domingo, 5 de mayo de 2013

El Linterna de Almendralejo y algunos recuerdos de Extremadura (lugar de mis orígenes): CRÓNICAS DEL SPANGO III.

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ARRIBA: Castillo de Coria en Cáceres, población de la que mi padre fué entre los años 1955 y 1962 arquitecto municipal. Le encantaba Extremadura y debido a ello trabajó para los ayuntamientos de algunos pueblos que se encontraban en el camino entre Madrid y Coria (Brunete, Plasencia etc); al parecer en unas fiestas de El Pilar -del año 1960- y en que iría mi madre a verle, debí de "aparecer" yo en escena. Nueve meses después (un 13 de julio de 1961) nací en Madrid, aunque mi padre decía siempre que yo venía de Coria. Este hecho y el comentario que sobre aquello hacía mi progenitor marcó mi vida, tan ligada en lo estético a Extremadura (una de las tierras más bellas en paisajes y monumentos).
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ARRIBA: Apartamentos nido de cigüeñas en Cáceres (próximo a Trujillo). Las cigueñas que antes anidaban en los postes eléctricos, tejados y árboles;  se han visto sometidas en Extremadura a un "plan de vivienda social". Un ejemplo de ello son estos postes sobre los que anidan en masa y que realmente parecen apartamentos, o ciudades dormitorios. Cuando veo las cigüeñas extremeñas recuerdo siempre algo que muy de niño hacía en Madroñera (el lugar en que pasábamos las vacaciones). Ello consistía en ir montado en burro y llegarme hasta Trujillo, parando en su entrada donde había un hotel que se llamaba ASÍ: Las Cigüeñas. Allí normalmente entraba a pedirles azúcar, diciendo que era para mí. Muy amables me regalaban algunos terrones que me guardaba en los bolsillos y que tras salir del hotel (al doblar la esquina), se los daba a mi burrito. Aquello era como echar gasolina "súper", pues cada vez que me montaba en mi Perico (como se llamaba el borrico) y enfilaba el camino de Trujillo, aquel animal ponía "el turbo" y llegaba al galope hasta ese pueblo. Lo que me dejaba la espalda y la rabadilla destrozadas, porque la montura del pollino no es como la del caballo, haciéndote cabalgar a horcajadas y sin control sobre la grupa.
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Por lo demás y sobre el pobre Perico -el burro- aún recuerdo cómo era de listo; tanto que cuando volvíamos a Madrid (después de las vacaciones), en el momento que nos veía meter el equipaje en el coche, se desparramaba y comenzaba a revolcarse por la hierba, partido de risa. La primera vez que me dijeron que se estaba regocijando porque nos íbamos (y ya no tenía dueño, ni quien le montara), no me lo creía; pero tras varios años pude comprobar que los burros se jactan y se remueven por los prados, cuando ven que aquel que les domina -y monta-, se va. Aunque no me extraña nada que se alegrase tanto de mi despedida, pues aún tengo el pesar y el arrepentimiento de lo que yo le hacía de niño. Sobre todo cuando echábamos carreras de burros, en las que ganaba el más rápido; para lo que me había aleccionado el tio Melitón que lo mejor era ponerle guindilla dentro del rabo al pobre asno y que con "el picor del culillo", corriera. Así lo hacía en las carreras y cuando le inyectaba el "dopping" bajo la cola, aquel pobre equino tomaba las de Cain (iba con el "turbo", llegando siempre a la meta el primero). Cosas y casos de hace casi cincuenta años y de los que uno hoy se arrepiente por haber sido tan cruel de niño.
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SOBRE ESTAS LINEAS: En nuestra anterior entrada hablábamos del recorrido en la A-5 (desde el Kilómetro 275 al 150). Hoy traemos una imagen tomada junto al 272 en que se encuentra el Puerto de Santa Cruz, en cuya cima existía la leyenda de que estaba enterrado Viriato. Aquella montaña en imagen y que se veía desde el lugar en que pasábamos de niño las Navidades y la Semana Santa, era en la que todos los pastores extremeños afirmaban que se hallaba la tumba del guerrero lusitano -que mantuvo en vilo a Roma-. Cuando tenía yo unos cinco o seis años, en los chozos de los pastores me contaron la historia de Viriato; y como yo no sabía quien era, uno de los más viejos al que llamaban "el tio Juan" (ganadero principal de la zona), me sacó del brazo del chozo. Así cogido y señalándome hacia la montaña del pico de Santa Cruz me dijo: "-Allí, en esa loma está enterrado uno de los pastores que más pelotas tenía de Extremadura. Vamos, que se las hizo pasar putas a los romanos. ¡Era un tio `cojonuísimo´!.-". Fue esta la primera vez que me encontré frente a la Historia, verdadera y real; relatada de primera mano. Después, cuando entré a la choza, todos hablaban de leyendas sobre Viriato, mientras comían y compartían alrededor de la lumbre.
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ARRIBA: Tierras entre Madroñera y Trujillo donde pasábamos las Navidades y la Semana Santa de niños. Mi padre había sido arquitecto municipal de varios pueblos de Extremadura y por ello cuando le fue bien económicamente decidió no cobrar a quien lo necesitara. Viendo aquella posibilidad, un hombre llamado Julio (no recuerdo su apellido) que era alcalde de Madroñera, le pidió que trabajase para su población, ya que necesitaba desarrollarse. Tanto fue así que mi progenitor regalaba todo proyecto y hasta a veces las obras; así y no sabiendo como corresponder con él, el consistorio decidió regalarle una parte de un cortijo. Aquella finca se llamaba Las Infantas; un edificio antiguo, entre Madroñera y Trujillo, que mis padres rehabilitaron. Parece ser que se trataba de unas tierras donde había dormido o vivido Felipe IV (posiblemente tras casarse con su prima de Portugal), por lo que habían conservado el nombre de sus hijas, denominándose las tres casas del lugar como cada una de las infantas de aquel rey (recuerdo que la nuestra era la "Infanta Teresa").
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Tras 1976 y al llegar La Transición, algunas gentes del pueblo (muy pocas) decidieron que aquella cesión o regalo hecho por el antiguo alcalde era ilegal -tal como al parecer resultaba, pues os terrenos municipales no pueden venderse ni regalarse-. El pobre Julio intentó explicarles que D. Mario -como llamaban a mi padre- no se trataba de ningún franquista, ni menos de una persona aprovechada; sinó que era un "progresista" y que precisamente había beneficiado mucho al pueblo. Eran épocas de revoluciones (poco antes se había producido la de Portugal). Mis padres tuvieron miedo de pernoctar allí (en esos años había fuertes "movidas" sociales) lo que nos obligó a marcharnos de Las Infantas poco después; ya que la ley marcaba que no se podía ceder un terreno del Ayuntamiento a un privado. Tenía yo unos dieciséis años y aún recuerdo con gran tristeza los contenedores de mudanza llejando de Madroñera, salvando los muebles y platos de la finca. Eran enseres muy interesantes porque mi madre -aficionadisima a la artesanía- se había hecho muy amiga de Santiago (el anticuario de Trujillo y Madroñera). Aquel Santiago -al que muchos despreciaban por ser un tanto "amanerado"- hacía unos gestos muy raros que yo observaba de pequeño. Tanto me llamaron la atención que los imitaba perfectamente para provocar la risa de todos; pues este hombre siempre decía (mientras giraba los brazos y el torso de forma cómica) que su "genero" era: "-¡Antiguo, antiguo; `antigüísimo´!-". Mis padres se tronchaban de risa cuando yo realizaba la parodia de Santiago, copiando perfectamente los gestos y doblando las manitas; mientras comentaba lo de "antigüísimo". Algo que a él no le gustó nada un día que me vió haciéndolo en el que comentó: -"Este nene es malo hasta debajo del agua. ¡Uy que malucón es "er" nene...!"-.  

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ARRIBA: En 1966, el día de La Buena Pastora en la parroquia de Madroñera. Fue por aquel entonces cuando decidí hacerme pastor de profesión, para lo cual ya me informaron en el pueblo que no se precisaba seguir estudiando. Así que cuando regresé esa Semana Santa a Madrid, les dije a mis padres que iba a abandonar el colegio. Tenía por entonces unos cinco años y ellos trataron de informarme que no eran edades para dejar de estudiar... . Pese a todo yo seguí en mi empeño de hacerme pastor y de no ir más al centro a recibir claes, ya que aquello me resultaba altamente inútil, debido a que allí había muchos niños, todos haciendo y aprendiendo lo mismo. No fue posible que me dejaran seguir en mi primera vocación tal como la concebía... (de veras fue para mí un fracaso y a veces entraba en el colegio con unos enfados de cuidado).
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Recuerdo que cuando iba a Extremadura me vestía siempre de pastor, con mi zamarra y mi garrota. Tenía entonces menos de diez años y un día vi al dueño de las tierras que circundaban Las Infantas. Se llamaba Isaías, pero todos le decían Judaías, porque las arrendaba a muy alto precio. Así que una mañana que me lo encontré andando por el campo y le saludé con un cariñoso -"Buenos días judaias"-. Aquel hombre me miró con cara de odio y me dijo: "-yo no sabía que eras tan tonto niño"-. Regresé al cortijo afligido y le conté lo que me había sucedido al tio Melitón (que era quien lo guardaba). El bueno del Melitón me dijo que era una gran suerte ser hijo de Don Mario, pues si un humano de a pié osaba llamar "judaías" al señor Isaías, este le soltaba un sopapo que lo arreglaba de por vida.
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ARRIBA: De niño, me reunía con los pastores en los cerros de Madroñera, donde pasé mis mejores momentos hablando de Viriato. En uno de estos cabezos llamado el de Almoroquí, muchos años después apareció la estela inscrita tartessia en imagen -fechada en el siglo VI a.C. (que expone el Museo de Cáceres, al que agradecemos nos permita divulgar la foto)-. Nunca supe de dónde procedía mi vocación arqueológica hasta darme cuenta de que aquellas gentes del campo de Extremadura me habían contado miles de historias interesantes. Leyendas de Viriato, de los romanos y de los lusitanos (como llamaban a los iberos); relatos hablados junto a las hogueras de Las Infantas y en los chozos, que marcaron para siempre mi vida intelectual.
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Una de las personas más cariñosas que conocí en toda mi existencia se llamaba José, pero le decían Melitón. Era quien contrató mi padre para que cuidase de la finca cuando no estábamos allí, y que junto a su mujer (Concha, La Melitona) se convirtieron en dos más de la familia. Todos les llamábamos el tio Melitón y la tia Concha, y fueron quienes nos hicieron pasar algunos de los mejores ratos de nuestra infancia. Buenos, cariñosos y agradables, resultaron los más damnificados cuando tuvimos que cerrar la casa y marcharnos de allí, ya que mis progenitores se los trajeron a Madrid (donde no se adaptaban). Pese a todo, pudimos jubilarlos bien; aunque ellos se lamentaban mucho de lo sucedido. Mi madre siempre les decía que en esas cosas no había culpables, que algunas personas de Madroñera habían actuado tal como creían mejor y que si alguien te cuenta que uno se ha quedado con algo que no es suyo, lo normal es ir a recuperarlo. Por su parte el pobre Julio (el alcalde) al ver que nos íbamos se cogió un berrinche tremendo. Cayó en depresión y dejó de comer debido a los enfados continuos por cosas como estas 8ya dije que eran años de confusiones y convulsiones); al parecer le dió un ataque cardiaco y tuvieron que traerle a Madrid (en la Fundación Jimenez Díaz mis progenitores iban a visitarle de continuo; fueron sus últimos días y murió en esos años).
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Pese a todo, mis padres jamás guardaron ningún rencor hacia quienes les echaron de Las Infantas; solo una gran pena de no poder volver por Madroñera (o de no tener fuerzas para hacerlo). Les podía el miedo y la época era muy conflictiva, por lo que no se atrevían a tener allí una casa abierta en medio del campo.  Tristemente el tiempo pasó y nadie ocupo la zona de la que nos fuimos hacia 1977 (que antes de reconstruirlami padre era usada como un simple aprisco o cuadra). Cuando pasé por allí -hace veinte años, la última vez que fui- me acerqué a ver el edificio que habían rehabilitado con tanto cariño mis padres; se lo habían dejado a una asociación de cazadores quienes no pudiendo mantenerlo, lo habían abandonado (se encontraba derrumbado). Posiblemente ya ni siquiera debe existir aquella preciosa casa (originariamente del siglo XVII) a la que llamaban "Infanta Teresa".
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes de la Plaza de Trujillo. Muy cercana a Las Infantas se encontraba esta preciosa población (apenas a tres kilómetros en linea recta, por los caminos). Como dije, de niño iba hasta allí en burro; pero cuado cumplí los nueve años ya me dejaron acercarme a caballo. Se tardaba media hora en llegar hasta este maravilloso pueblo, que sobre cabalgadura tenía una belleza incomparable. Todavía recuerdo el sonido de los cascos de mi caballito entrando con brío en la plaza que vemos en imagen; donde tras llegar del duro camino, le llevaba a beber de la fuente. Desmontaba luego de mi Pio (como se llamaba) y ya a pié miraba alrededor, con asombro: Nunca había visto en Madrid tanta belleza de piedra, luz e Historia. Allí, en mitad de Trujillo y junto a mi Pio -a los diez años de edad- estaba el paraiso terrenal.
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SOBRE "EL LINTERNA" DE ALMEDRALEJO:
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Muchos han sido los que nos han preguntado acerca de este individuo, que nunca se supo quién era. Caso que recordábamos en nuestra anterior entrada donde recogí como el diario ABC había dedicado un amplio despliegue informativo. Noticias que aparecieron de continuo en este periódico, con fotos de las batidas, junto a comentarios de los vecinos del lugar (quienes atemorizados ante "el linterna" no cesaban de montar piquetes). Había guardado hace casi treinta años varios recortes sobre aquello y que tristemente perdí; aunque he podido recuperarlos gracias a la HEMEROTECA DE ABC. Agradecemos a esta entidad nos permita divulgar algunas de sus páginas en las que trataba de tan insólito caso y que a continuación recogemos. Mucho he sentido que D.Camilo José Cela fuera por aquel entonces (1987) ya muy mayor y no pudiera dedicar un capítulo a este caso. Sucedido que como el de Archidona, son ejemplos de la España más simpática y Heterodoxa.
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ARRIBA: Noticia de El Linterna de Almedralejo en ABC (julio de 1987) donde explícitamente uno de los atacados por el sátiro cuenta que se pensaba que el "masajista genital" era su mujer; siendo así, cuando intentó "rematar la faena con la parienta" se dió cuenta que junto a él estaba este hombre de la linterna (el asaltante de las alcobas). Eran esos los días en sembraba la inquietud aquel sátiro de Almendralejo cuya identidad nunca se logró saber.
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ABAJO: Otra de las páginas de ABC en que se habla del abusador de Almedralejo; donde se afirma que el pueblo deseaba ya lincharlo. Al lado, se explica que se reía como el perro pulgoso (de unos dibujos animados) tanto como se especifica que era además de un sucio "tocador de genitales masculino", era gangoso... . ¡Una prenda...!.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS (doble página arriba y sigue el titular abajo): Hojas de ABC en las que a "todo periódico" donde se relata el caso de El Linterna (agradecemos a Hemeroteca ABC nos permita divulgarlas).
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos páginas de huecograbado en las que se recogen diversas fotos donde vemos a los vecinos haciendo guardia para evitar el acoso de El Linterna (tanto como los lugares por donde el sátiro merodeaba). Agradecemos a Hemeroteca de ABC nos permita divulgar las fotografías de estas hojas encontradas en sus archivos.
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1 comentario:

  1. Estas historias de Extremadura me encantan por lo cerca que me tocan, soy nacido en esta comunidad autónoma y por lo tanto todo lo que de allí venga me encanta, alucino con las historias que me recuerdan que mis orígenes son un saco de sorpresas, recuerdo haber pasado muchas veces por el pico de la sierra del puerto de Santa Cruz, cuando aún no se había construido la A-V era un pueblo pequeño que había que atravesar por una travesía muy estrecha y donde casi siempre paraba a tomar algún refresco, Jo, qué tiempos por aquellos tiempos yo tenía un Renault 8 TS, y mi viaje se alargaba una eternidad, desde Barcelona a Los Santos de Maimona en la provincia de Badajoz. Gracias Ángel Gómez-Moran Santafé por e4stos relatos que a los que somos de estas tierras nos llegan al alma, un abrazo amigo

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