencionada Comunión, en la puerta de la iglesia aparecieron unos clientes de Coria (que le debían muchos favores); quienes querían mucho a mi progenitor, tanto que vinieron desde allí a regalarle una burra a su niña. El asno venía perfectamente enjaezado a la extremeña y hasta llevaba los cascos pintados en oro, cascabeles por doquier, la cola recortada, el pelo raso como las mulillas y las crines rapadas. Parece ser que incluso la montura era preciosa y les encantó a todos el regalo; pero viviendo en Madrid, se les planteó qué hacer con el borrico... . Pues nada, ni corto ni perezoso, mis padres metieron a la burra en una plaza de garaje donde allí vivía. Pese a ello, un problema más surgió, ya que el asno no respondía ni obedecía; debido a que quienes se la regalaron nunca les dijeron el nombre. Tras mucho preguntarles, ya un día contestaron a mi padre: -"Perdone, pero no nos atrevíamos a decir cómo se llamaba la burra, porque le nombran igual que a su esposa: La Señora Teresa"-. Tras conocerlo, mi progenitor regresó a casa muy contento comentando: -"Todo solucionado, ahora sí que va a obedecer la burra, porque ya sabemos que se llama Teresa"- . A mi madre no le hizo mucha gracia tanta coincidencia; y es que en Coria enseñaron a cantar a mi padre esos versos "castuos" que decían:
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"Qué buenas son, que buenas son;
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qué buenas son, las mujeres.
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Qué malas son, que malas son;
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qué malas son, cuando quieren"
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BAJO ESTAS LINEAS:
Para terminar recojo esta curiosa noticia de entre mis recortes de prensa antiguos. En ella, el ABC (tristemente no conservé la fecha ni página) da cuenta de que un burro fue invitado de excepción en una boda de Puente Genil; porque los novios tras casarse, habían utilizado este "vehículo" para moverse desde la iglesia al fotógrafo y luego para ir al banquete. Pese a todo, en nada nos extrañaba esta noticia que recorté; puesto que mucho más divertido fue lo que vimos poco antes y a principios de los años setenta, en la boda de la hija de un famoso arquitecto de Madrid (buenísima persona y que falleció muy joven -apellidado Casiniello-). Aquella novia era tan moderna que quiso realizar algo parecido a lo del burro, pero con su moto. Le encantaban los motores de gran cilindrada y en uno de ellos decidió salir de la iglesia tras casarse; cabalgando el novio una veloz Harley , con la novia a la "grupa" (detrás). Aunque el traje y la cola de recién casada pronto quedaron enredados en los radios y cadenas de la moto, que al ser tan potentes redujeron a harapos el vestido de ella, dejándola sin ropa frente de todos los invitados (hubo hasta aplausos).
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domingo, 5 de mayo de 2013

El Linterna de Almendralejo y algunos recuerdos de Extremadura (lugar de mis orígenes): CRÓNICAS DEL SPANGO III.

ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general, que contiene los artículos que hemos editado en “DEL CIPANGO AL SPANGO". PARA LLEGAR A ELLOS, hacer clik sobre:  https://delcipangoalspango.blogspot.com/2023/01/indice-de-articulos-de-del-cipango-al.html


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ARRIBA: Castillo de Coria en Cáceres, población de la que mi padre fué entre los años 1955 y 1962 arquitecto municipal. Le encantaba Extremadura y debido a ello trabajó para los ayuntamientos de algunos pueblos que se encontraban en el camino entre Madrid y Coria (Brunete, Plasencia etc); al parecer en unas fiestas de El Pilar -del año 1960- y en que iría mi madre a verle, debí de "aparecer" yo en escena. Nueve meses después (un 13 de julio de 1961) nací en Madrid, aunque mi padre decía siempre que yo venía de Coria. Este hecho y el comentario que sobre aquello hacía mi progenitor marcó mi vida, tan ligada en lo estético a Extremadura (una de las tierras más bellas en paisajes y monumentos).
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ARRIBA: Apartamentos nido de cigüeñas en Cáceres (próximo a Trujillo). Las cigueñas que antes anidaban en los postes eléctricos, tejados y árboles;  se han visto sometidas en Extremadura a un "plan de vivienda social". Un ejemplo de ello son estos postes sobre los que anidan en masa y que realmente parecen apartamentos, o ciudades dormitorios. Cuando veo las cigüeñas extremeñas recuerdo siempre algo que muy de niño hacía en Madroñera (el lugar en que pasábamos las vacaciones). Ello consistía en ir montado en burro y llegarme hasta Trujillo, parando en su entrada donde había un hotel que se llamaba ASÍ: Las Cigüeñas. Allí normalmente entraba a pedirles azúcar, diciendo que era para mí. Muy amables me regalaban algunos terrones que me guardaba en los bolsillos y que tras salir del hotel (al doblar la esquina), se los daba a mi burrito. Aquello era como echar gasolina "súper", pues cada vez que me montaba en mi Perico (como se llamaba el borrico) y enfilaba el camino de Trujillo, aquel animal ponía "el turbo" y llegaba al galope hasta ese pueblo. Lo que me dejaba la espalda y la rabadilla destrozadas, porque la montura del pollino no es como la del caballo, haciéndote cabalgar a horcajadas y sin control sobre la grupa.
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Por lo demás y sobre el pobre Perico -el burro- aún recuerdo cómo era de listo; tanto que cuando volvíamos a Madrid (después de las vacaciones), en el momento que nos veía meter el equipaje en el coche, se desparramaba y comenzaba a revolcarse por la hierba, partido de risa. La primera vez que me dijeron que se estaba regocijando porque nos íbamos (y ya no tenía dueño, ni quien le montara), no me lo creía; pero tras varios años pude comprobar que los burros se jactan y se remueven por los prados, cuando ven que aquel que les domina -y monta-, se va. Aunque no me extraña nada que se alegrase tanto de mi despedida, pues aún tengo el pesar y el arrepentimiento de lo que yo le hacía de niño. Sobre todo cuando echábamos carreras de burros, en las que ganaba el más rápido; para lo que me había aleccionado el tio Melitón que lo mejor era ponerle guindilla dentro del rabo al pobre asno y que con "el picor del culillo", corriera. Así lo hacía en las carreras y cuando le inyectaba el "dopping" bajo la cola, aquel pobre equino tomaba las de Cain (iba con el "turbo", llegando siempre a la meta el primero). Cosas y casos de hace casi cincuenta años y de los que uno hoy se arrepiente por haber sido tan cruel de niño.
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SOBRE ESTAS LINEAS: En nuestra anterior entrada hablábamos del recorrido en la A-5 (desde el Kilómetro 275 al 150). Hoy traemos una imagen tomada junto al 272 en que se encuentra el Puerto de Santa Cruz, en cuya cima existía la leyenda de que estaba enterrado Viriato. Aquella montaña en imagen y que se veía desde el lugar en que pasábamos de niño las Navidades y la Semana Santa, era en la que todos los pastores extremeños afirmaban que se hallaba la tumba del guerrero lusitano -que mantuvo en vilo a Roma-. Cuando tenía yo unos cinco o seis años, en los chozos de los pastores me contaron la historia de Viriato; y como yo no sabía quien era, uno de los más viejos al que llamaban "el tio Juan" (ganadero principal de la zona), me sacó del brazo del chozo. Así cogido y señalándome hacia la montaña del pico de Santa Cruz me dijo: "-Allí, en esa loma está enterrado uno de los pastores que más pelotas tenía de Extremadura. Vamos, que se las hizo pasar putas a los romanos. ¡Era un tio `cojonuísimo´!.-". Fue esta la primera vez que me encontré frente a la Historia, verdadera y real; relatada de primera mano. Después, cuando entré a la choza, todos hablaban de leyendas sobre Viriato, mientras comían y compartían alrededor de la lumbre.
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ARRIBA: Tierras entre Madroñera y Trujillo donde pasábamos las Navidades y la Semana Santa de niños. Mi padre había sido arquitecto municipal de varios pueblos de Extremadura y por ello cuando le fue bien económicamente decidió no cobrar a quien lo necesitara. Viendo aquella posibilidad, un hombre llamado Julio (no recuerdo su apellido) que era alcalde de Madroñera, le pidió que trabajase para su población, ya que necesitaba desarrollarse. Tanto fue así que mi progenitor regalaba todo proyecto y hasta a veces las obras; así y no sabiendo como corresponder con él, el consistorio decidió regalarle una parte de un cortijo. Aquella finca se llamaba Las Infantas; un edificio antiguo, entre Madroñera y Trujillo, que mis padres rehabilitaron. Parece ser que se trataba de unas tierras donde había dormido o vivido Felipe IV (posiblemente tras casarse con su prima de Portugal), por lo que habían conservado el nombre de sus hijas, denominándose las tres casas del lugar como cada una de las infantas de aquel rey (recuerdo que la nuestra era la "Infanta Teresa").
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Tras 1976 y al llegar La Transición, algunas gentes del pueblo (muy pocas) decidieron que aquella cesión o regalo hecho por el antiguo alcalde era ilegal -tal como al parecer resultaba, pues os terrenos municipales no pueden venderse ni regalarse-. El pobre Julio intentó explicarles que D. Mario -como llamaban a mi padre- no se trataba de ningún franquista, ni menos de una persona aprovechada; sinó que era un "progresista" y que precisamente había beneficiado mucho al pueblo. Eran épocas de revoluciones (poco antes se había producido la de Portugal). Mis padres tuvieron miedo de pernoctar allí (en esos años había fuertes "movidas" sociales) lo que nos obligó a marcharnos de Las Infantas poco después; ya que la ley marcaba que no se podía ceder un terreno del Ayuntamiento a un privado. Tenía yo unos dieciséis años y aún recuerdo con gran tristeza los contenedores de mudanza llejando de Madroñera, salvando los muebles y platos de la finca. Eran enseres muy interesantes porque mi madre -aficionadisima a la artesanía- se había hecho muy amiga de Santiago (el anticuario de Trujillo y Madroñera). Aquel Santiago -al que muchos despreciaban por ser un tanto "amanerado"- hacía unos gestos muy raros que yo observaba de pequeño. Tanto me llamaron la atención que los imitaba perfectamente para provocar la risa de todos; pues este hombre siempre decía (mientras giraba los brazos y el torso de forma cómica) que su "genero" era: "-¡Antiguo, antiguo; `antigüísimo´!-". Mis padres se tronchaban de risa cuando yo realizaba la parodia de Santiago, copiando perfectamente los gestos y doblando las manitas; mientras comentaba lo de "antigüísimo". Algo que a él no le gustó nada un día que me vió haciéndolo en el que comentó: -"Este nene es malo hasta debajo del agua. ¡Uy que malucón es "er" nene...!"-.  

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ARRIBA: En 1966, el día de La Buena Pastora en la parroquia de Madroñera. Fue por aquel entonces cuando decidí hacerme pastor de profesión, para lo cual ya me informaron en el pueblo que no se precisaba seguir estudiando. Así que cuando regresé esa Semana Santa a Madrid, les dije a mis padres que iba a abandonar el colegio. Tenía por entonces unos cinco años y ellos trataron de informarme que no eran edades para dejar de estudiar... . Pese a todo yo seguí en mi empeño de hacerme pastor y de no ir más al centro a recibir claes, ya que aquello me resultaba altamente inútil, debido a que allí había muchos niños, todos haciendo y aprendiendo lo mismo. No fue posible que me dejaran seguir en mi primera vocación tal como la concebía... (de veras fue para mí un fracaso y a veces entraba en el colegio con unos enfados de cuidado).
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Recuerdo que cuando iba a Extremadura me vestía siempre de pastor, con mi zamarra y mi garrota. Tenía entonces menos de diez años y un día vi al dueño de las tierras que circundaban Las Infantas. Se llamaba Isaías, pero todos le decían Judaías, porque las arrendaba a muy alto precio. Así que una mañana que me lo encontré andando por el campo y le saludé con un cariñoso -"Buenos días judaias"-. Aquel hombre me miró con cara de odio y me dijo: "-yo no sabía que eras tan tonto niño"-. Regresé al cortijo afligido y le conté lo que me había sucedido al tio Melitón (que era quien lo guardaba). El bueno del Melitón me dijo que era una gran suerte ser hijo de Don Mario, pues si un humano de a pié osaba llamar "judaías" al señor Isaías, este le soltaba un sopapo que lo arreglaba de por vida.
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ARRIBA: De niño, me reunía con los pastores en los cerros de Madroñera, donde pasé mis mejores momentos hablando de Viriato. En uno de estos cabezos llamado el de Almoroquí, muchos años después apareció la estela inscrita tartessia en imagen -fechada en el siglo VI a.C. (que expone el Museo de Cáceres, al que agradecemos nos permita divulgar la foto)-. Nunca supe de dónde procedía mi vocación arqueológica hasta darme cuenta de que aquellas gentes del campo de Extremadura me habían contado miles de historias interesantes. Leyendas de Viriato, de los romanos y de los lusitanos (como llamaban a los iberos); relatos hablados junto a las hogueras de Las Infantas y en los chozos, que marcaron para siempre mi vida intelectual.
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Una de las personas más cariñosas que conocí en toda mi existencia se llamaba José, pero le decían Melitón. Era quien contrató mi padre para que cuidase de la finca cuando no estábamos allí, y que junto a su mujer (Concha, La Melitona) se convirtieron en dos más de la familia. Todos les llamábamos el tio Melitón y la tia Concha, y fueron quienes nos hicieron pasar algunos de los mejores ratos de nuestra infancia. Buenos, cariñosos y agradables, resultaron los más damnificados cuando tuvimos que cerrar la casa y marcharnos de allí, ya que mis progenitores se los trajeron a Madrid (donde no se adaptaban). Pese a todo, pudimos jubilarlos bien; aunque ellos se lamentaban mucho de lo sucedido. Mi madre siempre les decía que en esas cosas no había culpables, que algunas personas de Madroñera habían actuado tal como creían mejor y que si alguien te cuenta que uno se ha quedado con algo que no es suyo, lo normal es ir a recuperarlo. Por su parte el pobre Julio (el alcalde) al ver que nos íbamos se cogió un berrinche tremendo. Cayó en depresión y dejó de comer debido a los enfados continuos por cosas como estas 8ya dije que eran años de confusiones y convulsiones); al parecer le dió un ataque cardiaco y tuvieron que traerle a Madrid (en la Fundación Jimenez Díaz mis progenitores iban a visitarle de continuo; fueron sus últimos días y murió en esos años).
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Pese a todo, mis padres jamás guardaron ningún rencor hacia quienes les echaron de Las Infantas; solo una gran pena de no poder volver por Madroñera (o de no tener fuerzas para hacerlo). Les podía el miedo y la época era muy conflictiva, por lo que no se atrevían a tener allí una casa abierta en medio del campo.  Tristemente el tiempo pasó y nadie ocupo la zona de la que nos fuimos hacia 1977 (que antes de reconstruirlami padre era usada como un simple aprisco o cuadra). Cuando pasé por allí -hace veinte años, la última vez que fui- me acerqué a ver el edificio que habían rehabilitado con tanto cariño mis padres; se lo habían dejado a una asociación de cazadores quienes no pudiendo mantenerlo, lo habían abandonado (se encontraba derrumbado). Posiblemente ya ni siquiera debe existir aquella preciosa casa (originariamente del siglo XVII) a la que llamaban "Infanta Teresa".
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes de la Plaza de Trujillo. Muy cercana a Las Infantas se encontraba esta preciosa población (apenas a tres kilómetros en linea recta, por los caminos). Como dije, de niño iba hasta allí en burro; pero cuado cumplí los nueve años ya me dejaron acercarme a caballo. Se tardaba media hora en llegar hasta este maravilloso pueblo, que sobre cabalgadura tenía una belleza incomparable. Todavía recuerdo el sonido de los cascos de mi caballito entrando con brío en la plaza que vemos en imagen; donde tras llegar del duro camino, le llevaba a beber de la fuente. Desmontaba luego de mi Pio (como se llamaba) y ya a pié miraba alrededor, con asombro: Nunca había visto en Madrid tanta belleza de piedra, luz e Historia. Allí, en mitad de Trujillo y junto a mi Pio -a los diez años de edad- estaba el paraiso terrenal.
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SOBRE "EL LINTERNA" DE ALMEDRALEJO:
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Muchos han sido los que nos han preguntado acerca de este individuo, que nunca se supo quién era. Caso que recordábamos en nuestra anterior entrada donde recogí como el diario ABC había dedicado un amplio despliegue informativo. Noticias que aparecieron de continuo en este periódico, con fotos de las batidas, junto a comentarios de los vecinos del lugar (quienes atemorizados ante "el linterna" no cesaban de montar piquetes). Había guardado hace casi treinta años varios recortes sobre aquello y que tristemente perdí; aunque he podido recuperarlos gracias a la HEMEROTECA DE ABC. Agradecemos a esta entidad nos permita divulgar algunas de sus páginas en las que trataba de tan insólito caso y que a continuación recogemos. Mucho he sentido que D.Camilo José Cela fuera por aquel entonces (1987) ya muy mayor y no pudiera dedicar un capítulo a este caso. Sucedido que como el de Archidona, son ejemplos de la España más simpática y Heterodoxa.
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ARRIBA: Noticia de El Linterna de Almedralejo en ABC (julio de 1987) donde explícitamente uno de los atacados por el sátiro cuenta que se pensaba que el "masajista genital" era su mujer; siendo así, cuando intentó "rematar la faena con la parienta" se dió cuenta que junto a él estaba este hombre de la linterna (el asaltante de las alcobas). Eran esos los días en sembraba la inquietud aquel sátiro de Almendralejo cuya identidad nunca se logró saber.
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ABAJO: Otra de las páginas de ABC en que se habla del abusador de Almedralejo; donde se afirma que el pueblo deseaba ya lincharlo. Al lado, se explica que se reía como el perro pulgoso (de unos dibujos animados) tanto como se especifica que era además de un sucio "tocador de genitales masculino", era gangoso... . ¡Una prenda...!.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS (doble página arriba y sigue el titular abajo): Hojas de ABC en las que a "todo periódico" donde se relata el caso de El Linterna (agradecemos a Hemeroteca ABC nos permita divulgarlas).
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos páginas de huecograbado en las que se recogen diversas fotos donde vemos a los vecinos haciendo guardia para evitar el acoso de El Linterna (tanto como los lugares por donde el sátiro merodeaba). Agradecemos a Hemeroteca de ABC nos permita divulgar las fotografías de estas hojas encontradas en sus archivos.
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jueves, 2 de mayo de 2013

CRÓNICAS DEL SPANGO II: Etimologías y sobre El Linterna de Almendralejo

ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general, que contiene los artículos que hemos editado en “DEL CIPANGO AL SPANGO". PARA LLEGAR A ELLOS, hacer clik sobre:  https://delcipangoalspango.blogspot.com/2023/01/indice-de-articulos-de-del-cipango-al.html



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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes del precioso castillo Parador de Oropesa, cuyo nombre griego a muchos parece indiscutible. Ya que OROPESA procedería de etimología helenística, naciendo de "oros" (monte) y significando quizás "Monte en la llanura" -de "Oros-pedia" = -. Pese a todo, vamos a demostrar que esta etimología es falsa y que en España el origen de gran parte de los topónimos procede de los conejos (como decía Bochartd).
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Efectivamente, tal como en el pie de foto superior sugerimos, la voz Oropesa no es griega, ni romana y ni siquiera celta. Es puramente hispana y para su comprensión habremos de ver cómo se desarrolla y de dónde procede. Siendo para ello imprescindible realizar el viaje por la carretera A-5 hasta llegar a este pueblo toledano, tomando dirección desde Mérida. Resultando que si seguimos así la antigua calzada romana -que unía Emérita Augusta con Cesar Agusta-, veremos como desde los actuales kilómetros 275 al 150 (en que está el pueblo de Oropesa) se explica el verdadero significado de todo "aquello". Hagamos el mencionado viaje y recojamos los datos de los pueblos, junto a esta carreterra (hoy autovía); comprobando el significado de todo, perfectamente clarificado.
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ARRIBA: Cartel del kilómetro 275 de la A-5 donde encontramos la salida a ABERTURA. Ello ya nos va poniendo en situación para comprender el origen etimológico de Oropesa, que se halla a 175 kilómetros más tarde (en el 150).

ABAJO: Cartel indicativo del kilómetro 240 de la A-5, en el que nos señala la salida hacia TORRECILLA DE LA TIESA y ALDEA DEL OBISPO. La cosa en este punto de la carretera se nos va aclarando y ya no deja lugar a dudas del destino al que vamos. Aunque lo más curioso es que esta Torrecilla de la Tiesa esté justo al lado de Aldea del Obispo, todo lo cual debe tener un sentido muy profundo.
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ARRIBA: Cartel indicativo del kilómetro 227 de la A-5, en el que leemos JARAICEJO. Nada extraño tendría esta indicación sino fuera porque muchos llaman a este pueblo "entrecejo" y otros "carajillejo". Siendo mi padre uno de los que se encontraba en el segundo grupo; quien afirmaba no poder mencionarlo nunca como Jaraicejo, porque siempre le venía a la memoria "caraj...". De tal manera, cada vez que nos llevaba a Trujillo (Madroñera, donde pasábamos las Navidades y Semana Santa), pronunciaba así este nombre. Voz que como "carajillejo" pude entenderla plenamente de mayor, al darme cuenta que estaba junto a Torrecilla de la Tiesa y Aldea del Obispo.

ABAJO: Cartel indicativo de la salida 219 de esta A-5; en el que vemos DELEITOSA. Evidentemente ya a esta altura de la carretera, uno comprende de qué va la cosa en esta dirección.
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ARRIBA: Cartel de la salida 210 donde llegamos a CASAS DE MIRAVETE, ROMANGORDO e HIGUERA. Aquí hay que reflexionar un poco, aunque si hacemos el recorrido no es tan difícil entender el significado de la señalización. Ello porque antes de este cartel veremos el de "Túnel de Miravete"; tras lo que nos quedamos pensativos... . Mira y vete... Túnel.... La cosa viene a estar clara sobre todo cuando vemos que se halla junto a Roman-gordo y a Higuera. Nada más que añadir (creo yo...).

ABAJO: Cartel de la salida 182 en que tenemos NAVALMORAL DE LA MATA y VALDEHUNCAR. Sobre lo de Na-va-al-moral, nada que decir y sobre "la mata" menos. Solo añadir que el siguiente pueblo es Valdehúncar y no Valdehíncar (como muchos pudieran suponer).
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ARRIBA: Salida 176 de la misma A-5 en el que nos encontramos como siguiente destino PERALEDA (!Lógico...!).

ABAJO: Salida 163 de la A-5 en que llegamos a EL GORDO (sin comentarios...).
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ARRIBA: La siguiente salida después de el Gordo es LA CALZADA y llegamos así hasta la de OROPESA y LAGARTERA, que se marca en el kilómetro 150. Sobre lo de "La Calzada" parece que ya no hay duda acerca de dónde ha ido "la cosa" y qué era lo que había en El Gordo, tras Peraleda. Lo peor es que después de esta (La Calzada) aparece Oropesa y Lagartera; todo lo que parece indicar que si Oro-opesa y Lagarta-era. Es en ese momento cuando se comprende el destino y el camino que hemos llevado hasta llegar aquí: A Lagarta-era (junto a Oro-pesa) famosa por sus "encajes". Como hemos comprendido en las fotos explicativas anteriores, Oropesa no es una etimología griega y lo único cierto es que España es "tierra de conejos". Pues si alguno tiene dudas sobre el origen y significado de los topónimos españoles bastará repasar el camino hasta llegar a ese destino; que es: ABERTURA; TORRECILLA DE LA TIESA y ALDEA DEL OBISPO; JARAICEJO y DELEITOSA; TÚNEL DE MIRAVETE, ROMANGORDO e HIGUERA; NAVALMORAL DE LA MATA; PERALEDA; EL GORDO; LA CALZADA; OROPESA y LAGARTERA. Sobre estas lineas fotografía de un atardecer en Oropesa y Lagartera.

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Habiendo visto ya el significado y sentido de nuestras calzadas y caminos, recordaremos algunas noticias relacionadas con "el tema" que arriba hemos tratado, a través de recortes de prensa antiguos (entre los muchos que guardo y de los que he elegido algunos para comentar). En este caso vamos a hablar de una noticia que tuvo en vilo a media Extremadura hace ya veinticinco años. Nos referimos al HOMBRE LINTERNA, que atacaba en las alcobas, tras escalar por las paredes y adentrarse en las viviendas. Un sátiro que tal como recoge el primer artículo (bajo estas lineas), se llegaba hasta las camas, donde dormía el marido junto a la esposa. Siendo entonces cuando acariciaba los genitales del hombre, quien confundido y muy alegre pensando que las caricias venían de su mujer, se disponía a seguir con "la faena" (tal como explica claramente el recorte que vemos). Siendo en ese momento cuando quedaba paralizado; al darse cuenta de que quién tenía a su lado -haciéndole carantoñas en las "bajeras"-, era un intruso que había entrado por la ventana. Momento en que el "tocador linterna" aprovechaba para huir por los balcones que previamente había dejado abiertos (para facilitar su escapada).

Sigue el referido artículo relatando que aquello que en principio pudo parecer un caso sin importancia y que a todos provocaba recocijo, se había vuelto ya por entonces en un grave problema. Tanto que en Almendralejo y sus alrededores, se organizaban piquetes de vecinos para vigilar las noches, evitando así que "el linterna" se les metiera en las alcobas. Narrando también que algunos motoristas y transeuntes que perodeaban por aquellos lugares, habían sido confundidos con ese al que llamaban igualmente "el acariciador loco". Más abajo recogemos otro recorte en el que se vuelve a hablar de El Linterna un año y medio después, relatando que había aparecido en Torremejía. Población por entonces de unos dos mil habitantes que vivía una honda preocupación al haberse visto atacada por tan libidinoso acariciador. Quien subía igualmente hasta las viviendas trepando por la ventanas; habiendo logrado tocar los genitales a dos habitantes de Torremejías mientras dormían junto a sus mujeres (aunque un tercero consiguió despertarse antes de que aquel sátiro pusiera sus manos sobre sus "partes nobles").
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos noticias que recogía el ABC tratando de El Linterna. La primera (arriba) del 29 de agosto de 1987 en la que se explicaba la actuación de este Linterna, que entraba en las alcobas y tocaba los genitales los maridos que dormían con sus esposas. Quienes confundidos y creyendo que "era la parienta" la que les acariciaba, se despertaban con la intención de "terminar la faena" encontrándose a su lado al fantasmagórico intruso. Abajo un año y medio después, El Linterna que había aterrorizado durante el verano de 1987 a medio Almendralejo, reaparece en Torremejía (noticia de 11-VIII-88, pag.89). El caso de El Linterna quedó sin resolver.
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Acerca de este suceso nos decía el diario EL PAÍS (el 17 de septiembre de 1987) -VER:  http://elpais.com/diario/1987/09/17/ultima/558828009_850215.html -; que se trataba de un fantasma (probablemente llegado de Villafranca de los Barros -según los vecinos de Almendralejo-). Expresando literalmente lo siguiente:
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"En Almendralejo (Badajoz) se ha creado una situación casi explosiva. Tal estado excepcional, en el que se junta el temor y la angustia, se debe a la existencia de un supuesto obseso sexual, apodado El Linterna, que viene merodeando gasolineras y hogares con la pretensión de acercarse especialmente a los maridos (...) Quienes facilitaron algunas pistas lo describen como un tipo delgado y alto, de gran elasticidad y una destreza o velocidad de atleta. Realmente, sólo con estas virtudes, como mínimo, podría entenderse que hasta el momento haya conseguido burlar la persecución de los hombres seleccionados por su lubrica. Hombres de muy variadas condiciones emocionales y físicas, incluidos varios camioneros (...) El Linterna, a qué dudarlo, es un fantasma. Los de Almendralejo han empezado a sugerir que puede tratarse de alguien venido de la vecina Villafranca de los Barros, es decir, del lado en que, para los primeros, se ha localizado siempre una fuerza sexual extraña. Pero no importa tanto la procedencia como la clase de encantamiento. Lo que venía siendo ocupado, en la crónica fantasmal, por las apariciones de vírgenes, se sustituye por esta figura del sátiro que escoge el sexo del hombre, enaltece su indiscutible amenidad y, al fin, lo trata con la codicia que un hombre, en sueños, ha esperado encontrar en las manos de su amante".
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Tal como vemos, los de Almendralejo afirmaban que se trataba de un "fantasma" venido de Villafranca de los Barros; algo que deja bien clara las rivalidades entre estas dos poblaciones cercanas. Sobre todo cuando en el artículo que hemos resumido de El País, se dice que la procedencia de Villafranca se debe a que de allí llegaba "una fuerza sexual extraña" hasta Almendralejo (sin comentarios por mi parte; pero es que lo de la fuerza sexual extraña de Villafranca y sabiendo que se trataba de un sátiro que tocaba cataplines es más que indicativo de una rivalidad entre ambos pueblos...). Por lo demás, no he conseguido dar dónde puse más recortes de prensa este Linterna, del que salieron en varios periódicos fotos de las batidas, piquetes y rondas que hacían los vecinos durante las noches extremeñas. Señalando los balcones por donde entraba, e incluso con imágenes de las camas, alcobas y de los hombres a los que el sátiro había tocado los genitales mientras dormían junto a sus esposas. El caso quedó sin esclarecer... (como otros tantos de esta misteriosa España).

sábado, 20 de abril de 2013

CRÓNICAS DEL SPANGO. Capítulo I

ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general, que contiene los artículos que hemos editado en “DEL CIPANGO AL SPANGO". PARA LLEGAR A ELLOS, hacer clik sobre:  https://delcipangoalspango.blogspot.com/2023/01/indice-de-articulos-de-del-cipango-al.html

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EN IMÁGENES, SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Mi mujer y yo en los años ochenta en que recorrimos España fotografiándola, hablando con las gentes, estudiando sus costumbres y documentando su pasado. Ello, porque en estos días (algo más de dos décadas atrás), nuestro país dejaba de ser Hispania, para convertirse en Spain... . Por lo que entonces, decidimos mi mujer y yo viajar cuanto pudimos por todo el territorio, con el fin de fotografiar sus campos y pueblos, estudiar su arquitectura popular, hablar con sus últimas generaciones nacidas y vividas allí; recopilando cuanta información pudimos de la "Iberia auténtica" -península que por entonces se transformaba-. Así, a fines de los ochenta vistábamos de continuo pueblos que habían sido restaurados gracias a la colaboración y ayuda de personas con gran cultura, quienes se preocuparon de recuperar el patrimonio (sin destruirlo, ni transformarlo con extranas restauraciones). Arriba, junto a mi mujer hace unos veinticinco años, subiendo a un campanario de Atienza, donde Luis Carandell promovió diferentes recuperaciones. Abajo, en los mismos días hablando los dos con un natural de Palazuelos (sito junto a Sigüenza).
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Comenzamos de este modo un nuevo ciclo en el cual iremos narrando nuestros recuerdos y experiencias en la España a finales de los años setenta y ochenta. Un país que por aquel entonces entraba en un nuevo ciclo de prosperidad y avance, todo lo que le obligaba a dejar, olvidar y cancelar una enorme parte de su pasado. Un ayer hispano que en su gran mayoría se superó en esas décadas, por cuanto había sido duro, triste y hasta cruel. Pese a ello, en aquella Historia de España y en sus modos de vida que en los ochenta se olvidaban (dejándolos en el pasado), existieron también maravillosas particularidades, costumbres y artes -gentes y mentes populares (o ciudadanas) de una sublime genialidad-.

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Por todo cuanto vimos, intuimos por entonces que las personas y los pueblos de nuestra Península se iban a transformar en esos años (sino en pocos meses). Observando como entre 1980 y 1990 quedaban muchos de ellos despoblados, otros tantos derribados y los más, reconstruidos -que no, "restaurados"-... . Así fue como decidimos mi mujer y yo invertir nuestro tiempo en recorrer cuantos pudimos, para verlos, tomar imágenes, estudiarlos y hablar con los que allí habían nacido -con el fin de recopilar información, fotos, e historias de aquellos-.
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Todo en un momento en veíamos cómo "La Era" cambiaba; tanto que la "información en papel" tocaba a su fin. Por ello en estos días en que hasta los periódicos modificaban su manera de redactarse (para poder competir con otros medios), fui recopilando muchas de sus noticias, por cuanto de extraño tenían. Algo que en este blog iré también incluyendo, con el fin de dejar -o recoger- testimonio del modo de vida por aquellos años a los que nos referimos. Un tiempo en que nuevas generaciones nacían (o se educaban) en una España que dejaba se ser Hispania para convertirse en Spain. Una nueva nación en una naciente civilización, dónde la televisión, la imagen y el ordenador pasaron a ser el medio común de comunicarse, de estudiar, de entretenerse -y hasta de trabajar-.

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Decíamos que el título que este blog se correspondía con el recuerdo más curioso que de la filología tuve en mi infancia. Ello se produjo el día en que me enseñaron, explicaron -o intenaron convecer- de que España, como término, procedía de una voz fenicia que significaba conejo (palabra que se pronunciaba Sepán). Ello porque cuando pisaron por primera vez tierra ibérica los púnicos, quedaron asombrados de la proliferación de aquellos roedores por nuestros suelos; animal que para más curiosidades, se supone apenas existía allende procedían estos colonos (el creciente fértil, también llamado Canaan). Así y según expresaba el etimólogo que argumentó la teoría, el término "Sepan" (que significa "marmota" en hebreo) sería la raiz lingüística del nombre de nuestro país; pues el autor suponía que de forma muy similar debió decirse "conejillo" en fenicio. De tal modo y de todo ello, procedía Hispania (el paraiso de esta "rata cuclinski"); nombre de nuestro país que tenía un doble mérito, puesto que aquel radical semita implicaba no solo que los conejos -de mar, de monte o de urbe- ya abundaban en el siglo X a.C. por nuestras playas y campos... . Sino que también suponía cómo los fenicios habían valorado y degustado tanto el roedor ibérico -de un modo tan importante-; que les obligó a llamar "conejo-landia" al lugar que realmente se conocía como "la piel de toro".
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Sea como fuere, esta tierra tuvo una Historia y una cultura tan particular como exclusiva. Un pasado que quizás no tuvo parangón; sin concerse tales mezcolanzas de pueblos, civilizaciones y de gentes, en ningún otro lugar del Mundo. Siendo solo comparable nuestra Península con zonas como las de Asia Menor y de Oriente Medio, paso y cruce de culturas; por cuanto en unos y otros puentes terrestres se uníán genetes y Continentes, donde se reunieron, mezclaron y pegaron, "todos" y durante miles de años. Más aún, nuestra Piel de Toro que fue la puerta entre Europa, África, el Mediterráneo y el Atlántico -recibiendo continuadamente y desde sus más remotos tiempos la visita de gentes llegadas desde Oriente Medio-. Trás el siglo XVI se convierte en el puente entre "El Viejo" y "El Nuevo" Mundo (tanto como en el lugar de salida de navíos hacia Asia).
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Condiciones culturales , situación geográfica y hechos históricos que hicieron de nuestro país uno de las más ricos y plurales del Planeta. Tanto que en su territorio bastará con caminar cincuenta kilómetros, para encontrarse en lo que parece una nación completamente diferente: Con distinto clima, otra vegetación, su luz y humedad modificadas (y hasta con un idioma o culturas distintos). Contrates que evidentemente hicieron que unos y otros nunca nos hubiéramos entendido del todo; provocando los intentos continuados de disgregación -que nunca paran-. Pese a lo cual, también estas diferencias han hecho de España uno de los paises más ricos y variados -culturalmente hablando- . Situación e Historia que hasta los años ochenta en muchos rincones se había conservado de algún un modo; aunque desde dos décadas atrás (tal como era de esperar) los pueblos y sus costumbres fueron pasando a "mejor vida" -unos a "actualizarse", otros a pretender adaptarse y los más, a abandonarse-. Tanto fue así, que aquellas ancestrales costumbres, cosas y casas, que ni miles de años, ni las guerras y ni siquiera La Inquisición habían conseguido hacer desaparecer (ni erradicarlas); fueron destruidas por la despoblación y olvidadas o sustituidas por la televisión, las modas y la "evolución".
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COMENTARIO A LAS IMÁGENES SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Comienzo con dos reseñas publicadas por ABC: Una correspondía a la noticia que daba este periódico tras la muerte del emperador Hiro Hito; la otra a un anuncio que ponía un madrileño tras haber sufrido el robo de su reloj. Arriba podemos leer el mencionado "comercial" que un pobre sufridor de tirones se vió oligado a remitir (un sábado 5 de septiembre de 1987), cuando le desapareció el reloj en la Plaza de Colón. En verdad, es un documento que lleva implícita gran parte de la Historia de España; donde se unen la picaresca y el buen sentido del humor -por parte de quienes la sufren-. Algo que creo no se podrá producir en otros lugares del Planeta, ni en distinta cultura a la hispana; en la que quienes fueran víctimas de un robo son incapaces de adoptar posturas como esta que vemos (plena de ingenio, inteligencia, buen humor y personalidad).
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Eran estos años en que leíamos la anterior reseña, los mismos (o muy cercanos) a otros en que se comentaba cómo en Sevilla habían robado "el peluco" al rey, mientras daba la mano a las multitudes. Un rolex de oro, que según se afirmaba en los círculos hispalenses, le habían mangado en plena Plaza de España; cuando el monarca comenzó a saludar al gentío que se agolpaba junto a ellos. Reloj del que también decían había alcanzado un enorme precio en el mercado "der wueves". Historia, anécdota -o leyenda- que escuché cuando allí estuve de soldado, y donde algunos mandos nos aseguraban que habían visto vender el citado rolex en este mercadillo (evidentemente denominado "er wueve" por cerebrarse los jueves).

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Lo que narro es un testimonio más de lo que sucedía por Sevilla entonces (a comienzos de los ochenta); preciosa ciudad en la que viví año y medio -durante la mili-, y donde fuí advertido que nunca condujera sacando el brazo por la ventanilla (aunque tuviera mucho calor). Pues de hacerlo, podían venir listillos en una moto y coger la mano que sobresalía por la puerta, robándote el reloj. De ello, se puso de moda llevar el "peluco" en la muñeca derecha (para ventilar en antebrazo contrario sin peligro de hurtos); pese a que muy pronto los tironeros dieron solución a tal medida precautoria: Siendo así, los rateros se acercaban al conductor que sacaba el brazo -ya sin reloj- sobre la ventana abierta y al ver que lo portaba en el lado contrario, le quemaban un poquito con una colilla en el que apoyaba sobre la ventana. Aquel pobre, al verse con el pitillo apagado en el antebrazo izquierdo, se echaba la otra mano al lugar en que le habían abrasado, momento en que el tironero aprovechaba para atrapar esa muñeca derecha (en la que llevaba el reloj). Trás robárselo, huían en moto a la voz de: -"Ezo, por listo"-.
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Esta costumbre fue erradicada gracias al aire acondicionado, que salvó a la población de los tirones de muñeca en semáforos, de las quemaduras con colillas y de las visitas de extraños que se asomaban por las ventanillas; cuando durante los veranos todos las llevábamos abiertas. Estíos en los que hasta la expansión del "aire" todos combatíamos las terribles temperaturas abriendo los cristales de los vehículos a tope y sacando por ellos medio cuerpo (eso sí, sin llevar joyas, ni menos relojes). En referencia a este aparato enfriador del ambiente en los coches y semideconocido en España hasta principios de los ochenta, recuerdo perfectamente el día que me pidieron por primera vez que lo activara. Fue con el general del que era eventualmente chófer en la mili. Este me pidió que viniera a conducir para él en Navidades de 1982 y yo sin conocer apenas como funcionaba el vehículo me metí en la aventura de llevarle y traerle por todo Madrid. Fue así, como en pleno mes de diciembre me preguntó si me había estudiado el manual del coche, a lo que yo le contesté que sí (sin haberlo hecho). Tras ello, me solicitó que encendiera el aire acondicionaro y lo pusiera a veinte grados... . Fue entonces cuando comencé a sudar (no decalor sino de miedo) y sin saber que hacer, di al botón de la ventanilla y le dije:
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"-Mi General, con lo bueno que es el aire de invierno, en Madrid; cómo vamos a poner el acondicionado-"... . Aquel hombre (con fama de ser uno de los más duros del ejército) me miró asombrado y replicó: "-Mira... Porque tienes gracia, que sinó esta noche duermes en el calabozo y allí te lees el manual del coche de `pe a pa´. ¡Si es que no sabes ni dónde está el botón del aire acondicionado...! "-. No sabiendo qué contestarle, le di las gracias, le pedí mil perdones y apostillé: -Al fin y al cabo, en invierno para poner `el aire´ basta con ´saber´ darle al botón de bajar la ventanilla"-.
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Por su parte, cuando volví a Japón en 1991 (para residir allí) pude comprobar que en ese país y durante el verano, el aire acondicionado era tan imprescindible como los bares en España. Nadie entendía por qué el frío que manaba de aquellas máquinas me resultaba tan insano y me produjera dolor de cabeza. Considerando que mi comportamiento más bien correspondía a manías trogloditas hacia las nuevas tecnologías. Pero no era así y aún a día de hoy me resulta incómodo el aire acondicionado. Ello me hizo pensar que yo en Asia era (soy) de otro Mundo, obligándome a reflexionar que nunca debe uno intentar comportarse como un japonés (aunque esté en Japón) -porque otra civilización es como otro Planeta-. Muestra de ello es la siguiente noticia (que recojo bajo estas lineas) y que publicaba ABC -un 9, de enero de 1989- en la que explícitamente se comprende cuanto digo. Reseña en la que se expresa la consideración de divinidad del monarca nippón; un áurea mística que choca frente a la de "popular" que en España se otorga a los reyes y personajes ilustres. Divos a los cuales se les roba el reloj, la ropa o lo que haga falta... . Una tradición que quizás comience en tiempos de los relicarios, cuando el descuartizamiento de santos era el homenaje que el pueblo daba a sus hombres más queridos .

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Como venía comentando, en esos años ochenta hicimos centenares de miles de kilómetros fotografiando pueblos, campos y monumentos. Algunas de aquellas imágenes se perdieron en una triste inundación que sufrí en mi archivo un decenio después (donde también sucumbió parte de lo que había escrito y compuesto). Pese a ello, muchas fotos pudimos recuperarlas; teniendo fundamentalmente la suerte de que se libraran del agua las incalculables horas de video tomadas en esta España de hace más de veinte años. Imágenes en algunos casos muy interesantes, ya que contienen documentación sobre edificios y lugares hoy desaparecidos (o que por su "restauración -"reconstrucción"-, han sido semidestruidos).
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En ese periplo recuerdo que nos pasaron infinidad de anécdotas y vicisitudes; y es que por entonces viajábamos en un Skoda de los de antes -me refiero a aquellos que se fabricaban en la Checoslovaquia del Telón de Acero, con motor trasero y al que había que poner piedras en la maleta, para que no rampase o se levantara de morros contra el viento-. Por lo demás, eso de ir acompañado de japoneses a las gentes del campo les provocaba las más ilustres frases; pues por aquel entonces los únicos orientales que se habían visto en España eran los de la película de Bronston (55 días en Pequín). De tal modo recuerdo cómo una mañana entrando en el Teatro Romano de Merída me preguntó su celador si iba a casarme con una japonesa. Le contesté sí y tras ello, nos replicó con gran amabilidad:
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"-Eso está muy bien. Hay que mezclarse siempre; es muy bueno. Por muy feos que sean los otros-". Yo me quedé pasmado y antes de intentar explicarle que muy difícil sería encontrar una española tan guapa como mi mujer (pese a que él no comprendiera la belleza oriental); me encontré a ella partida de risa por la frase tan galante que aquel "ilustre" nos había regalado. Y es que no es fácil poder encontrar una mujer que además de guapa sea tan inteligente como para poder reirse de una burrada como esa. Recibimiento que el celador del Teatro Romano de Mérida nos dió, sin mala intención; aunque expresando lo que no se puede decir nunca... (a menos que quieras que tu interlocutor te tome por una acémila).
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Aunque no solo eran las personas de pueblo las que se atrevían a dar extrañas ideas sobre mi casamiento con una japonesa. Muy por el contrario, las de ciudad soltaban incluso peores ideas. Tanto que perfectamente recuerdo como en una boda de familiares se me acercó un invitado, quien me dijo:
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-"¿Tu mujer es Japonesa?"-. Yo le asentí con la cabeza; y este individuo, ante un corrillo de pesonas continuó hablando (de un modo rotundo, afirmando): -"Es que en nuestra época no había"-. Al oir aquello le pregunté qué era lo que no había en su época; trás lo que el ilustre conocido me explicó que: -"Entonces, cuando éramos jóvenes había suecas e inglesas (en la playa) y francesas (muchas). Pero japonesas, por aquel entonces, ninguna. No había japonesas"-. Todos nos miramos con asombro y mi mujer no daba crédito a la frase, ni menos a la idea que expresaba aquel "intelectual". Al poco de oirle y al haber entendido lo que decía, a todos nos dio la risa. Tan solo pude decirle: -"¡Pero qué bruto eres!"-. Y es que el celtíbero es así; un individuo con el concepto primitivo de cazador ante la hembra; que si es ajena a la tribu y su padres no nos conocen, se le debe dar un mazazo en la cresta para dejarla KO y llevársela arrastrándola hasta la cueva.
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ARRIBA Y ABAJO: Recogemos dos noticias de principios de los ochenta publicadas por ABC, de las que tristemente no conservé fecha ni página (aunque hoy en día y con la Hemeroteca no será difícil encontrarlas). En ellas se destaca que al menos dos mendigos, tras pedir limosna a las monjas en el convento donde regularmente acudían; estas les entregaron alimentos. Algo que al parecer a los pobres les pareció inadecuado, tanto como para emprenderla a tortas con sus benefactoras. En el primer caso, le rompieron las gafas a la pobre sor y en el segundo, el mendigo tras adoptar una postura obscena con la monja, le hizo proposiciones deshonestas; insultos de los que paso a pegarla, a romper parte de la entrada al lugar de acogida y hasta a robar algún dinero de allí. Todo lo que nos aclara la reseña de ABC, fue hecho por el pedigüeño bajo los efectos del alcohol (quizás desdeando hacer a entender que si aquel hombre no hubiera llevado tal cogorza, quizás simplemente se hubiera limitado a pedir para vino -o bien a robarlo de la sacristía-).
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He recogido esas dos noticias que guardaba desde niño (en mi colección de recortes) porque ellas y otras muchas eran las historias que se comentaban en las calles y en las reuniones de Madrid -por aquel entonces-. Recordando todavía los muchos comentarios que de hechos como esos todos hacían. Tanto, que días después de aparecer publicadas, cuando uno iba comiendo la merienda por la calle y se cruzaba con un pobre, los amigos te decían: -"A que no te atreves a darle del bocata". Y era así, porque tras estos hechos a ninguno más se le ocurría ofrecerles comida.... . De ello, la medida tomada por estos dos pedigüeños había tenido sus efectos, ya que desde entonces todos se limitaban a echar dinero a sus cestas (sin atreverse madrileño alguno a poner allí otra cosa que no fuera "metálico"). Por su parte, los mendigo desaparecieron durante algún tiempo de la zona en que el artículo indicaba se había producido la agresión (en la calle Velázquez). Puesto que de merodear en esta parte del Barrio de Salamanca les miraban mal, sin darles limosna por pensar que quizás eran amigos del que había atizado a las monjas (o incluso el mismo).
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Como veníamos relatando, en la década que transcurrió entre 1978 y 1988 el país se transformó radicalmente. Siendo uno de sus más característicos cambios la paulatina desaparición de gran parte del clero. Un estamento que hasta los años setenta en España había compuesto una alto porcentaje de la población, pero que tras la muerte de Franco comenzó a disminuir a toda prisa (tal como se encogían los vaqueros de antes, al lavarlos). Tantos "colgaban los hábitos" que en aquellos días se contaba el chiste un niño al que le preguntaban en el colegio la profesión su padre y este contestaba que "sacerdote". Tras lo que el profesor le volvía a cuestionar si su progenitor después de estudiar para cura, había "colgado los hábitos". El nene le respondía que no, que tan solo se los había "arremangado un poquillo". Chiste de finales de los setenta porque por entonces los curas se casaban y se marchaban de la Iglesia, tal como ahora salen los billetes de quinientos euros por la frontera... . Debido a ello se les denominaba con el feísimo término de "cura salido"; para dar a entender que aquel clérigo había colgado hábitos. Aunque en verdad fue también costumbre especificar -trás nombrarles de ese modo-, si el sacerdote salido "lo era" o "lo estaba" (pues gracias a la riqueza de nuestro idioma se puede saber si uno "es" o "está": Bueno, malo, ido o salido).
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Fueron aquellos años también los del clérigman, traje al que le llamaban "la matrícula" por el parecido del alzacuellos con una paca automovilística. Produciendo la risa a muchos observar a los clérigos vestidos de esa guisa, cuando los habían visto comunmente de sotana. Pese a ello, los del clérigman casi nunca lucieron sotana, ya que eran los más jóvenes y sobre todo "los modernos" entre los curas. Tanto que casi todos fumaban, hablaban de Marx; mencionando las películas de Igman Bergman y se referían al Cocilio Vaticano II (en todas sus conversaciones). Algo similar hacían las "Teresianas", que fueron las primeras monjas que enseñaron las rodillas; vistiendo sin toca (ni teja de ala ancha) y luciendo una faldita siempre hasta la rodilla. Ello combinado o aderezado con calcetines largos y una toquilla en la cabeza (normalmente y a poder ser todo en "gris inmaculado" -por cuanto no había quien manchara un color así-). Igualmente, "las teresianas" hablaban de Igman Bergman y enseñaban una nueva liturgia; en la que se cantaba a guitarra en la misa (cambiando a Schubert y aBach, por el jazz y por el chunda-chunda).
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Fueron estos, los años también del Arte Granda; que intercalaba un cubismo hortera en los relicarios y en todos los elementos litúrgicos. Un arte que sustituyó los preciosos sagrarios de Trento por unas cajas que más bien parecían botiquines de barcos (con unas sardinas multicolores en la tapa). Decorando las ventanas de las iglesias con vidreras de un igual estilo a las escaleras que había en los hoteles de tres estrellas de Benidorm. Poniendo a su vez en todas ellas unos nuevos bancos de maderas duras como piedras, en los que te sentaras como te sentases, siempre te hacías daño (en la espalda o en el trasero que se te quedaba como una peseta puesta en las vias del tren). Asimismo, había que cantar en los oficios esos nuevos tonos en los que las letras con cientos de años se entonaban con el ritmillo de las canciones más horteras y actuales (habiendo quienes incluían en la Misa hasta las músicas de los Cuarenta Principales -en versión eclesiástica-).
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Por lo demás, fueron esos años también, los del cambio de los clásicos "ejercicios espirituales" por unos "ejercicios sociales". Algo que digo porque en las citadas reuniones "ejercitantes" de lo que realmente se hablaba era fundamentalmente de política. Tanto que uno se enteraba por entonces de que lo más importante era tomar "conciencia social". Así comprendíamos que se podía ser muy buen cristiano si te interesabas y participabas de la política -aún siendo ateo-; aunque era imposible seguir una buena doctrina religiosa entonces, si lo que deseabas era no enterarte de lo que pasaba por el Mundo y retirarte como anacoreta (por mucho que creyeras en Dios o en Cristo). Siendo por aquel entonces cuando también los curas comenzaron a vestirse "de paisano", sobre todo en los ejercicios espirituales; todo lo que provocaba que muchas mujeres se quedaran más prendadas de sus confesores que de los actores de Hollywood. Y con tanta novedad, tanta nueva teoría y tan nobedosas vestimentas, al final no sabíamos si salidos lo estábamos todos, o solo lo éramos algunos.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Recogemos otras dos noticias de mis "recortes de ABC" de los años setenta-ochenta. En la primera se narra como un hecho importante que un loro hubiera logrado que su dueño ganara una partida de ajedrez. En la siguiente (abajo) podemos ver que un animal de este tipo actuaba como testigo en un juicio. En el primer caso le reseña explica el lugar y el nombre del amo de aquel ave, quien consiguió la victoria en el Ajedrez gracias a seguir el asesoramiento de su mascota (refiriendo hasta la procedencia de la agencia de noticias de Muscú). La segunda reseña se refiere a Dinamarca, donde un borracho que dormía la cogorza en plena calle y con un loro al hombro, fue detenido por la policía (al resultar sospechoso). Tras ello, los agentes cuestionaron al ave por su procedencia; pájaro que respondió su nombre y el de su verdadero amo. Por todo lo que se logró saber de dónde venía y que se trataba de un animal que había sido robado (con otros muchos) en aquella pajarería a la que el loro se refería. Aunque este artículo señala que pese a todo no había ayudado a dar con el paradero del resto de sus "hermanos" hurtados; ya que al haberle preguntado varias veces la policía dónde estaban esos otros pájaros que el borracho había sustraido, el loro no supo responderles... .

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Los loros, que hoy en día apenas vemos en las casas, eran hace veinte o treinta años mascotas tan comunes como puedan serlo actualmente los gatos. Ello porque por aquel entonces los felinos no estaban muy bien vistos dentro de las casas; tanto que se dejaban a la intemperie y vivían a sus anchas por los tejados, los graneros o las carboneras (en busca de ratones). Así, en el interior de los hogares solíamos tener perros enormes, que se usaban de guarda (entonces no había Prosegur). Canes que en su gran mayoría odiaban a los gatos de forma atávica, ya que no estaban tan civilizados -o democratizados- como hoy en día (en que se les vé convivir a unos y a otros bajo un mismo techo y sin problemas -cosa imposible hace tres o cuatro décadas-).
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Tal como decimos, en los años setenta y hasta los ochenta, en cualquier casa había loros; pájaros a los que se les enseñaba a pronunciar extrañas palabras. Al respecto, recuerdo que mi hermano no pudiendo hacerse con un lorito, se compró un "mina"; un cuervo de la India que igualmente era capaz de imitar todos los sonidos. Pero el "mina" era mucho más duro de oido que los papagayos, los guacamayos y que esa familia de aves americanas. Tanto que tras meses intentando que "el Bartolo" (así se llamaba) dijera "coño", no hubo forma de que repitiera sonido alguno. Finalmente y harto mi hermano del Bartolo -que ni hablaba ni hacía gracia alguna y solo parecía un cuervo con corbata-, lo llevó al lavadero; dejándolo allí "exiliado" (junto a la lavadora). Transcurridos varios meses, oimos con gran asombro que aquel pájaro imitaba el "run-run" de la lavadora y el de la secadora, casi de forma perfecta. Algo horrible, porque el Bartolo no paraba de centrifugar, secar y lavar (día y noche, noche y día). Todo lo que obligó a que no pudiéramos sacarlo ya nunca más de la cocina; a la vez que cuando llevaba horas haciendo "la lavadora" (con su salto de programa, entrada de agua, lavado, centrifugado y aclarado). Le teníamos que poner un gran trapo negro sobre la jaula, para que creyera que se había hecho de noche y cerrase el pico.
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Por su parte, hace treinta o cuarenta años, los loros salían a las terrazas en verano como los caracoles al sol. Así desde mayo a octubre, se podían ver colgadas sus jaulas en las fachadas de medio Madrid, donde siempre se paraban niños para enseñarles palabrotas. Siendo por entonces normal que al encontrar por las calles una de estas jaulitas, que todos hiciéramos un alto y dijéramos un improperio, por ver si el ave lo contestaba -o bien para lograr que un día lo repitiera-. Asimismo cuando veías un pájaro que silbaba y decía "guapa", sabías casi siempre, que era el de un viejo; mientras si lo que repetía era "lorito bonito", se trataba de la mascota de una vieja. En referencia a sus áreas, donde más loros se veían colgados de las paredes por Madrid, era la zona de los Austrias y la de El Rastro. Lugares donde nunca faltaba un local de comidas en cuya entrada estuviera colgada la jaula. Tras ello, si mirabas a la pared te solías encontrar un rótulo que ponía: "Bar el pirata"; o bien, "Mesón el papagayo". Allí se paraba uno, miraba al ave y con algo de sigilo se dirigía a ella, diciendo: -"Puta"-. Antes de que el loro pudiera contestarnos, siempre salía un camarero (o el dueño), gritando: -"¡Nene, no le digas eso que lo repite a los clientes... Anda y vete, que te voy a explicar yo con este palo cómo se le enseñan palabrotas al loro!" -
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EN LA IMAGEN SOBRE ESTAS LINEAS: Arriba recogemos otra de las noticias de ABC de los años setenta, en la que se comenta que un hombre hacía huir a los homosexuales valiéndose de petardos y tracas (con los que les asustaba). Terminando por explicarnos que el individuo se valía de esa "artillería" para dispersar a los que merodeaban por las noches en las cercanías de la Estación de Autobuses de Valencia. Evidentemente, vemos que ni fue detenido ni amonestado o multado, pues tras leer la noticia se comprende que aquel método había sido utilizado como un sistema disuasorio de "mariquitas"... Lo que quizás por entonces se veía normal -o comprensible-; algo así como el que pone un "espantapájaros escopeta" en su finca, para evitar con el ruido del disparo, que las aves se coman las cosechas.
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Como podemos ver en la reseña, uno de los temas más curiosos en aquellos tiempos era este del trato que daban por entonces a los homosexuales. Recuerdo que cuando salieron los aparatos de música Stereo, en los pueblos les decían Mono-Sexuales, pues esos hombres no eran en Stereo (de dos bandas) sino monos (de una sola linea). Asimismo, en algunos casos les utilizaban como el hazmereir del lugar, cuando no los trataban como payasos de ferias. Los más afortunados lograban trabajar colocándose en el espectáculo, pricipalmente en Andalucía (donde al menos las mariquitas tenían un lugar en la Sociedad). Sobre ello cuentan que cuando fue Estrellita Castro a ver una de las obras de Don Jacinto Benavente (tras recibir el Nobel), se acercó al autor y le dijo: -"Don Jacinto, no sabe cuanto le quiero. Yo tengo un hijo igual que Usted"-. El dramaturgo le preguntó si su hijo era escritor, a lo que la folklórica le replicó: -"¡Qué va!. Qué va a ser escritor; es Mari...cor; y buenísima gente. Vamos, que está "pa" darle otro Nobel."-.

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Como digo, por aquel entonces los "monosexuales" tenían su Calvario (penitencia que parecen no querer quitarles ni a día de hoy algunos obispos). Pese a ello, en ciudades como Sevilla conseguían integrarse y lograban llevar a cabo espectáculos donde tuvieron grandes éxitos imitando a las folkóricas. Actuaban vestidos de mujeres, con toda la pelambrera en el pecho y en las piernas, y cantando asi transformados por: Sarita, por la Piquer o por Estrellita Castro (contando geniales chistes y logrando hacer de aquellos antros, algunos de los más divertidos cafés teatros de España). Poco antes de los días en que fui a vivir a Sevilla -para hacer la mili- se extinguieron esos famosos teatrillos, entre los que destacó uno llamado El Oasis, en donde actuaban La Soraya, La Tornillo y La Rocío.
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El (la) primero/a de ellos/as -Soraya- decía que había sido repudiada por el Sha de Persia al tener matriz infantil. Se trataba de un sevillano que medía casi dos metros y pesaba como cien kilos; vestía un traje de faralaes que le venía pequeño, por cuyo escote salía más pelo que los de un gorila. Si te encontrabas a La Soraya sentado, los volantes del traje de gitana no le daban ni para taparle hasta la rodilla y por debajo le salían dos tubos peludos que más parecían las patas de King-kong; su verdadera profesión había sido la de camionero (aunque afirmaba ser la favorita del por entonces Sha -Rezza Pahlevi-). Estas y otras cosas eran las que ocurrían en aquel tiempo por España (antes Spango); una piel de toro que recogía extrañas costumbres y extrañisimas gentes. Unas buenas, otras mejores y muchas peores.