lunes, 13 de mayo de 2013

SOBRE BURROS, PERROS, CARROS Y CERROS (Crónica del Spango IV) Dedicada a mi hermana María José -Mico-, que me enseño a querer a los animales (con los que ella tanto disfrutó en Extremadura).

A María José Gómez-Morán Santafé (mi hermana, Mico)

ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general, que contiene los artículos que hemos editado en “DEL CIPANGO AL SPANGO". PARA LLEGAR A ELLOS, hacer clik sobre:  https://delcipangoalspango.blogspot.com/2023/01/indice-de-articulos-de-del-cipango-al.html
.
.
SOBRE ESTAS LÍNEAS: Mi hermana Ma. José -a quien le encantaban los animales-, montando en burro con unos ocho años (en Finestrat, Alicante, hacia el verano de 1965) . Contábamos en nuestra entrada anterior que quizás el lugar en que mejores momentos pasamos de niños fue en Extremadura (más concretamente en Madroñera). Allí, junto a los burros, las gallinas y las vacas, los caballos y los perros; la vida transcurría feliz. En ese lugar merecía la pena madrugar a pleno alba, tan solo por levantarse en mitad de campo escuchando los sonidos de su amanecer; con los pájaros cantando y los diferentes animales despertando. Así, entre esas peñas y montes con grandes berruecos de granito y entre aquellos rios y charcas que en Extremadura -durante su primavera- son estanques llenos de flores, ranas y peces. Muy cerca de Madroñera y de Trujillo, a pleno campo, pasábamos los mejores momentos de niños. Unos jugando a los indios, otros a los vaqueros y los demás a cuidar las vacas, caballos y gallinas... Todos en la salud plena que la Naturaleza entrega.
.
.
Recordaba en mi pasada entrada los remordimientos que aún siento cuando pienso mi borrico. Se llamaba Perico y tanto me acuerdo de él, que uno de los días más tristes de mi infancia fue cuando mi madre tuvo que venderlo por quinientas pesetas (tres euros de hoy). Regresábamos a Madrid y se cerraba para siempre la casa que tenían mis progenitores cerca de Madroñera; por lo que nadie se podía hacer cargo del pobre asno. Aquel burrillo era un primor y listo como el rayo, porque había sufrido todo tipo de calamidades en su pasado. El tío José (Melitón como le decían en Madroñera) me había contado que tenía un carácter difícil porque cuando era aún pollíno -apenas con cinco meses- para divertirse en unas fiestas, lo habían arrojado a un pozo; de donde luego le sacaron con una soga. La cosa es que Perico era bien desconfiado, pero ni a mí ni a mi hermana (Mico) nos mordía nunca. Eso sí, en cuanto se cansaba de tenernos a la grupa, aceleraba el paso y al trote conseguía hacernos caer (por un lado o de frente). Más aún acostumbraba a hacerlo si íbamos dos encima; momentos en los que harto del peso en el lomo, comenzaba a dar saltos hasta que desde allí y emparejados, nos tiraba al suelo (mientras intentábamos uno y otro agarrarnos a parte alguna de la montura, del rabo, o de las crines). Porque el animalillo se aceleraba a paso de pura sangre cada vez que se cansaba de ser montado y para deshacerse de los que llevaba a cuestas daba más botes que un baloncestista.
.
Una vez en el suelo, con el trasero hecho polvo y llenos de lo que fuera (porque uno caía lo mismo sobre una boñiga que sobre hierba, o un charco), le decíamos: -"¡Pero Perico, qué malo eres!". Entonces, el pollino se paraba, nos miraba allí derribados y se reía; abría la boca, rebuznaba y se volvía. ¡Malo era el pollino, peor que un rayo; pero para un niño la cosa más divertida que podía encontrarse!. Mi prima Paloma puede recordar esas andanzas del burro que no había quien lo domara y que tantas veces nos tiraba; hasta que desistíamos de subirnos a su grupa. Por su parte, yo me propuse educarlo y para conseguir que corriera o anduviera, me enseñaron que lo mejor era ponerle guindillas bajo el rabo. Así, cuando ya no quería andar; costumbre que tomó hacer cuando estaba diluviando o nos encontrábamos a muchos kilómetros de la casa (con frio, hielo, noche, o lo que fuera); tomábamos lo primero que hubiera para ponérselo bajo la cola y que echase a trotar. El éxito del experimento fue tal, que conseguí presentarme a las carreras de burros, en las que gané con el Perico gracias este "dopping": Dopaje que consistía en meterle bajo el rabo unas guindillas; por lo que cuanto más lo cerraba el pobre Perico -mucho debía picarle-, más se exprimía la "esencia de aquello" que iba a parar a "sálvese la parte" (todo lo que hizo de él un verdadero campeón).
.
BAJO ESTAS LINEAS: Mi madre de joven (sobre 1948) con un chucho suyo; ella fue quien nos inculcó el cariño hacia los animales. Por cierto, la raza canina del perro que tiene su lado, es la que los ingleses tan finamente denominan "pointers" -porque apuntan o marcan "el point" del lugar en que está la pieza (de caza)-. Pese a ello, en España se les llamaba en el campo "perro puente". Nombre que al parecer -según me contaron y confirmaron- se debe a que tiene la nariz en forma de dos arcos; haciendo un "puente"; lo que les daría esa denominación... .
.

.
.
Por todo cuanto narro, comentaba al principio, que aún siento vergüenza por haber martirizado de ese modo y de niño al birrito que me acompañó en tantos buenos momentos de la infancia. Pero eso sí, la verdad es que se lo merecía porque la terquedad de Perico nunca la conocieron en burro alguno extremeño (y mira que son testarudos los asnos). Se paraba y no andaba ni empujándolo entre cinco personas; por más que uno tiraba de las riendas, se quedaba en su sitio y hasta llegaba a romperlas. Además, como uno siguiera intentando montarle o hacerle caminar, ya se rebelaba, pegaba dos botes, tres coces al aire y se escapaba campo adentro (hasta la noche en que siempre regresó al establo a dormir y comer). Listo como el rayo, pero más malo que un dolor de cabeza en la Feria de Sevilla. Todo ello se debía -conforme afirmaba Melitón- a que "de niño" le habían tirado a un pozo. Algo que le marcó el carácter como a otros tantos asnos a los que les habían hecho "perrerías"; "cosas" que como su nombre indica, tan solo se deben de hacer a los perros... .
.
Sobre este tipo de casos, aun recuerdo lo que me contó un primo -que es tocayo mío- y que de pequeño viajaba por los pueblos con su bajo y su orquesta. Comentaba como al ir a tocar en unas fiestas, una noche le había dicho un viejo del lugar que aquello de las cuchipandas y las discotecas, pues era un aburrimiento. Que ellos, de jóvenes y durante los festejos, no necesitaban de bailes y menos de discotecas; que se sabían divertir de verdad. Pues para entrenenerles no tenía que venir nadie de fuera; ya que hace años les bastaba con montar un burro a un carro. Así con el asno encima del carricoche, los mozos iban por todas las calles, para arriba y para abajo, acarreano del vehículo con el burro dentro... . Hasta que se cansaban, momento en que tiraban el asno y el carro al pilón... . ¡Eso sí que era una juerga! (según decía). Pero los tiempos han cambiado y muy mucho; tanto que ahora el divertimento en la ciudad y en el campo es casi el mismo. .
.
BAJO ESTAS LINEAS: Mi hermana Maria José con su perro de campo (Cripi) y el de mi prima Paloma (detrás, Togo). Foto tomada hacia 1970 en Las Infantas; una casa que tuvieron mis padres entre Madroñera y Trujillo. Allí se divertían como nadie estas dos (Paloma y Mico) jugando a los vaqueros, con los perros y hasta con las lagartijas. Un día el tio Juan -que era como se llamaba el pastor-, les dijo que podían utilizar y vivir uno de sus chozos: El edificio que vemos en la parte trasera de la foto. Así que se dispusieron a arreglarlo para darle buen uso y lo primero que hicieron fue comprar materiales para encalarlo. Tras unas horas pintando allí, aparecieron las dos en casa con las manos como tomates, porque no habían dejado "cocer" la cal y se habían quemado hasta las ropas, encalando en vivo. No paraban de inventarse cosas y a cada cual más curiosa; yo -que era bastante más pequeño que ellas- las observaba con admiración (aunque solo fuera por el riesgo que conllevaban las picias que hacían).
.

.

Como bien digo, las formas de divertirse antaño eran muy distintas. Por ejemplo estas dos -Paloma y Mico- tuvieron por costumbre durante una época jugar a los perros... . -Sí, sí; como lo leen; a los perros-. El jueguecito era bien barato y para llevarlo a cabo tan solo se precisaba de una correa y un collar; ya que consistía en salir a la calle haciendo una de perro, mientras la otra figuraba ser su amo. Así hasta que se cansaba la que iba a cuatro patas y encadenada; pasando el turno a la que estaba de pie, quien tomaba el relevo y se ponía a simular el can. Ello no sería muy raro si no hablásemos de un Madrid de los años sesenta, en los que era bastante curioso oir a los vecinos decir a mi madre: -"Maria Teresa, el otro día ví a tu hija con tu sobrina. Iban las dos muy monas, estuvieron toda la mañana por mitad de la calle Narvaez; una parecía un perro y la otra sujetaba la cadena-". Mi madre no sabía dónde esconderse y se hacía la despistada... . Lo peor de aquello era el regreso a casa, tras una jornada canina; porque venían con las ropas de un color más negro que la radiografía de un grillo. Así que a la vuelta siempre les tocaba regañina, echar la ropa a lavar y meterse en la ducha; tras los consabidos gritos de todas aquellas a las que les tocaba limpiar esa prendas que -trás haberlas arrastrado por medio Madrid-, habían quedado peor que las de un carbonero.
.
Aunque en Extremadura no existía este problema; porque no había que bañarse (por lo menos, yo estaba exento de esta obligación higiénica). Para mí de niño aquello era el paraiso porque no me tenía que meter en la ducha, ni visitar una bañera durante todo el tiempo que estábamos allí; ya que apenas había agua en la casa. Estábamos en pleno campo y no había forma de subir más agua que la que daba un triste pozo; la que se usaba para abastecer a las personas que más la necesitaran. Así, que como yo era muy niño (menor de siete años) me excluyeron del zafarrancho de baño y hasta me "escaqueaba" a veces de lavarme los dientes. Eso lo contaba yo en el colegio y ni se lo creían; al oirme, todos decían con admiración: -"Cuando Ángel se va al campo, puede estar hasta dos semanas sin tener que lavarse; ni las manos siquiera... .¡Qué lujo, como en el verdadero Oeste!"-.
.
IMAGEN BAJO ESTAS LÍNEAS: Mi prima Paloma con su perro Togo, en Las Infantas (Madroñera). A ella le gustaban los animales más que las personas y siempre afirmaba que eran mejores los canes que los seres humanos. Para demostrarnos su axioma tenía un sistema irrefutable, preguntando qué nos daba más asco, si una caca canina o una de persona. Todos contestábamos que las cagarrutass perrunas eran menos asquerosas; así que la conclusión cierta obligaba a suponer que la canina era superior a la especie humana... . Algo de razón tendría (¿Digo yo?).
.
.
.
Mucho se hablaba a los de mi clase en el cole, sobre aquel sueño que yo vivía, relatando que Extremadura era como en el "Far West"; sin necesitar uno lavarse y todo el día bajo el cielo raso. Tanto fue así, que algunos no se lo creían; por lo que muchos de mis compañeros vinieron a ver ese paraiso con sus propios ojos. Por fin allí lo experimentaron. ¡Era verdad!. Nos dejaban hacer lo que quisiéramos, tanto que nada más levantarse, uno se ponía la ropa y al campo a jugar con las lagartijas (sin necesidad de tener contacto con aquel líquido elemento que de niños tantas alergias nos causaba). Aquello llegó a ser tan del Oeste y tan de película, que entre los amigos decidimos que no había que lavarse ni los dientes (quién imaginaba a un verdadero vaquero con un cepillo de dientes, entre el Winchester y la canana de balas...). Fue por entonces cuando debíamos de oler ya como chotos; tanto que a mi madre se le hacía insoportable. Así que un día nada más levantarnos nos colocó a todos en fila -creo recordar que éramos cuatro: Carletes, Quique, Juan y yo- y nos dijo que habíamos de lavarnos al menos los dientes, que los teníamos peor que el zurrón de un soldado.
.
En ese momento mi compañero Carlos dijo: -"No puedo, no tengo"-. Mi madre algo enfadada contestó: -"¿No tienes cepillo?. Pues te doy uno. Y si lo que te falta es pasta, en el cuarto de baño la hay"-. Seguidamente el Carletes respondió sonriendo: -"No tengo dientes"-. Y abrió la boca enseñando que se le habían caido todos los de leche a la vez, quedándole apenas alguna muela en la boca. Fue ese momento en el que dijimos los demás: -"¡Qué suerte! . No tiene dientes y no van a obligarle a lavárselos"-. Seguidamente fuimos todos al baño a darnos con el cepillo y Carlos también, pese a que nadie entendía por qué mi madre le obligaba a lavárselos a él, si no le quedaba ni uno... . La cosa es que no comprendimos nunca por qué sin tener dientes, había que cepillarselos; ya que las muelas y la boca, no entraban en el concepto de higiene bucal (un exceso, en nuestra opinión). Por lo demás, cuando regresábamos a Madrid y nos obligaban a tomar el primer baño. En ese momento hacíamos un concurso muy divertido, que consistía en de ver cual de nosotros dejaba el agua de la bañera más sucia. Finalmente tal concurso fue quitado del "programa de regreso", porque siempre había "tongo", ya que algunos cerdos vaciaban las botas llenas de arena en el agua del baño, para que les puntuaran más.
.
BAJO ESTAS LÍNEAS: En la imagen, foto del Puerto de Santa Cruz, monte que se veía desde Las Infantas y donde los pastores me habían contado que estaba enterrado Viriato. Muchas eran las historias sobre este pastor lusitano que se narraban entre las gentes del campo entonces, y hasta había algunas de "mucho miedo". 
Recuerdo una muy impresionante para un niño, que les escuché; contando aquellos cómo al echarse una oveja a los hombros Viriato, oyó una voz a sus espaldas. Se volvío y viendo que no había nadie, se dió cuenta de que era el cordero quien le hablaba. Mirándole asustado preguntó al animal si era él quien profería esas parabras, a lo que este (aún sobre sus hombros) le replicó: -"A que tú no tienes los dientes tan lindos como yo"-. Tras lo que la oveja de Viriato empezó a reir de una forma horrible (los pastores entonces imitaban esas risas, con "voz de oveja que enseña los dientes" y a mí me daba mucho miedo... Yo es que siempre he sido bastante"cagón").
.
Esa historia tan boba, de niño puede impresionarte; una leyenda que me ha venido a la memoria al escribir lo de mi amigo y el cepillo dental. Por lo demás y como ya dije; cuando llegué a Extremadura lo único que quería en la vida era ser pastor, como Viriato. Además allí (en el campo) ya me informaron de que para esa profesión que había elegido, no hacía falta seguir estudiando; así que hacia los cinco o seis años decidí jubilarme, o terminar el colegio. Mis padres no me dejaron (lógicamente) y ello fue un terrible fracaso para mí; que cada vez que regresaba a Madrid y tenía que ir al "cole", lo hacía deprimidísimo. Por lo demás y para demostrar que quería ser pastor, comencé a hablar en castúo a todas horas (principalmente en Madrid); imitando perfectamente no solo el habla de los pastores, sinó también sus tacos... . Lo cual me supuso que me llevara más de un manotazo, porque en la capital no era normal eso de decir en la mesa: -"¡Qué caraju, que joío y que rico esta estu"!-.
.
.
.

Para darse cuenta de que uno es tonto a veces no hay más que ir al campo. Allí hablando con las gentes -de pueblo o del monte (normales y corrientes)-, se siente vergüenza ya desde pequeño de los complejos y de las tonterías que uno tiene en la cabeza. Pese a ello, sin esas "boberías" es que no hay quien se adapte a la ciudad, porque en las urbes las chorradas son la alegría de la huerta -y muchas veces hasta el motivo de vivir-. Este es un hecho que experimenté por primera vez a los siete años y tras haber hecho la Primera Comunión. Recuerdo que fue un mes de mayo de 1968, y cuando regresé a Extremadura, el fin de semana siguiente de haberla celebrado. Allí,  como siempre hacía por las mañanas, me acerqué al vaquero a por leche. Se llamaba Luis el que encargaba del ganado del "Señor Isaías" -al que por rico todos denominaban "Judaías"-. Estaban a unos metros de casa; donde ordeñaban a diario a la Lucera, que era la que tenía la leche que más me gustaba. Así, esperando que Luis me llenara el cubo, le enseñé el regalo que me habían hecho mis padres por la Comunión; se trataba de era un reloj Seiko de acero y acuático -una novedad por aquel entonces-.
.
El vaquero lo vió con asombro y luego me dirigió una mirada un tanto despectiva; trás ello me dijo con mucho aplomo: -"Mi reloj también es acuático"-. Me dicuenta de que llevaba un Festina de los más baratos, con correa de cuero; siendo imposible que "eso" resistiera bajo el agua; así que le pregunté: -"¿El tuyo es acuático?"-. Se quedó observándome con ojos de juerga y replicó: -"¡Toma claro; no lo ves!. Aquí estoy ordeñando con el Festina puesto; no solo es acuático, es lechático. Además cuando llueve también lo puedo llevar"-. Fue en ese momento cuando le intenté explicar que acuático significaba que aguantaba bajo el agua, tanto que yo en esos días ya podía hasta consultar la hora en la bañera... . Entonces y dándole la risa me contestó el vaquero: -"Ay Angelito; qué tonto que te estás poniendo; me gustabas más cuando querías no ir al cole y ser pastor. Eso sí, como sigas mirando la hora bajo el agua te vas a quedar calvo. Todos los que consultan el reloj en la bañera se quedan calvos, porque el asunto afecta al `torrao´"... .
.
Sin saber lo que era el "torrao", me quedé muy preocupado y regresé a casa con el bote de leche; esa mañana me preguntaban qué me pasaba, porque me veían raro cuestionándome por las cosas que hacían daño al "torrao" y las que producían la calvicie. Decidí entonces nunca más mirar la hora en la bañera (aunque me encantaba, era la única ilusión que tenía en aquel "lugar de tortura"); y sobre todo, quitarme ese reloj tan elegante en Extremadura, para que no se rieran más de mí. Lo guardé y solo lo usaba en Madrid -para enseñárselo a los "niños pijos"-, aunque resultó que los shabía tan "requete-pijos" que me informaron de que llevaba "una patata con pulsera" (pues solo eran buenos los Rolex). Desde aquel entonces no uso reloj, no sea que alguien se moleste... .
.
BAJO ESTAS LÍNEAS: Nuestro perro Kabul en la casa de Extremadura: Este chucho era de lo más especial y como puede verse en la fotografía, se sentía guapísimo. Un complejo de superioridad que resultaba de los más incómodo ya que no consentía mancharse ni en el campo. Había que lavarlo más que a una patena, peinarlo más que a Bob Marley y era un can tan presuntuoso como Liz Taylor -con toda la gracia que puede tener un perro que se siente el Robert Redford de su especie-. Su conciencia de que era más bonito que los demás le llevaba a granjearse las envidias de otros, que con más pinta de lobo que de perro, le soltaban unas colmilladas que lo aviaban. Aunque el Kabul, como buen presumido, se gastaba unas malas pulgas de cuidado, y no se achantaba ni ante los mastines más rudos del campo. Por lo demás, allí (en Madroñera) tenía su novia, que era la perra del pastor; ella de raza "siete leches ibérica" y que no levantaba más de treinta centímetros del suelo. Y es que el amor no conoce límites.
.

.
.

Continuando con las historias que narrábamos -de mi hermana y su íntima amiga (la prima Paloma)-; recuerdo también que entre sus entretenimientos de entonces, estaba el de condecorarse con rabos de lagartijas. Ello consistía en que cada vez que veían un infeliz reptil de estos, se avalanzaban sobre aquel y le quitaban la cola; rabo que luego se pinchaban en la solapa -con un imperdible- como si fuera una verdadera medalla. La gracia estaba en que la cola de lagartija no paraba de moverse sobre la tela donde la habían fijado y parecía aquello un bicho; con lo que todos quedaban muy impresionados. Eso y llevar ratones blancos en cualquier sitio -en los bolsillos del pantalón, de la chaqueta, en las mangas o bajo el gorro- eran las más "normales" costumbres que tenían aquellas dos niñas (que por aquel entonces no habrían cumplido los catorce años). Quienes además se reían haciéndoles leer a los ratones el periódico, algo que consistía en tomarlos por el cuerpo y pasearlos sobre las hojas de prensa; de tal manera y como las ratas hacen el gesto de ir oliesqueando, parecía que realizaban una lectura minuciosa de lo allí escrito.
.
Para terminar narraré otra extraña costumbre de antaño (muy extendida entre todos nosotros por aquellos días); que era la de guardar los escorpiones en cajas de cerillas. Una manía imbécil de niño y que por suerte no produjo nunca un accidente. Ya que de vez en cuando, el alacrán allí encerrado sacaba "el pincho" -tras conseguir abrir la cajita-; de lo que como uno lo llevase en el bolsillo del pantalón, podía ser picado junto al "peor sitio". Por suerte nuestros padres nunca se enteraron de que llevábamos escorpiones en las cajas de cerillas y por mayor fortuna, un hecho tan idiota no produjo jamás un accidente (que pudo haber sido fatal).
.
Finalmente, me gustaría recordar otro sucedido bastante curioso y que se refiere a un tiempo algo anterior; cuando mi hermana mayor hizo la Primera Comunión. Siendo estos los años en que mi padre aún no había llegado a Madroñera y trabajaba de arquitecto municipal de Coria y Plasencia. Así resultó que tras hacer la mencionada Comunión, en la puerta de la iglesia aparecieron unos clientes de Coria (que le debían muchos favores); quienes querían mucho a mi progenitor, tanto que vinieron desde allí a regalarle una burra a su niña. El asno venía perfectamente enjaezado a la extremeña y hasta llevaba los cascos pintados en oro, cascabeles por doquier, la cola recortada, el pelo raso como las mulillas y las crines rapadas. Parece ser que incluso la montura era preciosa y les encantó a todos el regalo; pero viviendo en Madrid, se les planteó qué hacer con el borrico... . Pues nada, ni corto ni perezoso, mis padres metieron a la burra en una plaza de garaje donde allí vivía. Pese a ello, un problema más surgió, ya que el asno no respondía ni obedecía; debido a que quienes se la regalaron nunca les dijeron el nombre. Tras mucho preguntarles, ya un día contestaron a mi padre: -"Perdone, pero no nos atrevíamos a decir cómo se llamaba la burra, porque le nombran igual que a su esposa: La Señora Teresa"-. Tras conocerlo, mi progenitor regresó a casa muy contento comentando: -"Todo solucionado, ahora sí que va a obedecer la burra, porque ya sabemos que se llama Teresa"- . A mi madre no le hizo mucha gracia tanta coincidencia; y es que en Coria enseñaron a cantar a mi padre esos versos "castuos" que decían:
.
"Qué buenas son, que buenas son;
.
qué buenas son, las mujeres.
.
Qué malas son, que malas son;
.
qué malas son, cuando quieren"
.

BAJO ESTAS LINEAS:
Para terminar recojo esta curiosa noticia de entre mis recortes de prensa antiguos. En ella, el ABC (tristemente no conservé la fecha ni página) da cuenta de que un burro fue invitado de excepción en una boda de Puente Genil; porque los novios tras casarse, habían utilizado este "vehículo" para moverse desde la iglesia al fotógrafo y luego para ir al banquete. Pese a todo, en nada nos extrañaba esta noticia que recorté; puesto que mucho más divertido fue lo que vimos poco antes y a principios de los años setenta, en la boda de la hija de un famoso arquitecto de Madrid (buenísima persona y que falleció muy joven -apellidado Casiniello-). Aquella novia era tan moderna que quiso realizar algo parecido a lo del burro, pero con su moto. Le encantaban los motores de gran cilindrada y en uno de ellos decidió salir de la iglesia tras casarse; cabalgando el novio una veloz Harley , con la novia a la "grupa" (detrás). Aunque el traje y la cola de recién casada pronto quedaron enredados en los radios y cadenas de la moto, que al ser tan potentes redujeron a harapos el vestido de ella, dejándola sin ropa frente de todos los invitados (hubo hasta aplausos).
.

8 comentarios:

  1. Je je...preciosas anécdotas que hacen sentir una feliz infancia. Felicidades.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por sus palabras. Lo único malo de una feliz infancia, es que el resto de la vida ya pasa a ser más triste; aunque por fortuna uno tiene las artes y la filosofía que nos acompañan en el mundo interior. De tal modo, la arqueología, el pensamiento, la belleza y lo sublime que nos permiten seguir soñando (incluso después de haber sufrido los peores golpes). Es un manantial de Letto, que permite recordar sin amargura y del que tristemente Occidente ha decidido en gran parte dejar de beber -sustituyendo el sueño de la cultura y de los recuerdos envueltos en humanidades; por el del éxito, la fantasía representada y el deporte-. Un salu do.

    ResponderEliminar
  3. Gracias y agradecimiento por el recuerdo hacia tu hermana María José.

    Fui compañero de carrera, y casi siempre estábamos juntos tanto en clase como en la cafetería en nuestras horas muertas, y por lo bares de Moncloa.
    Recuerdo a tu padre Mario, cuántas veces fue a recogernos en el coche y sacarnos del infierno en que se convertía la Facultad de Políticas día sí y día también en aquellos turbulentos días del os cursos del 72 al 77, me dejaban en la estación de Metro de Lago y ellos seguían a Somosaguas. (creo recordar que era un turismo modelo Caravelle)
    Y lo que son las cosas, mis suegros eran de Madroñera, y concretamente mi suegro se vino a Madrid, porque se lo trajo tu padre como jefe obra para que trabajara con él. (De este hecho me enteré después de perder el paradero de tu hermana.)
    Cada vez, que pasábamos por la carretera de Humera, y veía la indicación de vuestra calle y siempre salía a relucir en la conversación la gratitud hacia tus
    padres por parte de mis suegros y de tu hermana por parte mía.

    Siempre la he tenido en mis recuerdos.

    El día 19 de enero de este año 2014 algo me llevó a fijarme en la orla y concretamente en tu hermana, tomé el portátil busqué como la había hecho años antes… y con mi esposa al lado, no pude reprimir las lágrimas. Dos años justos. ¿qué es lo que me indujo concretamente ese día a fijarme en la Orla de fin de carrera? ¿casualidad?..

    Gracias Ángel por el recuerdo hacia tu hermana.

    Un saludo


    ResponderEliminar
  4. Luis acabo de ver tu comentario.
    He escrito un mail, pero no llega a tu correo.
    Cuando puedas me pones tu dirección y la borras. ES DECIR, ME PONES UN COMENTARIO CON UN LUGAR AL QUE TE PUEDA ESCRIBIR Y LUEGO (AL INSTANTE) LO BORRAS, PARA QUE NO PUEDAN ACCEDER AL MAIL TUYO. A mí me llegará y nos ponemos en contacto. Un abrazo enorme y muchísimas gracias por tus palabras tan cariñosas: Angel

    ResponderEliminar
  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar