lunes, 13 de mayo de 2013

SOBRE BURROS, PERROS, CARROS Y CERROS (Crónica del Spango IV) Dedicada a mi hermana María José -Mico-, que me enseño a querer a los animales (con los que ella tanto disfrutó en Extremadura).

A María José Gómez-Morán Santafé (mi hermana, Mico)

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SOBRE ESTAS LÍNEAS: Mi hermana Ma. José -a quien le encantaban los animales-, montando en burro con unos ocho años (en Finestrat, Alicante, hacia el verano de 1965) . Contábamos en nuestra entrada anterior que quizás el lugar en que mejores momentos pasamos de niños fue en Extremadura (más concretamente en Madroñera). Allí, junto a los burros, las gallinas y las vacas, los caballos y los perros; la vida transcurría feliz. En ese lugar merecía la pena madrugar a pleno alba, tan solo por levantarse en mitad de campo escuchando los sonidos de su amanecer; con los pájaros cantando y los diferentes animales despertando. Así, entre esas peñas y montes con grandes berruecos de granito y entre aquellos rios y charcas que en Extremadura -durante su primavera- son estanques llenos de flores, ranas y peces. Muy cerca de Madroñera y de Trujillo, a pleno campo, pasábamos los mejores momentos de niños. Unos jugando a los indios, otros a los vaqueros y los demás a cuidar las vacas, caballos y gallinas... Todos en la salud plena que la Naturaleza entrega.
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Recordaba en mi pasada entrada los remordimientos que aún siento cuando pienso mi borrico. Se llamaba Perico y tanto me acuerdo de él, que uno de los días más tristes de mi infancia fue cuando mi madre tuvo que venderlo por quinientas pesetas (tres euros de hoy). Regresábamos a Madrid y se cerraba para siempre la casa que tenían mis progenitores cerca de Madroñera; por lo que nadie se podía hacer cargo del pobre asno. Aquel burrillo era un primor y listo como el rayo, porque había sufrido todo tipo de calamidades en su pasado. El tío José (Melitón como le decían en Madroñera) me había contado que tenía un carácter difícil porque cuando era aún pollíno -apenas con cinco meses- para divertirse en unas fiestas, lo habían arrojado a un pozo; de donde luego le sacaron con una soga. La cosa es que Perico era bien desconfiado, pero ni a mí ni a mi hermana (Mico) nos mordía nunca. Eso sí, en cuanto se cansaba de tenernos a la grupa, aceleraba el paso y al trote conseguía hacernos caer (por un lado o de frente). Más aún acostumbraba a hacerlo si íbamos dos encima; momentos en los que harto del peso en el lomo, comenzaba a dar saltos hasta que desde allí y emparejados, nos tiraba al suelo (mientras intentábamos uno y otro agarrarnos a parte alguna de la montura, del rabo, o de las crines). Porque el animalillo se aceleraba a paso de pura sangre cada vez que se cansaba de ser montado y para deshacerse de los que llevaba a cuestas daba más botes que un baloncestista.
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Una vez en el suelo, con el trasero hecho polvo y llenos de lo que fuera (porque uno caía lo mismo sobre una boñiga que sobre hierba, o un charco), le decíamos: -"¡Pero Perico, qué malo eres!". Entonces, el pollino se paraba, nos miraba allí derribados y se reía; abría la boca, rebuznaba y se volvía. ¡Malo era el pollino, peor que un rayo; pero para un niño la cosa más divertida que podía encontrarse!. Mi prima Paloma puede recordar esas andanzas del burro que no había quien lo domara y que tantas veces nos tiraba; hasta que desistíamos de subirnos a su grupa. Por su parte, yo me propuse educarlo y para conseguir que corriera o anduviera, me enseñaron que lo mejor era ponerle guindillas bajo el rabo. Así, cuando ya no quería andar; costumbre que tomó hacer cuando estaba diluviando o nos encontrábamos a muchos kilómetros de la casa (con frio, hielo, noche, o lo que fuera); tomábamos lo primero que hubiera para ponérselo bajo la cola y que echase a trotar. El éxito del experimento fue tal, que conseguí presentarme a las carreras de burros, en las que gané con el Perico gracias este "dopping": Dopaje que consistía en meterle bajo el rabo unas guindillas; por lo que cuanto más lo cerraba el pobre Perico -mucho debía picarle-, más se exprimía la "esencia de aquello" que iba a parar a "sálvese la parte" (todo lo que hizo de él un verdadero campeón).
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BAJO ESTAS LINEAS: Mi madre de joven (sobre 1948) con un chucho suyo; ella fue quien nos inculcó el cariño hacia los animales. Por cierto, la raza canina del perro que tiene su lado, es la que los ingleses tan finamente denominan "pointers" -porque apuntan o marcan "el point" del lugar en que está la pieza (de caza)-. Pese a ello, en España se les llamaba en el campo "perro puente". Nombre que al parecer -según me contaron y confirmaron- se debe a que tiene la nariz en forma de dos arcos; haciendo un "puente"; lo que les daría esa denominación... .
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Por todo cuanto narro, comentaba al principio, que aún siento vergüenza por haber martirizado de ese modo y de niño al birrito que me acompañó en tantos buenos momentos de la infancia. Pero eso sí, la verdad es que se lo merecía porque la terquedad de Perico nunca la conocieron en burro alguno extremeño (y mira que son testarudos los asnos). Se paraba y no andaba ni empujándolo entre cinco personas; por más que uno tiraba de las riendas, se quedaba en su sitio y hasta llegaba a romperlas. Además, como uno siguiera intentando montarle o hacerle caminar, ya se rebelaba, pegaba dos botes, tres coces al aire y se escapaba campo adentro (hasta la noche en que siempre regresó al establo a dormir y comer). Listo como el rayo, pero más malo que un dolor de cabeza en la Feria de Sevilla. Todo ello se debía -conforme afirmaba Melitón- a que "de niño" le habían tirado a un pozo. Algo que le marcó el carácter como a otros tantos asnos a los que les habían hecho "perrerías"; "cosas" que como su nombre indica, tan solo se deben de hacer a los perros... .
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Sobre este tipo de casos, aun recuerdo lo que me contó un primo -que es tocayo mío- y que de pequeño viajaba por los pueblos con su bajo y su orquesta. Comentaba como al ir a tocar en unas fiestas, una noche le había dicho un viejo del lugar que aquello de las cuchipandas y las discotecas, pues era un aburrimiento. Que ellos, de jóvenes y durante los festejos, no necesitaban de bailes y menos de discotecas; que se sabían divertir de verdad. Pues para entrenenerles no tenía que venir nadie de fuera; ya que hace años les bastaba con montar un burro a un carro. Así con el asno encima del carricoche, los mozos iban por todas las calles, para arriba y para abajo, acarreano del vehículo con el burro dentro... . Hasta que se cansaban, momento en que tiraban el asno y el carro al pilón... . ¡Eso sí que era una juerga! (según decía). Pero los tiempos han cambiado y muy mucho; tanto que ahora el divertimento en la ciudad y en el campo es casi el mismo. .
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BAJO ESTAS LINEAS: Mi hermana Maria José con su perro de campo (Cripi) y el de mi prima Paloma (detrás, Togo). Foto tomada hacia 1970 en Las Infantas; una casa que tuvieron mis padres entre Madroñera y Trujillo. Allí se divertían como nadie estas dos (Paloma y Mico) jugando a los vaqueros, con los perros y hasta con las lagartijas. Un día el tio Juan -que era como se llamaba el pastor-, les dijo que podían utilizar y vivir uno de sus chozos: El edificio que vemos en la parte trasera de la foto. Así que se dispusieron a arreglarlo para darle buen uso y lo primero que hicieron fue comprar materiales para encalarlo. Tras unas horas pintando allí, aparecieron las dos en casa con las manos como tomates, porque no habían dejado "cocer" la cal y se habían quemado hasta las ropas, encalando en vivo. No paraban de inventarse cosas y a cada cual más curiosa; yo -que era bastante más pequeño que ellas- las observaba con admiración (aunque solo fuera por el riesgo que conllevaban las picias que hacían).
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Como bien digo, las formas de divertirse antaño eran muy distintas. Por ejemplo estas dos -Paloma y Mico- tuvieron por costumbre durante una época jugar a los perros... . -Sí, sí; como lo leen; a los perros-. El jueguecito era bien barato y para llevarlo a cabo tan solo se precisaba de una correa y un collar; ya que consistía en salir a la calle haciendo una de perro, mientras la otra figuraba ser su amo. Así hasta que se cansaba la que iba a cuatro patas y encadenada; pasando el turno a la que estaba de pie, quien tomaba el relevo y se ponía a simular el can. Ello no sería muy raro si no hablásemos de un Madrid de los años sesenta, en los que era bastante curioso oir a los vecinos decir a mi madre: -"Maria Teresa, el otro día ví a tu hija con tu sobrina. Iban las dos muy monas, estuvieron toda la mañana por mitad de la calle Narvaez; una parecía un perro y la otra sujetaba la cadena-". Mi madre no sabía dónde esconderse y se hacía la despistada... . Lo peor de aquello era el regreso a casa, tras una jornada canina; porque venían con las ropas de un color más negro que la radiografía de un grillo. Así que a la vuelta siempre les tocaba regañina, echar la ropa a lavar y meterse en la ducha; tras los consabidos gritos de todas aquellas a las que les tocaba limpiar esa prendas que -trás haberlas arrastrado por medio Madrid-, habían quedado peor que las de un carbonero.
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Aunque en Extremadura no existía este problema; porque no había que bañarse (por lo menos, yo estaba exento de esta obligación higiénica). Para mí de niño aquello era el paraiso porque no me tenía que meter en la ducha, ni visitar una bañera durante todo el tiempo que estábamos allí; ya que apenas había agua en la casa. Estábamos en pleno campo y no había forma de subir más agua que la que daba un triste pozo; la que se usaba para abastecer a las personas que más la necesitaran. Así, que como yo era muy niño (menor de siete años) me excluyeron del zafarrancho de baño y hasta me "escaqueaba" a veces de lavarme los dientes. Eso lo contaba yo en el colegio y ni se lo creían; al oirme, todos decían con admiración: -"Cuando Ángel se va al campo, puede estar hasta dos semanas sin tener que lavarse; ni las manos siquiera... .¡Qué lujo, como en el verdadero Oeste!"-.
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IMAGEN BAJO ESTAS LÍNEAS: Mi prima Paloma con su perro Togo, en Las Infantas (Madroñera). A ella le gustaban los animales más que las personas y siempre afirmaba que eran mejores los canes que los seres humanos. Para demostrarnos su axioma tenía un sistema irrefutable, preguntando qué nos daba más asco, si una caca canina o una de persona. Todos contestábamos que las cagarrutass perrunas eran menos asquerosas; así que la conclusión cierta obligaba a suponer que la canina era superior a la especie humana... . Algo de razón tendría (¿Digo yo?).
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Mucho se hablaba a los de mi clase en el cole, sobre aquel sueño que yo vivía, relatando que Extremadura era como en el "Far West"; sin necesitar uno lavarse y todo el día bajo el cielo raso. Tanto fue así, que algunos no se lo creían; por lo que muchos de mis compañeros vinieron a ver ese paraiso con sus propios ojos. Por fin allí lo experimentaron. ¡Era verdad!. Nos dejaban hacer lo que quisiéramos, tanto que nada más levantarse, uno se ponía la ropa y al campo a jugar con las lagartijas (sin necesidad de tener contacto con aquel líquido elemento que de niños tantas alergias nos causaba). Aquello llegó a ser tan del Oeste y tan de película, que entre los amigos decidimos que no había que lavarse ni los dientes (quién imaginaba a un verdadero vaquero con un cepillo de dientes, entre el Winchester y la canana de balas...). Fue por entonces cuando debíamos de oler ya como chotos; tanto que a mi madre se le hacía insoportable. Así que un día nada más levantarnos nos colocó a todos en fila -creo recordar que éramos cuatro: Carletes, Quique, Juan y yo- y nos dijo que habíamos de lavarnos al menos los dientes, que los teníamos peor que el zurrón de un soldado.
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En ese momento mi compañero Carlos dijo: -"No puedo, no tengo"-. Mi madre algo enfadada contestó: -"¿No tienes cepillo?. Pues te doy uno. Y si lo que te falta es pasta, en el cuarto de baño la hay"-. Seguidamente el Carletes respondió sonriendo: -"No tengo dientes"-. Y abrió la boca enseñando que se le habían caido todos los de leche a la vez, quedándole apenas alguna muela en la boca. Fue ese momento en el que dijimos los demás: -"¡Qué suerte! . No tiene dientes y no van a obligarle a lavárselos"-. Seguidamente fuimos todos al baño a darnos con el cepillo y Carlos también, pese a que nadie entendía por qué mi madre le obligaba a lavárselos a él, si no le quedaba ni uno... . La cosa es que no comprendimos nunca por qué sin tener dientes, había que cepillarselos; ya que las muelas y la boca, no entraban en el concepto de higiene bucal (un exceso, en nuestra opinión). Por lo demás, cuando regresábamos a Madrid y nos obligaban a tomar el primer baño. En ese momento hacíamos un concurso muy divertido, que consistía en de ver cual de nosotros dejaba el agua de la bañera más sucia. Finalmente tal concurso fue quitado del "programa de regreso", porque siempre había "tongo", ya que algunos cerdos vaciaban las botas llenas de arena en el agua del baño, para que les puntuaran más.
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BAJO ESTAS LÍNEAS: En la imagen, foto del Puerto de Santa Cruz, monte que se veía desde Las Infantas y donde los pastores me habían contado que estaba enterrado Viriato. Muchas eran las historias sobre este pastor lusitano que se narraban entre las gentes del campo entonces, y hasta había algunas de "mucho miedo". 
Recuerdo una muy impresionante para un niño, que les escuché; contando aquellos cómo al echarse una oveja a los hombros Viriato, oyó una voz a sus espaldas. Se volvío y viendo que no había nadie, se dió cuenta de que era el cordero quien le hablaba. Mirándole asustado preguntó al animal si era él quien profería esas parabras, a lo que este (aún sobre sus hombros) le replicó: -"A que tú no tienes los dientes tan lindos como yo"-. Tras lo que la oveja de Viriato empezó a reir de una forma horrible (los pastores entonces imitaban esas risas, con "voz de oveja que enseña los dientes" y a mí me daba mucho miedo... Yo es que siempre he sido bastante"cagón").
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Esa historia tan boba, de niño puede impresionarte; una leyenda que me ha venido a la memoria al escribir lo de mi amigo y el cepillo dental. Por lo demás y como ya dije; cuando llegué a Extremadura lo único que quería en la vida era ser pastor, como Viriato. Además allí (en el campo) ya me informaron de que para esa profesión que había elegido, no hacía falta seguir estudiando; así que hacia los cinco o seis años decidí jubilarme, o terminar el colegio. Mis padres no me dejaron (lógicamente) y ello fue un terrible fracaso para mí; que cada vez que regresaba a Madrid y tenía que ir al "cole", lo hacía deprimidísimo. Por lo demás y para demostrar que quería ser pastor, comencé a hablar en castúo a todas horas (principalmente en Madrid); imitando perfectamente no solo el habla de los pastores, sinó también sus tacos... . Lo cual me supuso que me llevara más de un manotazo, porque en la capital no era normal eso de decir en la mesa: -"¡Qué caraju, que joío y que rico esta estu"!-.
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Para darse cuenta de que uno es tonto a veces no hay más que ir al campo. Allí hablando con las gentes -de pueblo o del monte (normales y corrientes)-, se siente vergüenza ya desde pequeño de los complejos y de las tonterías que uno tiene en la cabeza. Pese a ello, sin esas "boberías" es que no hay quien se adapte a la ciudad, porque en las urbes las chorradas son la alegría de la huerta -y muchas veces hasta el motivo de vivir-. Este es un hecho que experimenté por primera vez a los siete años y tras haber hecho la Primera Comunión. Recuerdo que fue un mes de mayo de 1968, y cuando regresé a Extremadura, el fin de semana siguiente de haberla celebrado. Allí,  como siempre hacía por las mañanas, me acerqué al vaquero a por leche. Se llamaba Luis el que encargaba del ganado del "Señor Isaías" -al que por rico todos denominaban "Judaías"-. Estaban a unos metros de casa; donde ordeñaban a diario a la Lucera, que era la que tenía la leche que más me gustaba. Así, esperando que Luis me llenara el cubo, le enseñé el regalo que me habían hecho mis padres por la Comunión; se trataba de era un reloj Seiko de acero y acuático -una novedad por aquel entonces-.
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El vaquero lo vió con asombro y luego me dirigió una mirada un tanto despectiva; trás ello me dijo con mucho aplomo: -"Mi reloj también es acuático"-. Me dicuenta de que llevaba un Festina de los más baratos, con correa de cuero; siendo imposible que "eso" resistiera bajo el agua; así que le pregunté: -"¿El tuyo es acuático?"-. Se quedó observándome con ojos de juerga y replicó: -"¡Toma claro; no lo ves!. Aquí estoy ordeñando con el Festina puesto; no solo es acuático, es lechático. Además cuando llueve también lo puedo llevar"-. Fue en ese momento cuando le intenté explicar que acuático significaba que aguantaba bajo el agua, tanto que yo en esos días ya podía hasta consultar la hora en la bañera... . Entonces y dándole la risa me contestó el vaquero: -"Ay Angelito; qué tonto que te estás poniendo; me gustabas más cuando querías no ir al cole y ser pastor. Eso sí, como sigas mirando la hora bajo el agua te vas a quedar calvo. Todos los que consultan el reloj en la bañera se quedan calvos, porque el asunto afecta al `torrao´"... .
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Sin saber lo que era el "torrao", me quedé muy preocupado y regresé a casa con el bote de leche; esa mañana me preguntaban qué me pasaba, porque me veían raro cuestionándome por las cosas que hacían daño al "torrao" y las que producían la calvicie. Decidí entonces nunca más mirar la hora en la bañera (aunque me encantaba, era la única ilusión que tenía en aquel "lugar de tortura"); y sobre todo, quitarme ese reloj tan elegante en Extremadura, para que no se rieran más de mí. Lo guardé y solo lo usaba en Madrid -para enseñárselo a los "niños pijos"-, aunque resultó que los shabía tan "requete-pijos" que me informaron de que llevaba "una patata con pulsera" (pues solo eran buenos los Rolex). Desde aquel entonces no uso reloj, no sea que alguien se moleste... .
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BAJO ESTAS LÍNEAS: Nuestro perro Kabul en la casa de Extremadura: Este chucho era de lo más especial y como puede verse en la fotografía, se sentía guapísimo. Un complejo de superioridad que resultaba de los más incómodo ya que no consentía mancharse ni en el campo. Había que lavarlo más que a una patena, peinarlo más que a Bob Marley y era un can tan presuntuoso como Liz Taylor -con toda la gracia que puede tener un perro que se siente el Robert Redford de su especie-. Su conciencia de que era más bonito que los demás le llevaba a granjearse las envidias de otros, que con más pinta de lobo que de perro, le soltaban unas colmilladas que lo aviaban. Aunque el Kabul, como buen presumido, se gastaba unas malas pulgas de cuidado, y no se achantaba ni ante los mastines más rudos del campo. Por lo demás, allí (en Madroñera) tenía su novia, que era la perra del pastor; ella de raza "siete leches ibérica" y que no levantaba más de treinta centímetros del suelo. Y es que el amor no conoce límites.
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Continuando con las historias que narrábamos -de mi hermana y su íntima amiga (la prima Paloma)-; recuerdo también que entre sus entretenimientos de entonces, estaba el de condecorarse con rabos de lagartijas. Ello consistía en que cada vez que veían un infeliz reptil de estos, se avalanzaban sobre aquel y le quitaban la cola; rabo que luego se pinchaban en la solapa -con un imperdible- como si fuera una verdadera medalla. La gracia estaba en que la cola de lagartija no paraba de moverse sobre la tela donde la habían fijado y parecía aquello un bicho; con lo que todos quedaban muy impresionados. Eso y llevar ratones blancos en cualquier sitio -en los bolsillos del pantalón, de la chaqueta, en las mangas o bajo el gorro- eran las más "normales" costumbres que tenían aquellas dos niñas (que por aquel entonces no habrían cumplido los catorce años). Quienes además se reían haciéndoles leer a los ratones el periódico, algo que consistía en tomarlos por el cuerpo y pasearlos sobre las hojas de prensa; de tal manera y como las ratas hacen el gesto de ir oliesqueando, parecía que realizaban una lectura minuciosa de lo allí escrito.
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Para terminar narraré otra extraña costumbre de antaño (muy extendida entre todos nosotros por aquellos días); que era la de guardar los escorpiones en cajas de cerillas. Una manía imbécil de niño y que por suerte no produjo nunca un accidente. Ya que de vez en cuando, el alacrán allí encerrado sacaba "el pincho" -tras conseguir abrir la cajita-; de lo que como uno lo llevase en el bolsillo del pantalón, podía ser picado junto al "peor sitio". Por suerte nuestros padres nunca se enteraron de que llevábamos escorpiones en las cajas de cerillas y por mayor fortuna, un hecho tan idiota no produjo jamás un accidente (que pudo haber sido fatal).
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Finalmente, me gustaría recordar otro sucedido bastante curioso y que se refiere a un tiempo algo anterior; cuando mi hermana mayor hizo la Primera Comunión. Siendo estos los años en que mi padre aún no había llegado a Madroñera y trabajaba de arquitecto municipal de Coria y Plasencia. Así resultó que tras hacer la mencionada Comunión, en la puerta de la iglesia aparecieron unos clientes de Coria (que le debían muchos favores); quienes querían mucho a mi progenitor, tanto que vinieron desde allí a regalarle una burra a su niña. El asno venía perfectamente enjaezado a la extremeña y hasta llevaba los cascos pintados en oro, cascabeles por doquier, la cola recortada, el pelo raso como las mulillas y las crines rapadas. Parece ser que incluso la montura era preciosa y les encantó a todos el regalo; pero viviendo en Madrid, se les planteó qué hacer con el borrico... . Pues nada, ni corto ni perezoso, mis padres metieron a la burra en una plaza de garaje donde allí vivía. Pese a ello, un problema más surgió, ya que el asno no respondía ni obedecía; debido a que quienes se la regalaron nunca les dijeron el nombre. Tras mucho preguntarles, ya un día contestaron a mi padre: -"Perdone, pero no nos atrevíamos a decir cómo se llamaba la burra, porque le nombran igual que a su esposa: La Señora Teresa"-. Tras conocerlo, mi progenitor regresó a casa muy contento comentando: -"Todo solucionado, ahora sí que va a obedecer la burra, porque ya sabemos que se llama Teresa"- . A mi madre no le hizo mucha gracia tanta coincidencia; y es que en Coria enseñaron a cantar a mi padre esos versos "castuos" que decían:
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"Qué buenas son, que buenas son;
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qué buenas son, las mujeres.
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Qué malas son, que malas son;
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qué malas son, cuando quieren"
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BAJO ESTAS LINEAS:
Para terminar recojo esta curiosa noticia de entre mis recortes de prensa antiguos. En ella, el ABC (tristemente no conservé la fecha ni página) da cuenta de que un burro fue invitado de excepción en una boda de Puente Genil; porque los novios tras casarse, habían utilizado este "vehículo" para moverse desde la iglesia al fotógrafo y luego para ir al banquete. Pese a todo, en nada nos extrañaba esta noticia que recorté; puesto que mucho más divertido fue lo que vimos poco antes y a principios de los años setenta, en la boda de la hija de un famoso arquitecto de Madrid (buenísima persona y que falleció muy joven -apellidado Casiniello-). Aquella novia era tan moderna que quiso realizar algo parecido a lo del burro, pero con su moto. Le encantaban los motores de gran cilindrada y en uno de ellos decidió salir de la iglesia tras casarse; cabalgando el novio una veloz Harley , con la novia a la "grupa" (detrás). Aunque el traje y la cola de recién casada pronto quedaron enredados en los radios y cadenas de la moto, que al ser tan potentes redujeron a harapos el vestido de ella, dejándola sin ropa frente de todos los invitados (hubo hasta aplausos).
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domingo, 5 de mayo de 2013

El Linterna de Almendralejo y algunos recuerdos de Extremadura (lugar de mis orígenes): CRÓNICAS DEL SPANGO III.

ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general, que contiene los artículos que hemos editado en “DEL CIPANGO AL SPANGO". PARA LLEGAR A ELLOS, hacer clik sobre:  https://delcipangoalspango.blogspot.com/2023/01/indice-de-articulos-de-del-cipango-al.html


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ARRIBA: Castillo de Coria en Cáceres, población de la que mi padre fué entre los años 1955 y 1962 arquitecto municipal. Le encantaba Extremadura y debido a ello trabajó para los ayuntamientos de algunos pueblos que se encontraban en el camino entre Madrid y Coria (Brunete, Plasencia etc); al parecer en unas fiestas de El Pilar -del año 1960- y en que iría mi madre a verle, debí de "aparecer" yo en escena. Nueve meses después (un 13 de julio de 1961) nací en Madrid, aunque mi padre decía siempre que yo venía de Coria. Este hecho y el comentario que sobre aquello hacía mi progenitor marcó mi vida, tan ligada en lo estético a Extremadura (una de las tierras más bellas en paisajes y monumentos).
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ARRIBA: Apartamentos nido de cigüeñas en Cáceres (próximo a Trujillo). Las cigueñas que antes anidaban en los postes eléctricos, tejados y árboles;  se han visto sometidas en Extremadura a un "plan de vivienda social". Un ejemplo de ello son estos postes sobre los que anidan en masa y que realmente parecen apartamentos, o ciudades dormitorios. Cuando veo las cigüeñas extremeñas recuerdo siempre algo que muy de niño hacía en Madroñera (el lugar en que pasábamos las vacaciones). Ello consistía en ir montado en burro y llegarme hasta Trujillo, parando en su entrada donde había un hotel que se llamaba ASÍ: Las Cigüeñas. Allí normalmente entraba a pedirles azúcar, diciendo que era para mí. Muy amables me regalaban algunos terrones que me guardaba en los bolsillos y que tras salir del hotel (al doblar la esquina), se los daba a mi burrito. Aquello era como echar gasolina "súper", pues cada vez que me montaba en mi Perico (como se llamaba el borrico) y enfilaba el camino de Trujillo, aquel animal ponía "el turbo" y llegaba al galope hasta ese pueblo. Lo que me dejaba la espalda y la rabadilla destrozadas, porque la montura del pollino no es como la del caballo, haciéndote cabalgar a horcajadas y sin control sobre la grupa.
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Por lo demás y sobre el pobre Perico -el burro- aún recuerdo cómo era de listo; tanto que cuando volvíamos a Madrid (después de las vacaciones), en el momento que nos veía meter el equipaje en el coche, se desparramaba y comenzaba a revolcarse por la hierba, partido de risa. La primera vez que me dijeron que se estaba regocijando porque nos íbamos (y ya no tenía dueño, ni quien le montara), no me lo creía; pero tras varios años pude comprobar que los burros se jactan y se remueven por los prados, cuando ven que aquel que les domina -y monta-, se va. Aunque no me extraña nada que se alegrase tanto de mi despedida, pues aún tengo el pesar y el arrepentimiento de lo que yo le hacía de niño. Sobre todo cuando echábamos carreras de burros, en las que ganaba el más rápido; para lo que me había aleccionado el tio Melitón que lo mejor era ponerle guindilla dentro del rabo al pobre asno y que con "el picor del culillo", corriera. Así lo hacía en las carreras y cuando le inyectaba el "dopping" bajo la cola, aquel pobre equino tomaba las de Cain (iba con el "turbo", llegando siempre a la meta el primero). Cosas y casos de hace casi cincuenta años y de los que uno hoy se arrepiente por haber sido tan cruel de niño.
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SOBRE ESTAS LINEAS: En nuestra anterior entrada hablábamos del recorrido en la A-5 (desde el Kilómetro 275 al 150). Hoy traemos una imagen tomada junto al 272 en que se encuentra el Puerto de Santa Cruz, en cuya cima existía la leyenda de que estaba enterrado Viriato. Aquella montaña en imagen y que se veía desde el lugar en que pasábamos de niño las Navidades y la Semana Santa, era en la que todos los pastores extremeños afirmaban que se hallaba la tumba del guerrero lusitano -que mantuvo en vilo a Roma-. Cuando tenía yo unos cinco o seis años, en los chozos de los pastores me contaron la historia de Viriato; y como yo no sabía quien era, uno de los más viejos al que llamaban "el tio Juan" (ganadero principal de la zona), me sacó del brazo del chozo. Así cogido y señalándome hacia la montaña del pico de Santa Cruz me dijo: "-Allí, en esa loma está enterrado uno de los pastores que más pelotas tenía de Extremadura. Vamos, que se las hizo pasar putas a los romanos. ¡Era un tio `cojonuísimo´!.-". Fue esta la primera vez que me encontré frente a la Historia, verdadera y real; relatada de primera mano. Después, cuando entré a la choza, todos hablaban de leyendas sobre Viriato, mientras comían y compartían alrededor de la lumbre.
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ARRIBA: Tierras entre Madroñera y Trujillo donde pasábamos las Navidades y la Semana Santa de niños. Mi padre había sido arquitecto municipal de varios pueblos de Extremadura y por ello cuando le fue bien económicamente decidió no cobrar a quien lo necesitara. Viendo aquella posibilidad, un hombre llamado Julio (no recuerdo su apellido) que era alcalde de Madroñera, le pidió que trabajase para su población, ya que necesitaba desarrollarse. Tanto fue así que mi progenitor regalaba todo proyecto y hasta a veces las obras; así y no sabiendo como corresponder con él, el consistorio decidió regalarle una parte de un cortijo. Aquella finca se llamaba Las Infantas; un edificio antiguo, entre Madroñera y Trujillo, que mis padres rehabilitaron. Parece ser que se trataba de unas tierras donde había dormido o vivido Felipe IV (posiblemente tras casarse con su prima de Portugal), por lo que habían conservado el nombre de sus hijas, denominándose las tres casas del lugar como cada una de las infantas de aquel rey (recuerdo que la nuestra era la "Infanta Teresa").
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Tras 1976 y al llegar La Transición, algunas gentes del pueblo (muy pocas) decidieron que aquella cesión o regalo hecho por el antiguo alcalde era ilegal -tal como al parecer resultaba, pues os terrenos municipales no pueden venderse ni regalarse-. El pobre Julio intentó explicarles que D. Mario -como llamaban a mi padre- no se trataba de ningún franquista, ni menos de una persona aprovechada; sinó que era un "progresista" y que precisamente había beneficiado mucho al pueblo. Eran épocas de revoluciones (poco antes se había producido la de Portugal). Mis padres tuvieron miedo de pernoctar allí (en esos años había fuertes "movidas" sociales) lo que nos obligó a marcharnos de Las Infantas poco después; ya que la ley marcaba que no se podía ceder un terreno del Ayuntamiento a un privado. Tenía yo unos dieciséis años y aún recuerdo con gran tristeza los contenedores de mudanza llejando de Madroñera, salvando los muebles y platos de la finca. Eran enseres muy interesantes porque mi madre -aficionadisima a la artesanía- se había hecho muy amiga de Santiago (el anticuario de Trujillo y Madroñera). Aquel Santiago -al que muchos despreciaban por ser un tanto "amanerado"- hacía unos gestos muy raros que yo observaba de pequeño. Tanto me llamaron la atención que los imitaba perfectamente para provocar la risa de todos; pues este hombre siempre decía (mientras giraba los brazos y el torso de forma cómica) que su "genero" era: "-¡Antiguo, antiguo; `antigüísimo´!-". Mis padres se tronchaban de risa cuando yo realizaba la parodia de Santiago, copiando perfectamente los gestos y doblando las manitas; mientras comentaba lo de "antigüísimo". Algo que a él no le gustó nada un día que me vió haciéndolo en el que comentó: -"Este nene es malo hasta debajo del agua. ¡Uy que malucón es "er" nene...!"-.  

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ARRIBA: En 1966, el día de La Buena Pastora en la parroquia de Madroñera. Fue por aquel entonces cuando decidí hacerme pastor de profesión, para lo cual ya me informaron en el pueblo que no se precisaba seguir estudiando. Así que cuando regresé esa Semana Santa a Madrid, les dije a mis padres que iba a abandonar el colegio. Tenía por entonces unos cinco años y ellos trataron de informarme que no eran edades para dejar de estudiar... . Pese a todo yo seguí en mi empeño de hacerme pastor y de no ir más al centro a recibir claes, ya que aquello me resultaba altamente inútil, debido a que allí había muchos niños, todos haciendo y aprendiendo lo mismo. No fue posible que me dejaran seguir en mi primera vocación tal como la concebía... (de veras fue para mí un fracaso y a veces entraba en el colegio con unos enfados de cuidado).
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Recuerdo que cuando iba a Extremadura me vestía siempre de pastor, con mi zamarra y mi garrota. Tenía entonces menos de diez años y un día vi al dueño de las tierras que circundaban Las Infantas. Se llamaba Isaías, pero todos le decían Judaías, porque las arrendaba a muy alto precio. Así que una mañana que me lo encontré andando por el campo y le saludé con un cariñoso -"Buenos días judaias"-. Aquel hombre me miró con cara de odio y me dijo: "-yo no sabía que eras tan tonto niño"-. Regresé al cortijo afligido y le conté lo que me había sucedido al tio Melitón (que era quien lo guardaba). El bueno del Melitón me dijo que era una gran suerte ser hijo de Don Mario, pues si un humano de a pié osaba llamar "judaías" al señor Isaías, este le soltaba un sopapo que lo arreglaba de por vida.
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ARRIBA: De niño, me reunía con los pastores en los cerros de Madroñera, donde pasé mis mejores momentos hablando de Viriato. En uno de estos cabezos llamado el de Almoroquí, muchos años después apareció la estela inscrita tartessia en imagen -fechada en el siglo VI a.C. (que expone el Museo de Cáceres, al que agradecemos nos permita divulgar la foto)-. Nunca supe de dónde procedía mi vocación arqueológica hasta darme cuenta de que aquellas gentes del campo de Extremadura me habían contado miles de historias interesantes. Leyendas de Viriato, de los romanos y de los lusitanos (como llamaban a los iberos); relatos hablados junto a las hogueras de Las Infantas y en los chozos, que marcaron para siempre mi vida intelectual.
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Una de las personas más cariñosas que conocí en toda mi existencia se llamaba José, pero le decían Melitón. Era quien contrató mi padre para que cuidase de la finca cuando no estábamos allí, y que junto a su mujer (Concha, La Melitona) se convirtieron en dos más de la familia. Todos les llamábamos el tio Melitón y la tia Concha, y fueron quienes nos hicieron pasar algunos de los mejores ratos de nuestra infancia. Buenos, cariñosos y agradables, resultaron los más damnificados cuando tuvimos que cerrar la casa y marcharnos de allí, ya que mis progenitores se los trajeron a Madrid (donde no se adaptaban). Pese a todo, pudimos jubilarlos bien; aunque ellos se lamentaban mucho de lo sucedido. Mi madre siempre les decía que en esas cosas no había culpables, que algunas personas de Madroñera habían actuado tal como creían mejor y que si alguien te cuenta que uno se ha quedado con algo que no es suyo, lo normal es ir a recuperarlo. Por su parte el pobre Julio (el alcalde) al ver que nos íbamos se cogió un berrinche tremendo. Cayó en depresión y dejó de comer debido a los enfados continuos por cosas como estas 8ya dije que eran años de confusiones y convulsiones); al parecer le dió un ataque cardiaco y tuvieron que traerle a Madrid (en la Fundación Jimenez Díaz mis progenitores iban a visitarle de continuo; fueron sus últimos días y murió en esos años).
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Pese a todo, mis padres jamás guardaron ningún rencor hacia quienes les echaron de Las Infantas; solo una gran pena de no poder volver por Madroñera (o de no tener fuerzas para hacerlo). Les podía el miedo y la época era muy conflictiva, por lo que no se atrevían a tener allí una casa abierta en medio del campo.  Tristemente el tiempo pasó y nadie ocupo la zona de la que nos fuimos hacia 1977 (que antes de reconstruirlami padre era usada como un simple aprisco o cuadra). Cuando pasé por allí -hace veinte años, la última vez que fui- me acerqué a ver el edificio que habían rehabilitado con tanto cariño mis padres; se lo habían dejado a una asociación de cazadores quienes no pudiendo mantenerlo, lo habían abandonado (se encontraba derrumbado). Posiblemente ya ni siquiera debe existir aquella preciosa casa (originariamente del siglo XVII) a la que llamaban "Infanta Teresa".
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes de la Plaza de Trujillo. Muy cercana a Las Infantas se encontraba esta preciosa población (apenas a tres kilómetros en linea recta, por los caminos). Como dije, de niño iba hasta allí en burro; pero cuado cumplí los nueve años ya me dejaron acercarme a caballo. Se tardaba media hora en llegar hasta este maravilloso pueblo, que sobre cabalgadura tenía una belleza incomparable. Todavía recuerdo el sonido de los cascos de mi caballito entrando con brío en la plaza que vemos en imagen; donde tras llegar del duro camino, le llevaba a beber de la fuente. Desmontaba luego de mi Pio (como se llamaba) y ya a pié miraba alrededor, con asombro: Nunca había visto en Madrid tanta belleza de piedra, luz e Historia. Allí, en mitad de Trujillo y junto a mi Pio -a los diez años de edad- estaba el paraiso terrenal.
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SOBRE "EL LINTERNA" DE ALMEDRALEJO:
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Muchos han sido los que nos han preguntado acerca de este individuo, que nunca se supo quién era. Caso que recordábamos en nuestra anterior entrada donde recogí como el diario ABC había dedicado un amplio despliegue informativo. Noticias que aparecieron de continuo en este periódico, con fotos de las batidas, junto a comentarios de los vecinos del lugar (quienes atemorizados ante "el linterna" no cesaban de montar piquetes). Había guardado hace casi treinta años varios recortes sobre aquello y que tristemente perdí; aunque he podido recuperarlos gracias a la HEMEROTECA DE ABC. Agradecemos a esta entidad nos permita divulgar algunas de sus páginas en las que trataba de tan insólito caso y que a continuación recogemos. Mucho he sentido que D.Camilo José Cela fuera por aquel entonces (1987) ya muy mayor y no pudiera dedicar un capítulo a este caso. Sucedido que como el de Archidona, son ejemplos de la España más simpática y Heterodoxa.
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ARRIBA: Noticia de El Linterna de Almedralejo en ABC (julio de 1987) donde explícitamente uno de los atacados por el sátiro cuenta que se pensaba que el "masajista genital" era su mujer; siendo así, cuando intentó "rematar la faena con la parienta" se dió cuenta que junto a él estaba este hombre de la linterna (el asaltante de las alcobas). Eran esos los días en sembraba la inquietud aquel sátiro de Almendralejo cuya identidad nunca se logró saber.
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ABAJO: Otra de las páginas de ABC en que se habla del abusador de Almedralejo; donde se afirma que el pueblo deseaba ya lincharlo. Al lado, se explica que se reía como el perro pulgoso (de unos dibujos animados) tanto como se especifica que era además de un sucio "tocador de genitales masculino", era gangoso... . ¡Una prenda...!.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS (doble página arriba y sigue el titular abajo): Hojas de ABC en las que a "todo periódico" donde se relata el caso de El Linterna (agradecemos a Hemeroteca ABC nos permita divulgarlas).
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos páginas de huecograbado en las que se recogen diversas fotos donde vemos a los vecinos haciendo guardia para evitar el acoso de El Linterna (tanto como los lugares por donde el sátiro merodeaba). Agradecemos a Hemeroteca de ABC nos permita divulgar las fotografías de estas hojas encontradas en sus archivos.
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jueves, 2 de mayo de 2013

CRÓNICAS DEL SPANGO II: Etimologías y sobre El Linterna de Almendralejo

ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general, que contiene los artículos que hemos editado en “DEL CIPANGO AL SPANGO". PARA LLEGAR A ELLOS, hacer clik sobre:  https://delcipangoalspango.blogspot.com/2023/01/indice-de-articulos-de-del-cipango-al.html



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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes del precioso castillo Parador de Oropesa, cuyo nombre griego a muchos parece indiscutible. Ya que OROPESA procedería de etimología helenística, naciendo de "oros" (monte) y significando quizás "Monte en la llanura" -de "Oros-pedia" = -. Pese a todo, vamos a demostrar que esta etimología es falsa y que en España el origen de gran parte de los topónimos procede de los conejos (como decía Bochartd).
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Efectivamente, tal como en el pie de foto superior sugerimos, la voz Oropesa no es griega, ni romana y ni siquiera celta. Es puramente hispana y para su comprensión habremos de ver cómo se desarrolla y de dónde procede. Siendo para ello imprescindible realizar el viaje por la carretera A-5 hasta llegar a este pueblo toledano, tomando dirección desde Mérida. Resultando que si seguimos así la antigua calzada romana -que unía Emérita Augusta con Cesar Agusta-, veremos como desde los actuales kilómetros 275 al 150 (en que está el pueblo de Oropesa) se explica el verdadero significado de todo "aquello". Hagamos el mencionado viaje y recojamos los datos de los pueblos, junto a esta carreterra (hoy autovía); comprobando el significado de todo, perfectamente clarificado.
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ARRIBA: Cartel del kilómetro 275 de la A-5 donde encontramos la salida a ABERTURA. Ello ya nos va poniendo en situación para comprender el origen etimológico de Oropesa, que se halla a 175 kilómetros más tarde (en el 150).

ABAJO: Cartel indicativo del kilómetro 240 de la A-5, en el que nos señala la salida hacia TORRECILLA DE LA TIESA y ALDEA DEL OBISPO. La cosa en este punto de la carretera se nos va aclarando y ya no deja lugar a dudas del destino al que vamos. Aunque lo más curioso es que esta Torrecilla de la Tiesa esté justo al lado de Aldea del Obispo, todo lo cual debe tener un sentido muy profundo.
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ARRIBA: Cartel indicativo del kilómetro 227 de la A-5, en el que leemos JARAICEJO. Nada extraño tendría esta indicación sino fuera porque muchos llaman a este pueblo "entrecejo" y otros "carajillejo". Siendo mi padre uno de los que se encontraba en el segundo grupo; quien afirmaba no poder mencionarlo nunca como Jaraicejo, porque siempre le venía a la memoria "caraj...". De tal manera, cada vez que nos llevaba a Trujillo (Madroñera, donde pasábamos las Navidades y Semana Santa), pronunciaba así este nombre. Voz que como "carajillejo" pude entenderla plenamente de mayor, al darme cuenta que estaba junto a Torrecilla de la Tiesa y Aldea del Obispo.

ABAJO: Cartel indicativo de la salida 219 de esta A-5; en el que vemos DELEITOSA. Evidentemente ya a esta altura de la carretera, uno comprende de qué va la cosa en esta dirección.
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ARRIBA: Cartel de la salida 210 donde llegamos a CASAS DE MIRAVETE, ROMANGORDO e HIGUERA. Aquí hay que reflexionar un poco, aunque si hacemos el recorrido no es tan difícil entender el significado de la señalización. Ello porque antes de este cartel veremos el de "Túnel de Miravete"; tras lo que nos quedamos pensativos... . Mira y vete... Túnel.... La cosa viene a estar clara sobre todo cuando vemos que se halla junto a Roman-gordo y a Higuera. Nada más que añadir (creo yo...).

ABAJO: Cartel de la salida 182 en que tenemos NAVALMORAL DE LA MATA y VALDEHUNCAR. Sobre lo de Na-va-al-moral, nada que decir y sobre "la mata" menos. Solo añadir que el siguiente pueblo es Valdehúncar y no Valdehíncar (como muchos pudieran suponer).
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ARRIBA: Salida 176 de la misma A-5 en el que nos encontramos como siguiente destino PERALEDA (!Lógico...!).

ABAJO: Salida 163 de la A-5 en que llegamos a EL GORDO (sin comentarios...).
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ARRIBA: La siguiente salida después de el Gordo es LA CALZADA y llegamos así hasta la de OROPESA y LAGARTERA, que se marca en el kilómetro 150. Sobre lo de "La Calzada" parece que ya no hay duda acerca de dónde ha ido "la cosa" y qué era lo que había en El Gordo, tras Peraleda. Lo peor es que después de esta (La Calzada) aparece Oropesa y Lagartera; todo lo que parece indicar que si Oro-opesa y Lagarta-era. Es en ese momento cuando se comprende el destino y el camino que hemos llevado hasta llegar aquí: A Lagarta-era (junto a Oro-pesa) famosa por sus "encajes". Como hemos comprendido en las fotos explicativas anteriores, Oropesa no es una etimología griega y lo único cierto es que España es "tierra de conejos". Pues si alguno tiene dudas sobre el origen y significado de los topónimos españoles bastará repasar el camino hasta llegar a ese destino; que es: ABERTURA; TORRECILLA DE LA TIESA y ALDEA DEL OBISPO; JARAICEJO y DELEITOSA; TÚNEL DE MIRAVETE, ROMANGORDO e HIGUERA; NAVALMORAL DE LA MATA; PERALEDA; EL GORDO; LA CALZADA; OROPESA y LAGARTERA. Sobre estas lineas fotografía de un atardecer en Oropesa y Lagartera.

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Habiendo visto ya el significado y sentido de nuestras calzadas y caminos, recordaremos algunas noticias relacionadas con "el tema" que arriba hemos tratado, a través de recortes de prensa antiguos (entre los muchos que guardo y de los que he elegido algunos para comentar). En este caso vamos a hablar de una noticia que tuvo en vilo a media Extremadura hace ya veinticinco años. Nos referimos al HOMBRE LINTERNA, que atacaba en las alcobas, tras escalar por las paredes y adentrarse en las viviendas. Un sátiro que tal como recoge el primer artículo (bajo estas lineas), se llegaba hasta las camas, donde dormía el marido junto a la esposa. Siendo entonces cuando acariciaba los genitales del hombre, quien confundido y muy alegre pensando que las caricias venían de su mujer, se disponía a seguir con "la faena" (tal como explica claramente el recorte que vemos). Siendo en ese momento cuando quedaba paralizado; al darse cuenta de que quién tenía a su lado -haciéndole carantoñas en las "bajeras"-, era un intruso que había entrado por la ventana. Momento en que el "tocador linterna" aprovechaba para huir por los balcones que previamente había dejado abiertos (para facilitar su escapada).

Sigue el referido artículo relatando que aquello que en principio pudo parecer un caso sin importancia y que a todos provocaba recocijo, se había vuelto ya por entonces en un grave problema. Tanto que en Almendralejo y sus alrededores, se organizaban piquetes de vecinos para vigilar las noches, evitando así que "el linterna" se les metiera en las alcobas. Narrando también que algunos motoristas y transeuntes que perodeaban por aquellos lugares, habían sido confundidos con ese al que llamaban igualmente "el acariciador loco". Más abajo recogemos otro recorte en el que se vuelve a hablar de El Linterna un año y medio después, relatando que había aparecido en Torremejía. Población por entonces de unos dos mil habitantes que vivía una honda preocupación al haberse visto atacada por tan libidinoso acariciador. Quien subía igualmente hasta las viviendas trepando por la ventanas; habiendo logrado tocar los genitales a dos habitantes de Torremejías mientras dormían junto a sus mujeres (aunque un tercero consiguió despertarse antes de que aquel sátiro pusiera sus manos sobre sus "partes nobles").
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos noticias que recogía el ABC tratando de El Linterna. La primera (arriba) del 29 de agosto de 1987 en la que se explicaba la actuación de este Linterna, que entraba en las alcobas y tocaba los genitales los maridos que dormían con sus esposas. Quienes confundidos y creyendo que "era la parienta" la que les acariciaba, se despertaban con la intención de "terminar la faena" encontrándose a su lado al fantasmagórico intruso. Abajo un año y medio después, El Linterna que había aterrorizado durante el verano de 1987 a medio Almendralejo, reaparece en Torremejía (noticia de 11-VIII-88, pag.89). El caso de El Linterna quedó sin resolver.
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Acerca de este suceso nos decía el diario EL PAÍS (el 17 de septiembre de 1987) -VER:  http://elpais.com/diario/1987/09/17/ultima/558828009_850215.html -; que se trataba de un fantasma (probablemente llegado de Villafranca de los Barros -según los vecinos de Almendralejo-). Expresando literalmente lo siguiente:
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"En Almendralejo (Badajoz) se ha creado una situación casi explosiva. Tal estado excepcional, en el que se junta el temor y la angustia, se debe a la existencia de un supuesto obseso sexual, apodado El Linterna, que viene merodeando gasolineras y hogares con la pretensión de acercarse especialmente a los maridos (...) Quienes facilitaron algunas pistas lo describen como un tipo delgado y alto, de gran elasticidad y una destreza o velocidad de atleta. Realmente, sólo con estas virtudes, como mínimo, podría entenderse que hasta el momento haya conseguido burlar la persecución de los hombres seleccionados por su lubrica. Hombres de muy variadas condiciones emocionales y físicas, incluidos varios camioneros (...) El Linterna, a qué dudarlo, es un fantasma. Los de Almendralejo han empezado a sugerir que puede tratarse de alguien venido de la vecina Villafranca de los Barros, es decir, del lado en que, para los primeros, se ha localizado siempre una fuerza sexual extraña. Pero no importa tanto la procedencia como la clase de encantamiento. Lo que venía siendo ocupado, en la crónica fantasmal, por las apariciones de vírgenes, se sustituye por esta figura del sátiro que escoge el sexo del hombre, enaltece su indiscutible amenidad y, al fin, lo trata con la codicia que un hombre, en sueños, ha esperado encontrar en las manos de su amante".
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Tal como vemos, los de Almendralejo afirmaban que se trataba de un "fantasma" venido de Villafranca de los Barros; algo que deja bien clara las rivalidades entre estas dos poblaciones cercanas. Sobre todo cuando en el artículo que hemos resumido de El País, se dice que la procedencia de Villafranca se debe a que de allí llegaba "una fuerza sexual extraña" hasta Almendralejo (sin comentarios por mi parte; pero es que lo de la fuerza sexual extraña de Villafranca y sabiendo que se trataba de un sátiro que tocaba cataplines es más que indicativo de una rivalidad entre ambos pueblos...). Por lo demás, no he conseguido dar dónde puse más recortes de prensa este Linterna, del que salieron en varios periódicos fotos de las batidas, piquetes y rondas que hacían los vecinos durante las noches extremeñas. Señalando los balcones por donde entraba, e incluso con imágenes de las camas, alcobas y de los hombres a los que el sátiro había tocado los genitales mientras dormían junto a sus esposas. El caso quedó sin esclarecer... (como otros tantos de esta misteriosa España).